RESEÑA: Sobre el mi
Andrés Henestrosa,
Ecuador 0º0´0”, México, 1966.
Nunca me oirás decir mi casa,
mi automóvil […]
me oirás decir mi corazón,
mis ojos, mi palabra,
porque no están en venta;
mis libros, puedo decir,
porque no está en mi ánimo venderlos.
A. Henestrosa
¿Cómo aprendemos a nombrar aquello que nos pertenece? O, más bien, ¿a poseer aquello que pensamos que nos pertenece? Andrés Henestrosa aprendió, mejor, a no usarlo y a no apropiarse.
Esta pequeña publicación encierra una enorme enseñanza: El autor ixhuateco, por medio de una carta que rememora un episodio relevante de su infancia, le agradece a quien en ese entonces era su compañero de artículos en El Nacional, el editor y poeta Alejandro Finisterre, la comida que le organizara para festejar su cumpleaños número 57. A modo de confesión le cuenta la razón por la que se considera una persona que huye del posesivo “mi”. Y es que las experiencias de la infancia son las que constituyen, en suma, lo que somos de adultos. En pocas páginas vemos cómo el autor, para contar un recuerdo tan importante, recurre a lo tradicional, lo familiar para hacernos enternecer con la imagen que logra construir.
La vida me ha enseñado muchas cosas —pero ¿de veras me ha enseñado algo la vida?—; mas no cómo olvidar aquella primera lección. Ella me lleva y me trae; orienta mis decisiones y mi voluntad. Como un viento, me levanta, me inclina, me derriba a su capricho […] Preparado estoy desde niño para el agravio, prevenido contra toda ofensa. Desarmado, en cambio, para todo halago, para toda señal de simpatía.
La edición de esta epístola forma parte del acervo de la Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío que resguarda Adabi en la Ciudad de México. Resulta maravilloso que, dado su amor por los libros, Henestrosa y Cossío hayan legado sus nombres para dotar de personalidad a tres bibliotecas que forman parte de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca: dos de ellas denominadas en honor al bibliófilo José Lorenzo Cossío y Cosío (una custodiada por Adabi y la otra por el Museo de la Filatelia de Oaxaca), y una más, que está de fiesta por su XX Aniversario, ostentando el nombre del escritor istmeño: la “Andrés Henestrosa”, en Casa de la Ciudad. Es una memorable coincidencia que este ejemplar tenga una dedicatoria a puño y letra de don Andrés para don José Lorenzo: así como los tantos libros que el primero recibía dedicados por sus autores, de igual manera hizo lo propio con sus amigos, y como ejemplo esta carta fechada en el año de 1963.
María Fernanda Bante