Boletín FAHHO No. 33 (Nov-Dic 2019)

Reseña

Efraín Velasco

Lumbreras, Ernesto,
La mano siniestra de José Clemente Orozco (derivaciones, trasbordos y fugas),
Siglo XXI Editores, Universidad Autónoma de Sinaloa y El Colegio de Sinaloa,
México, 2015. 

A principios del siglo XX –y casi durante medio siglo–, el historiador de arte Erwin Panofsky intentó desentrañar los estadios del renacimiento alemán en la persona y en el arte de su coterráneo Alberto Durero. Por ejemplo, para el que fuera catedrático de arte en la Universidad de Hamburgo antes del nazismo, el grabado Melancolía I, lleva desde el título una carga simbólica que va en estrecha relación con la biografía del grabador y pintor germano. Algunos años después, el historiador vienés Ernest Gombrich encontrará paralelismos en la vida de los dos alemanes. Al desmontar el discurso teórico, dará cuenta de que, vistas a contraluz, las aflicciones atribuidas al maestro renacentista son variaciones generales de lo que el mismo Panofsky padeció durante su exilio en la posguerra. Bajo ese enfoque, uno detrás de otro, Durero, Panofsky y seguramente también Gombrich, se podrían figurar como una matrioska de espejos. Escribir en torno a la personalidad de un artista es un ejercicio muy parecido al de bosquejar un autorretrato. 

Traigo esto a cuento por una línea casi perdida en los primeros capítulos del libro La mano siniestra de José Clemente Orozco, del escritor jalisciense Ernesto Lumbreras, galardonado en la 12.ª edición del Premio Internacional de Ensayo convocado en conjunto por la Universidad Autónoma de Sinaloa, El Colegio de Sinaloa y Siglo XXI Editores. Cito la línea descubierta: “[…] respecto a las manos de la madre del artista [en este punto el autor escribe acerca del retrato que José Clemente Orozco le hizo a su madre en 1921], me asaltan impresiones que ratifican la tesis de que en un retrato encontraremos, casi siempre, variados elementos y referencias del pintor además de los ofrecidos por su modelo”. 

Todo cuerpo textual mantiene en él las indicaciones con las cuales se puede descifrar. Así, con estas coordenadas reveladas por Lumbreras y trasladando apenas el territorio del objeto de estudio, de la pintura a la literatura, es posible poner sobre la mesa lo siguiente: qué encontramos de Ernesto Lumbreras en José Clemente Orozco, o mejor dicho, qué nos revela este libro que también nos sea propio. 

Para hacer justicia a esta tesis, establezco dos de los puntos que me atrajeron más del libro. El principal, la estructura. El complejo que plantea La mano siniestra de José Clemente Orozco está compuesto por una acumulación de viñetas de cortísimo aliento que, aunque se aprecian circulares a primera vista, al pasar las páginas descuellan aristas que eventualmente se acoplan. Este volumen está formado de tres libros y una multitud de fragmentos. El libro que menos tiene es el primero y lo componen trece piezas. Además del prólogo, un post scriptum, una cronología y la bibliografía esencial para conocer la obra de Orozco. 

En el primer fragmento el autor informa que lo que plantea hacer es construir un edificio trunco. Los fragmentos nones componen la biografía de Orozco, los fragmentos pares apuntan como francotiradores a blancos fuera del edificio. De ahí en adelante el libro se abre en un caleidoscopio de cuentas brillantes que crean ante nosotros las formaciones más vistosas. El autor acota el tiempo relativo del libro entre el 23 de noviembre de 1883 y el 7 de septiembre de 1949 –que son las fechas en las que transcurre la vida del muralista–, y vemos cómo confluyen las piezas de un universo, la formación neuronal, mancos famosos, el lenguaje, manos fantasmas, cartas, entrevistas, referencias cruzadas, erotismo, autoerotismo, suposiciones, formas, fuegos de artificio, piratas, metralla, pianistas, prostitutas, bailarinas, Nueva York, Orizaba, Monte Albán, Zapotlán, Roma, París, Indiana, Chicago, total que movemos el ojo en el interior del tubo y descubrimos una galaxia de puntos de partida, de llegada y de fuga. La posibilidad que ofrece esta estructura tramada en pequeñas viñetas y la revelación de sus ligaduras, hace del recorrido trastocado un deleite. 

Con La mano siniestra de José Clemente Orozco, la diestra mano de Lumbreras toma como pretexto una biografía, no cualquiera, la del autor del portentoso Hombre en llamas, y construye una antorcha para iluminar los rincones de la casa de los espejos. 

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