Reconstruir con la palabra
Cuando en septiembre de 2017 la tierra se sacudió de manera devastadora, una de las regiones más afectadas fue el Istmo, en el estado de Oaxaca. En Valles Centrales se sintió realmente fuerte; manifiesta el Gobierno de nuestro país que ha sido un sismo de los de mayor magnitud en los últimos cien años.
Cuando amaneció empezamos a saber, mediante los medios informativos, el impacto, el nivel de los daños para los habitantes de varios municipios del Istmo; vimos familias sin techo, sin comida, ni agua, algunos lo habían perdido todo. Pero también empezamos a ver la solidaridad humana y cuántas campañas de apoyo se organizaron para paliar los daños y las pérdidas.
A los nueve días del terremoto, un grupo de amigos voluntarios, Edgar Olmedo, Citlali Soleil y Zenón Ruiz, lectores del programa Seguimos Leyendo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, visitó la región. Al regresar nos compartieron datos concretos e imágenes que nos generaron un nudo en
la garganta sobre lo que estaba sucediendo, principalmente con las niñas, niños y jóvenes. Inmediatamente me di cita con la Dra. María Isabel Grañén, quien me escuchó con atención, ya que tenían lista la agenda para visitar en esos días las zonas afectadas y comprobar lo que le iban narrando; por fortuna, la conclusión fue inmediata: atender con los promotores de la Biblioteca Móvil las poblaciones que más lo necesitaran.
Empezamos a leer nuestras mejores historias, llevamos más de dos mil libros de la mano de dos extraordinarios promotores, quienes en los campamentos de día y de noche iban leyendo y escuchando a los niños. Nos sumamos a una capacitación que brindaba en la región la International Board of Books for Young People, IBBY, y la Secretaría de las Culturas a nivel federal, bajo el título: “Metáforas para la reconstrucción”, tomamos también un curso que se llamó “Primeros auxilios emocionales”. Proyectamos cine y llevamos el telescopio para mirar el cielo. Fuimos de la mano de personas generosas y amorosas, como Raúl Herrera, Jimmy Tucker, Lupita Bante, Natalia Toledo y su red los Hombres Hormiga. Con la biblioteca móvil Ando Leyendo-Leyendo Ando trabajamos desde el 2017 hasta el 2020, cuando nos pegó la pandemia, visitamos veinte comunidades, volviendo cada mes al mismo sitio: el préstamo de libros estaba más vivo que nunca, ya hasta nos pedían títulos concretos y temas.
Desde Tequisistlán hasta San Mateo del Mar, San Francisco Ixhuatán, entre otros puntos, donde muchas veces el piso era de tierra o arena, en salones habilitados con techos de palma, donde los padres de familia habían levantado esos sitios para sus hijos mediante el tequio con los vecinos.
Posteriormente, la familia Harp Grañén pensó en seguir tejiendo más redes de apoyo y solidaridad y aportó los recursos necesarios para que el programa Seguimos Leyendo llegara a la región. Como es grande y con mucha población, tuvimos un programa piloto en Ixtaltepec e Ixtepec, que al año se convirtió en un sólido y bien recibido plan de acciones: lectura en voz alta con la participación de maestros y padres de familia, Guiexooba de Gyves era nuestra coordinadora y contagiaba a sus paisanos, leían en zapoteco en varios espacios, de día y de tarde. También se sumaron a Seguimos Leyendo programas de radio comunitaria, entre otros, pero nos alcanzó la pandemia y en septiembre de 2020 se cerraron las actividades. La gran mayoría, para esa fecha, ya contaba con muchas actividades en línea: cuentos para dormir, refugio de palabras, reseñas de autores clásicos, videocuentos, talleres, textos como cerezas poesía, entre muchos más.
Deseamos volver a las andanzas, sentir la brisa del mar, leer las sonrisas de los niños, mirar por medio de sus pupilas sus sueños, y seguir viajando con las historias que ellos también nos narran en su propia lengua. Los sismos de 2017 significaron pérdida y dolor, sin duda, pero por otro lado nos brindaron la oportunidad de llegar más allá de lo que imaginábamos: a reconstruir con la palabra.