Boletín FAHHO Digital No. 50 (May 2025)

¿Quién es Nour Kuri?

Clarisa Toledo

Tal vez tú misma seas una “Presencia”, alguien que viene y nos trae mensajes de ese tiempo y ese lugar por el que transitaste a través del dolor, de la ausencia. Corriste todos los riesgos, como en una partida de ajedrez, y volviste para regalarnos tus estrategias de vida.

Qué belleza fue encontrarte por casualidad y pensar que eras otra, alguien a quien conocí hace tal vez más de 30 años. No fue un error, ahora lo sé. Ese era el lugar preciso del “encuentro” para cruzarnos, porque la primera lluvia del año, que llegó en marzo, nos empujó solo para reconocernos. Hicimos una cita para después de mi cumpleaños. Nos volveríamos a encontrar el 4 de abril por la mañana, el día de la inauguración de tu exposición. A lo largo de la semana hice todos los intentos para traer de mi memoria tu nombre… ¿A quién voy a entrevistar? Llegó el día y confieso que pensé en cancelar más de una vez; me resistía, pero las señales eran claras, una llamada, una voz, una confirmación. Así llegué al Centro Cultural San Pablo, a la hora convenida, y conversamos más de una hora; ahora, mientras escucho la grabación, me doy cuenta de que no fue una entrevista. Hablamos para reconocernos de otro tiempo. Ahí estabas, radiante, lista para contar tu camino, tus hallazgos, las revelaciones sobre cómo apareció la escritura, el lenguaje, la poesía en medio del barro, de las formas. Un tiempo inédito de volver a casa y, poco a poco, convertir tu casa en un Refugio de Presencias.

El Centro Cultural San Pablo, de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, se abrió por completo para acoger “Presencias en su intimidad”, de la escultora Nour Kuri (Ciudad de México), una muestra que incluye un gran tablero de ajedrez de 4×4 metros con piezas de más de un metro cada una, colocado en el atrio y donde los visitantes pueden darle jaque a la dama por amor. Además de las 120 piezas que ocupan el retablo y la Capilla del Rosario, así como todas las salas del recinto.

Oaxaca para mí fue el dolor más grande que he sentido. Estaba aquí cuando supe que mi mami había muerto, así que Oaxaca se volvió una espina metida en el corazón. Ese episodio significó un cambio en mi vida. Nunca pensé que esa separación me traería al mismo tiempo una vida nueva. Fue un parteaguas. Siento que mi madre me mandó de regalo mi encuentro con el barro. La Nour que ves ahora es la más realizada, la que vuela en libertad. Cada obra ha sido un reto y un encuentro muy íntimo. Nunca sé que va a salir. No hago bocetos, tomo el barro y me dejo, y me voy, lo escucho y me escucha.

Se ha escrito mucho sobre el poder sanador del arte. Nour entró a ese lugar para curarse de una herida profunda, construyó un refugio e inició una búsqueda haciendo lo que más ama, y las Presencias la acompañaron durante todo el proceso hasta volver a Oaxaca para ser arropada amorosamente por su gente. Volvió con la medicina, sus palabras dibujadas en los muros, en las formas de sus esculturas que nos recuerdan que los seres que más hemos amado y que más nos han amado nunca se van. Recorrer la exposición es como decir una oración, reconocer los colores de las emociones y mirarnos nos permite sentir el espacio en el que también habitan las Presencias; es dentro de nosotros, en los espacios que quedan en los abrazos largos, entre las máscaras que usamos, en los encuentros no planeados, en los versos que evocan algo o a alguien. En la exhibición de San Pablo hay una sala pequeñita con una ventana que conecta a los “Monjes en procesión” acompañados con cantos gregorianos: presenciar esta imagen es como volver a entrar en una memoria donde todo es paz y conexión profunda con la vida.

Gracias, Nour, por este viaje que es como “un barco que navega el cielo llevando a cuestas su pensamiento y el nuestro”.


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