PROMESA CUMPLIDA
El beisbol en la Ciudad de México fue amenazado constantemente desde la parte final de la década de 1980; un dolor de cabeza todavía más grande que la sensible pérdida de espacios para su difusión. La falta de un hogar de categoría para la práctica del Rey de los Deportes en su máxima expresión hubiera representado un daño absolutamente irreversible.
Fueron varias ocasiones en las que el Parque Deportivo del Seguro Social recibió indultos de último minuto para que las añoradas temporadas de pelota no perdieran continuidad en la capital del país, auténticos milagros cuando parecía que llegaría el out 27 para el gran templo nacional del deporte de las inteligencias.
Fue al término de la emocionante Serie Final de 1999, entre Tigres y Diablos Rojos, cuando se perdió la última esperanza de mantener en pie el gran estadio de Obrero Mundial y Cuauhtémoc: los propietarios de los equipos que lo habitaron durante más de 50 años no fueron contemplados para la venta del inmueble, y el único beneficio que recibieron fue iniciar la campaña del 2000 y despedirse a media temporada. Así nació la era del Foro Sol.
El cambio fue drástico: pasto artificial, una pantalla que no tenía comparación, sonido de altísima potencia, estacionamiento casi interminable, aficionados que jamás habían visitado el anterior inmueble, etcétera. El foro cumplió tan bien que las Grandes Ligas regresaron más de una vez; sin embargo, se sabía que no sería una casa permanente, es más, los Diablos se quedaron como únicos inquilinos a partir de 2002.
A pesar de que los éxitos deportivos no fueron pocos, la búsqueda de un espacio definitivo se mantuvo como una inquietud constante durante varios años para la directiva escarlata. Ofertas, estudios y especulaciones fueron y vinieron durante un buen tiempo, hasta que en 2014 se anunció que la Fórmula Uno volvería a nuestro país, una vez más el México Rojo tuvo que preparar una mudanza en medio de la celebración de un campeonato. Con el reloj en contra, seis meses de trabajo ininterrumpido transformaron el campo amateur del Fray Nano en un hermoso escenario para que los Diablos no perdieran su continuidad en la Liga Mexicana. La reconstrucción fue rápida pero no permitió que se perdiera el sabor y la tradición de un estadio que representó durante muchos años la sede más importante del beisbol recreativo en la Ciudad de México. El estadio, cuyo nombre representa un homenaje al reconocido periodista, Alejandro Aguilar Reyes, de inmediato fue bien recibido por los aficionados.
Con capacidad para poco más de 5 000 personas, el Fray Nano no tuvo problemas para cumplir con los requerimientos de la Liga Mexicana y fue solvente para recibir a las Grandes Ligas en 2016. Muchos vieron lejana la posibilidad de inaugurar otro estadio en la capital.
Ante la tremenda inversión para levantar el bello estadio de la colonia Balbuena, una parte de los aficionados a la pelota consideraban que don Alfredo Harp había cumplido su palabra de levantar un escenario propio para los Diablos Rojos. La sorpresa fue mayúscula cuando el propio empresario anunció que estaban en marcha los trabajos para la construcción de un parque con características jamás vistas en México y Latinoamérica.
El Estadio Alfredo Harp Helú se encuentra terminado en un 90 por ciento; quienes se ejercitan en la Ciudad Deportiva se sorprenden diariamente con los avances de la obra de dimensiones gigantescas y sus tres espectaculares pirámides.
Además de las continuas inspecciones de la parte directiva de los Diablos Rojos, la construcción ya fue inspeccionada por autoridades de Ligas Mayores, del gobierno capitalino y de jugadores actuales del equipo escarlata, quienes, a modo de cápsula del tiempo, enterraron un bat firmado en lo que será el home plate.
ESTADIO ALFREDO HARP HELÚ NUMERALIA
• 47145 m2 de construcción
• 13600 m2 de pasto sintético
• 1203 pilotes hincados a 45 m de profundidad
• 93000 m3 de excavación
• 62000 m3 de concreto
• 174 luminarias LED para el terreno de juego