PASIÓN POR MÉXICO
Diablos Rojos del México y Guerreros de Oaxaca volvieron a regalar emociones y buen beisbol en la segunda edición de la Liga Invernal Mexicana. Refrendar el campeonato fue un reto lleno de orgullo para ambas organizaciones, después de que en el verano se quedaron sin cumplir las metas trazadas en sus respectivas trincheras.
Con la experiencia de un año antes, Diablos y Guerreros volvieron a reunir a sus mejores prospectos para encarar la LIM, que se vio fortalecida con la llegada de nuevos equipos, y con una expansión que involucró a los estados de Hidalgo y Puebla. Víctor “Flamingo” Bojórquez fue el mánager encargado de estar al frente del talento rojo y negro.
A diferencia del invierno 2015, la temporada no inició con pronósticos tan favorables. Aunque el plantel no era tan distinto de aquél con el que ya se había alcanzado el título, había algo que no terminaba de cuajar como el cuerpo técnico esperaba. En realidad no era un solo problema la causa de un arranque lento. La Liga tuvo un nivel que demandó mayor atención y exigencia. Con la participación de jugadores de doble nacionalidad en distintos equipos, además de una presión natural que se generó con el anuncio de que Diablos Rojos y Guerreros no contratarían extranjeros para sus equipos grandes, todos los peloteros querían demostrar que estaban listos para que los tomaran en cuenta.
Así fue como nació la “Pasión por México”. Con una directiva que tomó una de las decisiones más grandes en la historia del beisbol mexicano, y con jugadores que, a pesar de ser muy jóvenes, entendieron que un paso era la única distancia que los separaba del éxito. Ganar era el nuevo reto.
Otra de las modificaciones para la nueva temporada invernal fue involucrar a la afición oaxaqueña con una serie de tres juegos que se desarrolló en el Estadio Eduardo Vasconcelos. Entre el cambio temporal de sede, el uniforme de la Tribu y la cálida aceptación de los aficionados, los Guerreros Rojos consiguieron tres victorias contundentes ante unos Pericos de Puebla que llegaban como los amos de la Liga. Ahí cambió la historia de la campaña.
Tras los enormes triunfos en Oaxaca, el equipo se revitalizó y ganar se convirtió en una constante, lo mismo como visitantes que defendiendo el diamante propio. El hábito positivo sirvió para dejar en el olvido la amenaza de la eliminación, y comenzó el repunte en las posiciones. La gran ventaja que tomaron los Pericos desde el inicio de la competencia impidió que Diablos y Guerreros pudieran alcanzar el primer sitio general, pero el segundo lugar permitió llegar en una posición cómoda a la postemporada.
En la modalidad de vencer en tres de cinco posibles juegos y con todos los equipos en la pelea reforzados hasta la médula, la semifinal enfrentó a los escarlata y azabache ante los Petroleros de Salamanca, representantes de los Sultanes de Monterrey, duelo que se repitió, después de ser el que definió al primer monarca de la Liga Invernal Mexicana.
El compromiso inició en la Ciudad de México, en donde Diablos y Guerreros consiguieron un par de triunfos. A pesar de la ventaja, el viaje a Salamanca tenía su dosis de peligro, ya que no fue la plaza más cómoda para los de rojo y negro en la temporada regular. Únicamente fue necesario celebrar un juego ante la afición salmantina, el pase a la final llegó por la vía más corta. Del otro lado, Pericos de Puebla también despachó a Tigres de Uriangato en el plazo mínimo, y el inicio de la gran final tuvo que adelantarse.
Los Guerreros Rojos y la Novena Verde fue la definición perfecta de la Liga Invernal. Al margen de una confrontación entre los dos mejores equipos de la temporada, también fue el reencuentro de dos estrellas en ciernes, que pelearon por ser el Jugador Más Valioso: Ray Torres Jr. de Diablos y Ricky Álvarez de Pericos.
La Final comenzó con triunfo de Puebla en el Estadio Hermanos Serdán, e igualada de Diablos-Guerreros en la continuación. Ante la igualdad de fuerzas, el pronóstico general fue que la batalla se iría hasta sus últimas consecuencias, pero el Fray Nano se negó a apagar sus luces sin conocer cuál sería el nuevo campeón. El aroma de que algo especial ocurriría fue percibido por una entusiasta afición capitalina que impulsó a su equipo durante tres días, para evitar la vuelta a la Angelópolis. Tres juegos y tres victorias en casa sellaron la captura de un nuevo título, el primer bicampeonato invernal del equipo que se mueve con una inmensa “Pasión por México”.