Boletín FAHHO No. 32 (Sep-Oct 2019)

PALINDROMA, ANOTACIONES Y DEDICATORIAS

Fernando Lobo


Are cada Venus su nevada cera

J.J. Arreola

La biblioteca personal de un escritor es también un registro biográfico: de cierto modo cuenta la historia del propietario. Los títulos y colofones revelan fechas de adquisición, gustos literarios, tendencias de época. Las anotaciones al margen expresan modos de pensar, y las dedicatorias dan cuenta de relaciones personales, unas afectuosas, otras más bien frías o diplomáticas. En ciertos casos registran también el itinerario de un libro, algún cambio de manos, azarosas mudanzas de una estantería a otra.

Aunque se han ido sumando colecciones relevantes, el fondo de la Biblioteca Andrés Henestrosa sigue conformado básicamente por la colección personal del escritor de Ixhuatán. Entre los volúmenes es común encontrar dedicatorias de celebridades como Efraín Huerta, Carlos Monsiváis o Amparo Dávila, rubricadas en páginas preliminares de primeras ediciones. Y a veces, la dedicatoria no va dirigida a don Andrés.

En la sección de narrativa de la Henestrosa se encuentran dos ejemplares idénticos de Palindroma, libro de relatos, o algo parecido, escrito por Juan José Arreola y publicado por el sello Joaquín Mortiz en 1971. Uno de esos tomos tiene una dedicatoria en la página 3, la escribió Arreola y dice así: “A Víctor, con el afecto de su tal vez más viejo amigo”. La inscripción lleva fecha de 1978. En la página 2 se lee una anotación posterior de Henestrosa: “Adquirido, como obsequio de V.G.A., hoy, sábado, 2 de dic. de 1985. Las mías serán tan buenas y tan amorosas como las manos de su primer dueño. Quedan aquí, en Ahuehuete 42, después de una lectura más: en cada una, una ganancia”. El texto funciona como arma apuntada contra el olvido, y de paso nos acerca al complaciente género de la autodedicatoria. La calle Ahuehuete, en Ciudad de México, hoy se llama Andrés Henestrosa.

Como cualquier otro libro de Arreola, Palindroma es inclasificable y exquisito. Se mueve con plena libertad entre el jugete literario, la erudición sin solemnidad, la prosa exacta y los textos breves que valen como entes autónomos y extraños, como uno que se titula “La disyuntiva”: “El error está en decidirse. No le diga usted ni sí ni no. Empuñe resueltamente los dos extremos del dilema como las varas de una carretilla y empuje sin más con ella hacia el abismo. Cuidando, claro, de no irse otra vez como la soga tras el caldero”.

La escritura de Arreola, llena de acertijos y de mirillas que conducen nuestros pensamientos a quién sabe dónde, invita a elaborar conjeturas sobre aquel par de inscripciones de puño y letra. Arreola dedica un libro a Víctor, de quien el autor es tal vez su más viejo amigo. Siete años después, Víctor ya se ha separado del ejemplar, que termina en venta de segunda mano. V.G.A lo adquiere y obsequia el volumen a Henestrosa. Así, las páginas de cortesía, que salieron en blanco de la imprenta, se suman a la obra literaria, le dan profundidad y la enriquecen. Los tomos adquiridos por don Andrés son parte de una serie que en 1971 agrupó la mayoría de las obras de Arreola. Junto a los dos Palindroma, hay dos ejemplares de Confabulario, y otros dos de Bestiario. Es de suponerse que Palindroma fue adquirido gracias a la firma manuscrita de Arreola, pero el comprador al parecer salió con otros cinco volúmenes.

En Palindroma solamente pueden encontrarse dos frases que digan lo mismo al derecho y al revés, es decir, palindromas: uno que pusimos de epígrafe, y otro más que irá al final, quizás como ejemplo de la serena misoginia, propia de esa época, que el autor va soltando, de vez en vez, a lo largo de la obra: “Adán, sé ave, Eva es nada”.

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