Boletín FAHHO No. 28 (Ene-Feb 2019)

MIO SOBRE RUEDAS: UN ESPACIO PARA TODOS

Dulce Rodríguez

Jugar le da la oportunidad al niño de practicar lo que está aprendiendo.
Fred Rogers

Actualmente el espacio público se considera una zona de riesgo para los niños, en consecuencia, cuando se piensa en espacios de juego y recreación para los niños, se consideran lugares cerrados y privados. En este contexto, los espacios de juego resultan un salvavidas para los niños y niñas que se reúnen y apropian de esos lugares con una intensidad placentera y gozosa. De ahí que se desprendan las experiencias de juego que influyen de manera positiva en la socialización, fortalecimiento de los vínculos de amistad, emociones y autoestima, por lo tanto, los niños se observan y reconocen desde una mirada libre, consciente y feliz.

Desde 2017, fecha en la que inició el programa permanente MIO Sobre Ruedas en colaboración con la Casa de la Ciudad, niños, niñas y familias se han dado cita mes con mes para desarrollar sus habilidades ciclistas. Desde los más pequeños hasta los más experimentados se reúnen para compartir sus experiencias con el uso de la bicicleta como medio de transporte. Y es que el ciclismo comienza con las primeras pedaleadas de triciclos y bicicletas, pero puede también convertirse en un forma de vida. Es por ello que uno de los objetivos del programa es fomentar el uso de la bicicleta desde la infancia y con ello recuperar los espacios públicos para todos.

La respuesta de las familias ante este programa ha permitido llevarlo a nuevos escenarios como el atrio del templo de Santa María del Marquesado, un lugar generoso en su arquitectura y naturaleza, construido por los franciscanos en 1550. Ahí niños y niñas se sienten identificados con su espacio de juego, en consecuencia, se promueve la adquisición de valores culturales, la participación y apropiación de entornos seguros de juego y recreación.

La necesidad de generar este tipo de espacios se hace visible cuando los niños y niñas participantes portan su chaleco, casco y rodilleras y comienzan sus primeros pedaleos. El asombro de las personas que pasan por la avenida no se hace esperar, y la alegría de los papás al ver a sus hijos aprender a andar en bicicleta es sumamente emotiva. Las experiencias y testimonios durante estos meses nos permiten enriquecer nuestra labor y la complicidad de generar, con ayuda de otras instituciones y colectivos, nuevas actividades que permitan una gran diversidad de intercambios sociales, áreas de juego y consciencia de espacios seguros para la infancia.

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