Boletín FAHHO No. 27 (Nov-Dic 2018)

MI VISITA A OAXACA

Sebastiäo Pinheiro

Recibí con gran alegría la invitación de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca para presentar la conferencia Biopoder Campesino y la Salud del Suelo, como gran cierre de los talleres en Etla, San Miguel Suchixtepec y Guelatao, donde trabajamos con campesinos y fuimos felices al conseguir cautivar corazones, o como decían los universitarios reformistas de Córdoba que ahora cumplen el primer siglo de existencia: “Soplar la brasa”, pues somos pueblo. Retorné muy feliz sintiendo el deber cumplido, los objetivos propuestos en ritmo creciente en mí y en todos los jóvenes, cada día más seguros y objetivos. Ellos me guiaron con la convivencia jovial que encontramos en las obras de Iván Illich, que desearán conocer. 

En la noche, ya tarde, fui a preparar la conferencia para la Fundación. El día siguiente comenzó temprano con un desayuno en el hotel del amigo Lic. José Luis Bustamante, con el maestro Toledo (a quien conocí en su taller artístico por la mano de la Dra. Elena Kahn, años atrás, durante mi primer viaje). En esta visita él me regaló un ataúd con un cadáver de elote de maíz transgénico, una obra de arte para la campaña en favor del maíz nativo de Oaxaca. La agenda continuó en compañía del coordinador de proyectos ambientales de la FAHHO, Ing. Félix Piñeiro Márquez, teniendo como cicerone al Dr. Alejandro de Ávila, director del Jardín Etnobotánico de Oaxaca, una obra de gran envergadura, con infraestructura moderna y sofisticada, donde se puede apreciar desde la recolección de agua de lluvia, hasta la ventilación para abrigar especies de bromeliáceas y otras especies de los ecosistemas húmedos de Oaxaca con necesidad de humedad alta y constante. Lo que me impresionó fue la colección de quelites, una de las riquezas culturales de la gastrosofía regional, reconocida en el mundo, parte del patrimonio cultural de la humanidad y del gusto culinario oaxaqueño idolatrado en México y el mundo de Charles Fourier, Rabelais y Momofuku Ando, creador de la Sopa Maruchan. Tuve una dicha muy grande al conocer la leucaena que da nombre al estado y la ciudad, entendí porqué se escribe Oaxaca y se pronuncia “Guajaca”. Saber eso para un forestal es motivo de orgullo y respeto. Nos recibió la doctora María Isabel Grañén Porrúa, presidenta dela FAHHO, quien tuvo la atención de obsequiarme un ejemplar del libro Dendrología natural, de Fray Juan Caballero.

Llegué con una hora de atraso para el encuentro con veinte ingenieros agroecólogos y otros técnicos, la mayoría acompañantes de la gira interdisciplinaria por las serranías, pero justifiqué el atraso por seguir el horario de Dios y de los campesinos, no el oficial de verano. Fue muy gratificante la evaluación de la gira con los colegas y otros presentes, y las propuestas presentadas de continuidad al trabajo técnico y organizativo. Sentimos finalmente el haber cumplido al estar de acuerdo en la viabilidad de la mayor parte de las propuestas, entre ellas que los niños en las escuelas municipales, estatales y federales deben tener una merienda totalmente natural, producida por campesinos agroecológicos, y repetí lo propuesto en la UACH (Universidad Autónoma Chapingo): que los responsables del futuro de la alimentación reciban lo mejor como alimento.

Estaba casi a la hora de la conferencia y fuimos a comer rápido, pues nos esperaba la periodista enviada por el maestro Toledo para una entrevista. Degustamos con gastrosofía un mole negro, pues lo añoraba desde mi cuarto viaje a Oaxaca. Las dos últimas imágenes fueron completadas por la Ing. Agroecóloga Nayeli Martínez, con una foto del maíz comparado con la cromatografía de Pfeiffer, que encantó a los campesinos, principalmente a los cafetaleros. Los cromatogramas indicaban un alto nivel de fertilidad. Me imagino cuando empiecen a usar las harinas de Rocas y Biochar (el apodo industrial del carbón vegetal que mitiga los daños del cambio climático), que sólo los campesinos pueden hacer, pero los grandes consorcios quieren vender como servicios, sin pagar el trabajo a los campesinos.

El salón de conferencias estaba lleno. Comenzamos reconociendo la diversidad cultural y, dentro de ella, a los campesinos que crearon el maíz, y el expertis culinario de los más de cuatrocientos quelites, alrededor de una decena vistos aquella mañana en nuestro quinto viaje a la ciudad. Cuando en el cuarto viaje estuve durante cuatro días en Chahuites, en las huertas de mango, debo decir que es uno de los lugares más calientes que he conocido en mi vida, inclusive comparándolo con Brasil, que es donde vivo.

Hablamos sobre los daños que causan los agrotóxicos que amenazan la salud de los campesinos, tema que no se enseña en las universidades, protegiendo así los intereses de las corporaciones, mediante la inducción de la General Education Board (GEB). Mencioné datos espeluznantes poco conocidos y que aterrorizan a cualquiera que necesite saber sobre los agrotóxicos. Para la industria de alimentos, el campesino es subversivo al producir alimentos naturales baratos y de alta calidad, mientras ésta los desvitaliza y transforma en materia prima cuyo valor alimenticio, después de la transformación, resulta menor del 10%. La mercadotecnia aumenta el valor en un 65%, debido a la escala de la producción. Es triste ver la pérdida de calidad. Lo más triste es que cuando un campesino abandona su tierra, la industria alimentaria gana dos veces, una porque ya no tiene su competencia, y la segunda es porque gana un consumidor para sus productos desvitalizados, coloreados y contaminados con aditivos. El campesino perderá parte de su cultura y tendrá solamente la melancolía al recordar que vivía en el paraíso que es Oaxaca.

A la mitad de la conferencia nos centramos en la calidad de los alimentos y productos agroecológicos, y su beneficio para la ciudad que prohibió el uso del peligroso envase de unicel, principalmente por su metabolito 7 hidróxido de estireno.

Intercalé imágenes de las localidades y reuniones con campesinos. Fuimos llevando un poco de alegría a los presentes, compartiéndoles lo importante que es para el mundo hermanarse con los campesinos para construir juntos la restauración del poder campesino.

Hablamos mucho del herbicida Glyphosate (glifosato) por sus riesgos y peligros para la salud humana y ambiental.

Culminamos con la máxima agro-ecológica, “el suelo sano hace crecer la semilla campesina sana”, produciendo el alimento sano que lleva a la consciencia cósmica de la raza, tal como nos dijo José Vasconcelos en su libro La raza cósmica.

Yo, un anciano, encontré jóvenes conscientes y competentes. Llamándolos a la solución de los problemas de la agricultura como “bomberos agroecológicos”, siento que puedo descansar, pues ellos son jóvenes y están puestos para agarrar la estafeta.

Los campesinos de Oaxaca están en buenas manos para restaurar el Biopoder Campesino por medio de la agroecología, que está muy próxima, pues en Oaxaca empezó hace más de once mil años, según documentación científica e histórica. Dormitaba, lista para una nueva calenda, con la alegría colectiva tan característica.

El viejo Rockefeller fue derrotado, pues quería una nación de trabajadores, pero Oaxaca tiene una población de artistas y pensadores, la gran mayoría de ellos campesinos a quien yo saludo por alimentar a la humanidad con lo natural, nutritivo, barato y cultural. Después de la conferencia nos tomamos muchas fotos e hicimos una visita al Museo Textil y al complejo del Centro Cultural San Pablo a cargo de la FAHHO, sede de la conferencia.

Me siento rejuvenecido, espero poder volver para aprender mucho más, pues nadie enseña en esas serranías, solamente se aprende y mucho. Hasta pronto. 

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