Mi encuentro con Morales
Entre montañas moradas existe un pueblo bañado de flores
amarillas, rosas y violetas: se llama Ocotlán de Morelos, aunque
podría llamarse también Ocotlán de Morales, porque ahí nació
un artista llamado Rodolfo Morales, un maestro del color.
María Isabel Grañén Porrúa
No fue un día como cualquier otro. Trabajar en el Museo Infantil de Oaxaca era una de las cosas que más quería y, sin imaginarlo, quedé al frente del Proyecto Ocotlán.
Desde que era una niña mi mamá y yo íbamos de compras todos los viernes de plaza. Recuerdo que nos sentábamos en el Palacio Municipal, donde se asomaba algo que llamaba mi atención: tenía muchos colores y cubría un espacio al que no se podía acceder fácilmente, pues un guardia siempre estaba ahí, vigilando. No lo sabía entonces, pero ese vistazo al mural del Ayuntamiento había sido mi primer contacto con un artista que cambiaría el rumbo de mi vida.
Pasados algunos años, entré a trabajar al MIO. Allí conocí un proyecto dedicado a las infancias en el que, me contaron, yo estaría a cargo de hacer llegar todas las actividades a la comunidad de Ocotlán. Aprendí sobre el collage, visité por primera vez el convento de Santo Domingo y, sobre todo, pude admirar de cerca las obras del maestro Rodolfo Morales.
Ese instante detonó algo nuevo en mí. Morales me interesó especialmente por la forma en la que pintaba a las mujeres. Su obra estaba repleta de expresiones, pero eran rostros muy distintos a los que veía en otros lugares. Como él no se esforzaba en pintar mujeres felices, yo sentía que los personajes de sus cuadros eran mujeres reales. No sé si estaban tristes, cansadas o resignadas, pero algo en ellas me hacía pensar que trabajaban mucho, que no tenían muchas posibilidades de hacer otra cosa más que dedicarse al hogar.
Hablando de los paisajes, puedo decir que me resultaban muy pintorescos. Veía en ellos a Ocotlán y a su gente plasmados tal y como yo los conozco; tanto lo onírico como la realidad. Al mismo tiempo, el contraste de los rostros y el colorido me hacían sentir que estaba en un mundo completamente hecho por Morales, en un mundo donde mujeres tristes con manos grandes abrazan y protegen a su pueblo.
Son muy pocos los artistas que representan a su tierra con tanto amor como él lo hacía. Ves la obra; pero también ves el mercado, la plaza, la gente, la música, la religión, los perritos, los campos trabajados y esas jacarandas tan moradas que te guían desde San Martín Tilcajete hasta la entrada de Ocotlán. Eso es lo que lo hizo tan especial para mí.
Sin embargo, soy una educadora y tenía el inmenso reto de ayudar a los niños a ver lo que Morales mostraba en su obra. ¿Cómo ampliar su visión?, ¿cómo invitarlos a experimentar lo que yo había sentido?
Todos los estímulos que recibimos durante la infancia configuran la forma en la que vamos a concebir el mundo. Pronto entendí que los niños solo necesitaban un empujoncito; tienen tanta imaginación y creatividad que únicamente tuve que presentarles a Rodolfo Morales y decirles que no había límites, que el arte es una forma de expresar lo que, muchas veces, puede ser considerado una locura, además de ser una vía para comunicar nuestras emociones.
Este mensaje resonaba especialmente para mí. Desde mi adolescencia el arte fue uno de mis principales intereses, y conocer la obra de Morales me ayudó también en mi desarrollo personal y profesional. Aunque el Proyecto Ocotlán terminó hace cinco años, aún soy parte del MIO, donde sigo enseñando por medio del arte y la creatividad como coordinadora educativa. Las niñas y los niños son esencialmente imaginativos, pero a veces siento que esto ha dejado de ser importante para quienes los educan.
Cuando conocí a Morales, comencé a buscar lo bello en las caminatas por la mañana, en los viajes en urbano, los atardeceres, las estrellas, las plantas, el cielo y en todo lo que puedo imaginar. Ese sigue siendo uno de los objetivos del MIO: nos esforzamos a diario por mostrar a las niñas y los niños el mundo que está más allá de las pantallas, por sacarlos a mirar lo bonito de las costumbres y tradiciones, y del arte popular. Intentamos hacerles vivir lo difícil y también lo satisfactorio que es construir un títere, pintar sobre un lienzo con sus piecitos, que sepan que son capaces de entender y crear un mundo a su manera.
Este mes de mayo se cumplen cien años del natalicio de Rodolfo Morales y en el MIO lo celebraremos con todo tipo de historias y actividades dedicadas al maestro del color. Visítanos y aprende sobre el collage, la pintura, los árboles y la restauración. Pero no solo eso, también descubre ese pueblito hermoso al que le dedicó su vida: Ocotlán de Morelos.