Metas en la vida: sembrar arbolitos
Cuando era pequeña y escuchaba aquella frase sobre las metas de la vida: “Tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol”, pensaba que era una cosa demasiado fácil. “Por supuesto que sí, ¡allá voy vida adulta!”. ¿Por qué nuestros abuelos y padres lo hicieron parecer así, tan sencillo? Tener un hijo, ¡listo!, solo hacía falta desearlo, ¿no? Escribir un libro, ¡listo!, total, sabía escribir y mis maestros decían que mi ortografía era “impecable”. Sembrar un árbol, ¡listo!, pan comido, ¿qué más había por hacer en esta vida? No podía ser así de simple. Oh, sorpresa. Los caminos de la vida no son lo que yo pensaba. Sembrar un árbol no implicaba solamente sacar semillas de cualquier flor o fruto, como en el juego, ponerlo en la tierra y servirle agua. “Tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol” era cosa seria, ¡proyectos de vida completos! Afortunadamente, para cada una de estas tareas he contado con una amplia red de amigos, maestros, colegas y cómplices que me apoyan en el camino. Luego platicaremos de las dos primeras; hoy quiero hacer hincapié en la última de las metas: sembrar árboles (que en sí misma ya es enorme).
Elegir el árbol y el sitio, preparar la tierra y ordenar todo a su alrededor. Informarse si la raíz será gruesa o si es de copa ancha, verificar que no existan riesgos, contemplar a alguien que lo podará de manera correcta y que nos enseñará a hacerlo por nosotros mismos, eventualmente; seleccionar el mejor abono, regarlo a sus horas, hablarle bonito (¿estaba hablando del árbol o del hijo?)… Para nuestra fortuna, en el estado se encuentra la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca que apoya, desde hace 15 años, a quienes han tenido este mismo sueño de convertirse en sembradores de árboles: desde el Programa de Reforestación Social en la ciudad, con la donación de ejemplares para que las personas se los lleven en brazos (como al hijo) hasta la producción de manera sistematizada de árboles para reforestar enormes áreas que así lo soliciten, pasando por plantar árboles por toda la ciudad para alegrarnos la vida y dar sombra a los transeúntes. Y como un padre con su hijo, o como el escritor con su obra, desde la Coordinación de Medio Ambiente abrazan cada ejemplar de guayacal, macuil, primavera o pochote que crece en las calles de la ciudad, y con la emoción a flor de piel esperan que los oaxaqueños y todos aquellos que pasen o que vivan cerca de algún arbolito lo cuiden y rieguen y traten bonito. Porque no solo se trata, como decía, de hacer un boquete y dejar caer algunas semillas o sembrar una plantita; se debe tener convicción, fe, ánimo y dedicación. La Coordinación de Medio Ambiente de la FAHHO posee estas herramientas, y no dudo de que va a seguir cuidando esos arbolitos por otros quince años o más.
A estas alturas puedo decir que he palomeado de mi lista los tópicos “Tener un hijo” y “Escribir un libro” (porque insisto en que mi ortografía es “impecable”), pero este de “Sembrar un árbol” lo palomeo y renuevo cada vez con mayor emoción.