Lydia, la niña de los lentes

El inicio del año 2025 estuvo acompañado de un bello fenómeno astronómico: una gran alineación planetaria que se observó en la bóveda celeste durante todo el mes de enero y continuó siendo visible hasta inicios de febrero, deslumbrando a todos los transeúntes en sus meditaciones y recorridos nocturnos. Lydia, de 9 años, usuaria de la biblioteca infantil y juvenil de la antigua estación de ferrocarril, es una participante recurrente que no se pierde las actividades que se realizan en el club de ciencia; le encantan los días de observación con el telescopio y, al mismo tiempo, le fascina investigar las pequeñas partículas que hay debajo de su cama con el microscopio. Ella se autonombra “la niña de los lentes”, debido al manejo de los objetivos de aumento que se utilizan para la observación, ya que a Lydia le gusta cambiar los lentes del microscopio y telescopio para “espiar” de cerca los tallos de las flores y también las estrellas.
A Lydia, esta pasarela de astros que ocurre en el cielo nocturno le ha llenado de curiosidad, y decidió investigar en la biblioteca para saber un poquito más de lo que ella ha nombrado “Estrellas que no son estrellas, porque no se apagan”, refiriéndose a los planetas de los cuales ha detectado con singular alegría la órbita que siguen, así como la posición y el horario en el que aparecerán. Sin embargo, al acompañarla en su aventura en el descubrimiento de la Vía Láctea por medio de la literatura, nos ha platicado que su interés por la geografía y el universo ha sido casi anulado en sus clases, al estar sometida a tareas aburridísimas e interminables, cuando lo que ella quiere es imaginar, pensar en cómo sería volar hacia la luna, contar la distancia que hay de un planeta a otro e imaginar cómo sería tomar una foto desde la luna al techo de su casa.
Esta anécdota que me fue compartida por Lydia, “la niña de los lentes” o Lidy, como la conocemos, me hace pensar que no es tan descabellado creer que “estar en la luna” pueda traer beneficios para el pensamiento científico de nuestras infancias. Como educadores, al permitirnos jugar e imaginar también nos permitimos crear una pedagogía más flexible y libre, donde podemos mostrar nuestro interés genuino por la ciencia, los astros y la naturaleza para ser un acompañante de las infancias en sus descubrimientos.
Lydi ya tiene su telescopio y sigue espiando estrellas; ya sabe por qué algunas parpadean y otras no, pero también sigue aburriéndose en sus clases de geografía.