Boletín FAHHO No. 34 (Ene-Feb 2020)

Luz y sombra: autorretratos de Ixcotel

Jason Pfohl

El Taller Siqueiros, localizado en la prisión estatal de Oaxaca, México, celebra su segundo aniversario este mes de octubre. Lo que comenzó como un pequeño taller en una celda aislada se ha convertido en un estudio de impresión completo, biblioteca artística, laboratorio de dibujo y galería, donde docenas de personas han participado en talleres ofrecidos por artistas locales e internacionales. Gracias a la apertura de la administración penitenciaria y el voto de confianza otorgado a los presos por su trabajo duro, el Taller Siqueiros se ha convertido en una escuela de arte dentro de la cárcel. 

La producción de obra en el espacio es impresionante, existe un flujo constante de nuevas piezas elaboradas con distintas técnicas de impresión. Como maestro es muy gratificante trabajar con personas –muchas de las cuales jamás han tenido la oportunidad de hacer grabado– compartiendo y descubriendo nuevas formas de expresión a través del arte. En la prisión, la creación artística se convierte en un arma de supervivencia, un refugio y una puerta hacia la libertad. 

Luz y sombra: Autorretratos de Ixcotel se produjo entre los meses de mayo y octubre de 2018. Ni el vidrio ni los espejos están permitidos dentro de la prisión, así que el primer mes del taller trabajamos usando nuestra imaginación. “Imagínate como un animal, un demonio, un ángel, o con tu familia fuera de la prisión”. Tiempo después encontramos espejos de acrílico que permitieron a los artistas estudiar su cara, la estructura ósea de su cráneo, y observarse en tercera persona, objetivamente. Los dibujos, bocetos y ejercicios de escritura fueron posteriormente usados para imprimir grabados realizados en MDF o monotipos realizados en placas de acrílico. 

Mi concepto original para el taller era un mensaje dentro de una botella, haciendo uso del arte para enviarla fuera de la prisión. Mientras el taller avanzaba se hizo evidente que la botella no era una metáfora de esperanza, sino de desesperación. Una y otra vez la botella era usada para expresar la dura realidad del encierro y los problemas de adicciones que son tan comunes en nuestra condición humana. También hubo esperanza y humor en las obras, a veces burlándose de los estereotipos y jugando con el concepto de las máscaras que la gente suele usar cuando se encuentran en confinamiento. El nombre Luz y sombra refleja esa dualidad. 

Si algo he aprendido de trabajar en la cárcel, es que los seres humanos somos complejos. Todos nosotros tenemos la capacidad de experimentar una amplia gama de pensamientos, emociones y acciones. En realidad, nada es blanco y negro, sino infinitos tonos de gris. No hay personas buenas o malas. Las personas buenas hacen cosas malas, las personas malas hacen cosas buenas y, al final, no hay buenas ni malas, sólo personas. Espero que esta exhibición ayude a romper estigmas y estereotipos, permitiéndonos ver las caras de las personas, tal como se ven a sí mismas. 

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