Boletín FAHHO Digital No. 9 (Nov 2021)

Los calendarios y la naturaleza

Fabiola Monroy

La manera en la que el ser humano interactúa con la naturaleza siempre ha formado parte de su conocimiento. Inicialmente, desde las diferentes mitologías buscaba explicarse la creación de lo que hoy llamamos biodiversidad. Siglos después, al aparecer la imprenta, la producción y posterior popularización de las publicaciones de carácter periódico, este conocimiento fue diseminado por variados medios impresos, como los calendarios que, siendo de muy distintos tipos e intenciones, señalaron —y siguen mostrando— hasta a los más ajenos, las fases de la luna, los eclipses, las temporadas de lluvia y las horas en que amanece o se oculta el sol según las estaciones. En el territorio que hoy ocupa México, los astrónomos por excelencia fueron los mayas, quienes registraron todo tipo de acontecimientos astrales en la época prehispánica, según se consigna en las fuentes existentes, y llegaron a tener el calendario más preciso de todas las culturas hasta la actualidad.

En el mundo occidental, los auscultadores de los cielos también registraron en anuarios astronómicos, a partir de cálculos matemáticos, los acontecimientos astrales, dando con ello un sustento científico a los calendarios que se publicaban cada año con intenciones de diversa índole, como se verán a continuación.

La Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío, que se encuentra bajo el resguardo de Adabi, así como la Biblioteca Henestrosa y la Juan de Córdova de la FAHHO, poseen ejemplares de estas publicaciones periódicas mexicanas editadas en el siglo XIX. Bajo la denominación de “calendarios”, mostraban información tan variada como cronologías y conversaciones graciosas; tales calendarios revelan un mundo “inclusivo” en donde conviven la ciencia, la herencia grecorromana con sus signos zodiacales (tal vez un poco incómodos para una autoridad clerical) y las intenciones tanto religiosas como de sátira política. Hay calendarios liberales, “arreglado al meridiano político de la Federación”; de “la risa”, “del extravagante”, entre otros temas y, dependiendo de los recursos del impresor o de sus intenciones, destacan ediciones como el calendario de Andrés Boix para el año de 1854, que muestra, en el encabezado de cada mes, la ilustración de un animal, ya fuera una foca en el mes de enero o un venado en diciembre, entre otros como abejas, osos, alces, leones, camellos, jabalíes, bisontes, tapires y un coatí, en el resto de los meses. Este uso de ilustraciones no se repite en otras publicaciones.

Otro ejemplo digno de señalar dentro de la relación humano-vegetación es el Decimoquinto Calendario Religioso de JM Osorio para el año de 1878, arreglado al meridiano de Puebla, que incluye el “Diccionario de las plantas con sus emblemas para traducir un billete o selam”. En sus líneas nos remite a la relación que las plantas guardan con una categoría física o emocional, u otro tipo de intenciones; así, el abeto se corresponde con la elevación; la calabaza alude a la gordura, el azafrán se asocia a la orden categórica “No abuses”; mientras que el castaño señala “Hazme justicia”. El pino se vincula al atrevimiento, el zarzal a la esterilidad, el musgo al amor materno y el helecho es reflejo de la sinceridad. Hoy en día, algunas de estas especies botánicas se utilizan en prácticas tradicionales como el feng-shui y en los aromatizantes comerciales y artículos de aseo personal de venta cotidiana, tratando de regresar a los habitantes de la ciudad, artificial y momentáneamente, a un hábitat más esencial y, aparentemente, tranquilizante, resignificando su concepto y evidenciando el cambio de mentalidad experimentado un siglo después.

Sin embargo, también existen registros que nos llevan más allá de las imágenes impresas y nos acercan a archivos de sonidos de la naturaleza y de otros seres vivos. La Biblioteca Británica cuenta con una gran compilación de esos archivos,1 mientras que en México se puede visitar la Biblioteca de Sonidos Aves de México,2 la exposición Los sonidos de los animales mexicanos, 3 así como Los cantos de las aves de la Ciudad de México organizados por Biodiversidad mexicana.4

No hace falta enunciar la importancia de estos registros que, sin duda, acercan más a la humanidad con el entorno natural, espacio al que necesitamos regresar de vez en cuando para encontrarnos a nosotros mismos.

1 https://sounds.bl.uk/Environment

2 http://www1.inecol.edu.mx/sonidos/menu.htm

3 https://mexicana.cultura.gob.mx/es/repositorio/x2acnp2f9p-9

4 https://www.biodiversidad.gob.mx/cienciaciudadana/cantos_aves_cdmx


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