Boletín FAHHO Digital No. 13 (Mar 2022)

Los bosques están enfermos, pero también pueden sanar al mundo

Carlos Mallén

El avance del COVID-19 ha tenido efectos sobre los recursos naturales, impactando a la sociedad, lo que dificulta el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por la Organización de las Naciones Unidas. Por lo tanto, la recuperación sostenible es necesaria para continuar el avance de los objetivos vinculados con la gestión de los recursos naturales. Entre los ejemplos más claros está el ODS 15: “Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, revertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad”. En este sentido, las acciones de la Fundación Alfredo Harp Helú en beneficio del medio ambiente, así como el trabajo de la mano de las comunidades están en consonancia con estos objetivos.

Las medidas de recuperación pospandemia deberán reducir la vulnerabilidad social y, al mismo tiempo, proteger el ambiente. A partir de la pandemia, los efectos negativos sobre los ecosistemas son diversos. Uno de ellos es el incremento en la explotación ilícita de recursos naturales por grupos de delincuencia y mafias regionales que aprovechan la restricción de la vigilancia por las medidas de cuarentena. Además, en contextos marginales, la subsistencia de las comunidades depende únicamente de su entorno, lo que provoca el aumento en el consumo de leña, alimento y materiales para el autoempleo, reprimiendo la convivencia y el libre mantenimiento de los individuos.

Aunado a esto, se han relajado ciertas normas ambientales como la de plásticos de un solo uso. Los sectores de infraestructura y minería presionan para que se debiliten, por ejemplo, las manifestaciones de impacto ambiental a las que consideran trabas burocráticas para la reactivación de la economía. Y los gobiernos tampoco apoyan esta situación; el recorte presupuestal del Estado por la crisis económica derivada de la pandemia tendrá su máxima expresión en el futuro inmediato, con efectos sobre los ecosistemas y sus poblaciones. Caso contrario es la situación de los combustibles fósiles —eslabones iniciales en las cadenas de suministro y de valor— exentos de las medidas de restricción por la pandemia. No obstante, el cierre de fronteras y las cuarentenas sí afectaron a las economías, lo que se traduce
en la desaceleración de la actividad extractiva, provocando una restricción de la oferta y la demanda por interrupciones de las cadenas globales de suministro y por fuertes caídas en el comercio, respectivamente.

Algunas de las recomendaciones de organismos internacionales, como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, establecen que en la nueva normalidad la transición hacia una economía
sostenible brindará beneficios que superen los costos de inversión. Los incentivos financieros deben incluir valoraciones de la naturaleza como un activo rentable, así como su valor intrínseco o de existencia, y considerar las externalidades negativas de la extracción de recursos naturales. Se recomienda no relajar los esfuerzos de protección de la naturaleza por los desequilibrios económicos pospandemia puesto que hay un riesgo muy alto de perder el beneficio de los servicios ecosistémicos, incluso de forma permanente. La crisis debe ser un aprendizaje de la interconexión entre ecosistemas y humanos. La pandemia incrementa la necesidad de proteger los espacios naturales, así como de asegurar sus servicios a la población de manera sostenible. Es posible que la recuperación económica se construya de manera coherente, recuperando la salud de los ecosistemas, pero para lograrlo se requieren cambios estructurales, así como impulsar la transición hacia modelos productivos más sostenibles, inclusivos y adaptados al cambio climático.

Un elemento fundamental y tarea clave para proteger la salud humana es unir esfuerzos y preservar la diversidad e integridad de los ecosistemas, respetando sus fronteras naturales y evitando la fragmentación, degradación y destrucción de hábitats.

El Banco Interamericano de Desarrollo, en su publicación del 2021, Cómo sanar el mundo herido, cuestiona “¿Qué aspectos del mundo prepandémico queremos realmente restaurar?”. Equilibrar las aspiraciones humanas con las necesidades de la naturaleza, considerando las consecuencias de la crisis climática, la degradación generalizada del ambiente y la excesiva explotación de los recursos naturales, quizás exigen un replanteamiento del concepto de “sostenibilidad”. En lugar de la concepción antropocéntrica, proponer una definición en la que los derechos de todos los seres vivos tengan un peso comparable al del humano. Debemos apresurarnos y acordar nuevos términos para un nuevo contrato social, un contrato natural, un contrato con la vida. Dicho contrato debería implicar nuevas formas de asignar valor a los recursos naturales y una rendición explícita de cómo las decisiones de hoy afectarán a las futuras generaciones de seres vivos.


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