LEER COMO UNA POSIBILIDAD DE CONSTRUIR
Hoy es una hermosa tarde para hacer conciencia juntos de que, entre otras muchas acciones y elementos apremiantes, este mundo necesita personas que lean.
Un día, hace ya años, aprendimos a escribir y a leer para entender los signos que nombran lo que existe en nuestro mundo. Aprendimos a leer nuestro nombre. El nombre de nuestros padres. El de nuestro estado. El de nuestro país.
Leyendo fue que muchos también empezamos una búsqueda (para algunos, la búsqueda de nuestras vidas). Gracias a la lectura, accedimos a mundos ajenos a nuestro entorno inmediato, mundos que ejercían gran atracción sobre nuestro espíritu, que poco a poco, con la lectura, también se fue modelando.
Pasamos de etapa en etapa, de lectura en lectura; y un día nuestro mundo ya no pudo entenderse sin que leyéramos.
Leímos para saber. Para saber-nos. Para aprender. Para imaginar. Para enterarnos. Para conocer realidades que otros no sólo vivían, sino sufrían. Leímos para tener una opinión; leímos para tomar decisiones.
Es indudable que a través de la lectura nuestro esquema de pensamiento se estructura, se transforma, crece exponencialmente. A través de la lectura modelamos nuestra sensibilidad; fortalecemos nuestro sentido del honor y del deber; y también somos invitados a descubrir y a desenterrar la esperanza de entre la más profunda miseria humana.
Leyendo es como perfilamos de mejor manera nuestra ciudadanía, y es como somos interpelados para adoptar posturas adultas (sí, hoy, cuando lo adulto no está de moda) ante el mundo que vivimos. Leyendo es como podremos saber en cuáles fuentes de información podemos confiar y en cuáles no. Leyendo pulimos y clarificamos nuestra conciencia; y cuando los lectores contribuimos a la formación de otros lectores competentes, es cuando hacemos realidad un verdadero apoyo para que otros sean mejores ciudadanos y tomen decisiones fundamentadas.
Porque parte de nuestra responsabilidad al leer y al acompañar a jóvenes en su formación como lectores, también consiste en apoyar su búsqueda de la mayor objetividad posible para entender la realidad e intervenir en ella.
Tarea complicada, máxime cuando nos damos cuenta, a través de nuestra lectura, que al día de hoy, 66.8% de la población de Oaxaca vive en pobreza y casi un cuarto de su población en pobreza extrema; que en lo que va del año van 112 muertes violentas de candidatos a puestos públicos en toda la República –perdón, hoy ya suman 113–; y que en estos últimos años el grado de impunidad de tales crímenes ha crecido a niveles exorbitantes (se habla del 99.6% hoy día).
Y es que leyendo, también hemos vivido en este México nuestro, desde el estupor hasta la indignación.
Una comunidad lectora es una comunidad que piensa mejor, planea mejor, elige mejor, exige lo que sabe que puede exigir. Una comunidad lectora sabe qué quiere, al escribir conscientemente su nombre y al elegir dónde lo escribe.
Una comunidad lectora es a la que aspiramos al apoyar la formación, junto con la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, de promotores y mentores de lectura. En la Universidad La Salle queremos hacer conciencia de que necesitamos con urgencia una comunidad que se sacuda a partir de lecturas pertinentes y a la altura de nuestro tiempo, pero que también se movilice en acciones concretas que no demanden, sino que construyan, sí, construyan justicia: ladrillo a ladrillo, paso a paso, peldaño tras peldaño, letra a letra…
No es una utopía, no. Al leer, la paz también puede ser posible.