Boletín FAHHO Digital No. 42 (Sep 2024)

Las substancias del texto y los testigos de los libros

Dianna Frid

En 2014, cuando por primera vez la Dra. María Isabel Grañén me invitó a explorar la colección de la Biblioteca Francisco de Burgoa, me di cuenta de que muchos de los libros de la colección estaban repletos de agujeros de gusano. Los libros llegaron así a la sede que actualmente los alberga. Estos hoyos fueron los nidos de insectos que se incubaron y se alimentaron dentro de ellos. Desde entonces he regresado con frecuencia a Oaxaca para visitar estos materiales tan extraordinarios. Como artista plástica miro estos libros con asombro. Si bien ya han sido desempolvados, no se pueden restaurar para que sean leídos convencionalmente, pero sí se pueden leer con otro tipo de sensibilidad.

En lugar de considerarlos como libros dañados, sus hermosas páginas se han convertido en una invitación para confirmar que la transformación de la materia es inevitable. Una pregunta que estos libros nos incitan a plantearnos es cómo podemos reimaginar la lectura de libros con túneles de larvas. Mi curiosidad surge de la bibliofilia, del amor por los libros. Es por medio del afecto que reconozco una necesidad semejante a la de los insectos: que estos libros funcionen como espacios habitables. Para nosotros esto es una metáfora literaria, para los bichos es literal.

Mucha gente piensa, erróneamente, que los libros antiguos no son relevantes en la era de las pantallas y del Internet. Yo creo que los insectos son los bibliófilos que otorgan nueva relevancia a este material, pues son los creadores originales de hipervínculos entre una página y otra más lejana. Esto puede hacer que lo que es aparentemente arcaico se vuelva futurista. Hemos de recordar que el fenómeno que también llamamos “agujero de gusano”, en el sentido cósmico, le debe su nombre a los llamados agujeros de gusano “arcaicos” de los libros viejos. Los científicos se adueñaron de esta excelente metáfora por su precisión imaginativa. Los agujeros de gusano cósmicos son, después de todo, especulaciones científicas sobre la posibilidad de viajar a través del tiempo y del espacio, por lo que están relacionados con las excavaciones que las larvas hicieron para remediar el obstáculo de la página y así atravesar el universo de un libro. Invito a quienes aún no conocen estos libros agujerados a verlos como espacios que se comparten con otras especies. Cuando los miramos con curiosidad y no como aberraciones, podemos imaginar vínculos entre el ser humano y otras especies. Esto tiene relevancia hoy en día, ya que los humanos, con nuestra ambición insaciable, hemos hecho que la supervivencia de otras especies se vuelva precaria. Los libros con agujeros de gusano son, en cambio, evidencia del cosmos que alberga a todo tipo de organismos. Al igual que los gusanos, somos organismos que nos gestamos y florecemos –aunque, en nuestro caso, de forma poética– por medio de los libros. Nuestras afinidades con estos seres son afirmaciones de fuerzas vitales e irrefutables.

Cabe decir que los libros de la Burgoa han sido limpiados y cuidados: ya no les queda ningún insecto, ya no hay riesgo de propagación. Y así, al ser nuevamente conservados en su estado agujerado, pueden seguir brindándonos la maravillosa evidencia de cómo la materia se transforma. Como artista, considero que los gusanos produjeron, aunque sin proponérselo, algo visualmente deslumbrante y complejo. Nunca fue su intención destruir textos maliciosamente.

En el 2025 presentaré en las bibliotecas Burgoa y Henestrosa dos exposiciones paralelas con obra influenciada por una reflexión sobre los libros con hoyos de insectos. Por medio de estas muestras, deseo que un público diverso descubra que estos libros encarnan asombros más allá de su apariencia estética y de su contenido textual. Desde mi posicionamiento profesional, me enfoco en las substancias del texto y en los testigos de los libros. La transformación de la palabra escrita se relaciona también con su opuesto: con su “des-escritura”. En sí misma, la palabra “texto” se relaciona con la materia del tejer: ambas provienen del latín texere. Esta etimología nos ayuda a ver que el sentido del texto surge, como los gusanitos, a través de la vitalidad que la materia nos brinda. El artista del movimiento Fluxus, Robert Filliou, dijo que “el arte es lo que hace que la vida sea más interesante que el arte”. Y de esta forma, los libros se transforman desde algo en estado de “descomposición”hacia algo que se vuelve nuevamente cautivador, y que, además, no tiene nada de descompuesto.


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