Boletín FAHHO No. 19 (Jul-Ago 2017)

LAS MUJERES LECTORAS DE SANTA MARÍA COYOTEPEC: SORORIDAD Y TRANSFORMACIÓN

Iraís Trujillo López / Socorro Bennetts

En febrero de 2016 fuimos invitadas a visitar las instalaciones de la escuela primaria Benito Juárez en Santa María Coyotepec. 18 grupos con sus respectivos docentes y 415 alumnos estaban motivados para recibir al programa Seguimos Leyendo. Una directora menor de 40 años, Sasha Pérez Cruz, y su planta docente, nos dieron la bienvenida. Su liderazgo ha sido fundamental.

Irais Trujillo López es la responsable de dirigir y encaminar las sesiones de lectura cada miércoles por la mañana y de sensibilizar y empoderar a todas y cada una de las admirables guerreras.

Desde el inicio fue clara y determinante la participación de las madres de familia. Arrancamos con un taller de formación. Después de menos de un mes, hombres y mujeres de la comunidad estaban conociendo el programa y valorando su participación, ya que se les conmina a ser lectores mínimo un año. Aquí se dio el primer parteaguas, el grupo quedó conformado por quince mujeres.

Como es natural, al no tener casi ningún contacto con la literatura infantil ni con la lectura en voz alta frente a grupo, las guerreras lectoras partían con el temor de la primera vez, pero con el entusiasmo y determinación que las ha caracterizado desde un inicio. Son mujeres en su mayoría amas de casa, tres con instrucción académica de nivel superior. Iniciaron este camino pensando que sería en beneficio exclusivo de sus hijos e hijas, hoy han visto el cambio en ellas mismas y no están dispuestas a abandonarlo.

Teresa Prado, Leticia García, Guadalupe Aquino y Erika Pascual (que acude cada viernes con la pequeña Estrella, de seis meses) cursan actualmente el diplomado en estrategias lectoras; han descubierto su propia historia lectora; han tenido sus procesos catárticos; han roto prejuicios respecto a los libros. Una de ellas expresaba: “Antes, los libros me daban sueño, abría uno y no podía avanzar ni una sola página. Hoy los busco, los descubro y los disfruto, tanto para mí, como para compartirlos con otros”. Expresan su crecimiento en cuanto a sus seguridades, el poder de su palabra, el grado de negociación con sus esposos y parejas para dejar sus tareas cada viernes seis horas y venir a sus sesiones de diplomado. Salen felices, sonrientes y muy agradecidas por esta oportunidad de vida. Ahora ellas son promotoras de lectura, empiezan a hacer réplicas en otros centros escolares, donde inicialmente lo que las une son las edades de sus hijos, y por otro lado, las invitaciones que van recibiendo de otras comunidades cercanas.

Hoy acuden a la biblioteca de la escuela, misma que ha sido transformada considerablemente, antes una bodega de bienes obsoletos, tanto por las autoridades como por ellas y el tequio que brindan, y esto es una respuesta social a la exigencia natural de las niñas y niños, que desean volver a la historia escuchada en voz de las lectoras voluntarias y apropiarse de ella en la intimidad, y en varias ocasiones son los menores los que ya la socializan con sus hermanos y familiares. Se cuenta ya con bibliotecaria y préstamo de libros a domicilio, todo en menos de un año.

Aquí queda de manifiesto lo que los teóricos e investigadores nos exponen respecto al valor social y transformador de la cultura escrita cuando se acerca de manera colectiva, consciente y amorosa, cuando lo hacemos creyendo que es por y para otros, y nos nutre a todos los que nos involucramos, sobre todo de manera voluntaria, sin esperar nada a cambio y recibiendo mucho. A pequeña escala, la comunidad de mujeres de esta escuela ya expresa sororidad: se escuchan, se miran, se apoyan, se acompañan y se reconocen como generadoras de procesos creadores y transformadores.

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