Boletín FAHHO Digital No. 40 (Jul 2024)

La vida empieza a la sombra: Apuntes sobre el Día del Árbol

José Diego / Isabel González
Fotografías: Acervo de Medio Ambiente FAHHO

Llevo ya buen tiempo parado aquí, bajo la sombra del árbol.
Afuera el sol deforma la atmósfera y la visión de las calles
con sucesivas ráfagas de calor amarillo. Es mediodía. No
hay en el mundo, pienso, seres tan piadosos como los
árboles, de ellos es deseable aprender la compasión.

“A la sombra del árbol”, Edmundo Hernández

Cómo empezar a escribir un texto para celebrar el Día del Árbol1 en México (11 de julio de 2024) desde un lugar en donde la siembra de maguey y la construcción de conjuntos habitacionales parecen más importantes que la siembra de árboles; ahora que el calor abrasador, la escasez de agua, la ausencia de lluvias y los incendios forestales nos resultan angustiantes.

Entre el 1 de enero y el 6 de junio de 2024 se han registrado 5,482 incendios forestales en las 32 entidades federativas, con un total de 538,233.80 hectáreas de superficie dañada. Según el Sistema Meteorológico Nacional, del total de esta superficie, el 94 % corresponde a vegetación herbácea y arbustiva, mientras el 6 % es vegetación arbórea. Los estados con mayor presencia de incendios son: Jalisco, Ciudad de México, Michoacán, Puebla, Durango, Chihuahua, Tlaxcala, Veracruz y Oaxaca, que representan el 83 % en el contexto nacional. Las entidades federativas con mayor área afectada son: Jalisco, Oaxaca, Michoacán, Chiapas, Guerrero, Nayarit, Durango, Sinaloa y Chihuahua, que constituyen el 84 % en todo el país. Del total de incendios forestales en México, el 14 % corresponde a ecosistemas sensibles al fuego, es decir, que su recuperación de forma natural puede tardar cientos de años, como sucede con las selvas altas y medianas perennifolias (aquellas que conservan su follaje todo el año) y subperennifolias, selvas bajas caducifolias (las que pierden su follaje durante una parte del año), manglares y bosques de oyamel.

Cuando un árbol muere, ya sea en un incendio o por la tala, no solo desaparece un árbol, sino que se extingue un microclima y un microecosistema adecuados para el acontecimiento de la vida de muchos otros seres vivos: vuela desorientada el ave; se pierde un nido; huye la ardilla; el alimento escasea; los animales caen de las ramas como frutos maduros, abatidos por el sol… Pero, del mismo modo que cuando está vivo, si el árbol fenece por causas naturales la humedad retenida en su corteza posibilita la existencia de pequeños organismos como las plantas hepáticas, los musgos, los hongos y los líquenes, constituyendo así uno de los tantos escenarios para el acontecer de la sorprendente vida en el microcosmos.

En este sentido, el Día del Árbol no es sino un recordatorio sobre la protección, enriquecimiento e impulso de las superficies arboladas tanto en las zonas urbanas y rurales habitadas por seres humanos, como en las naturales que constituyen bosques, selvas, manglares y otros biomas. Su reproducción es importante porque estos seres proveen de servicios ambientales vitales para el planeta: regulan la temperatura gracias a que son capaces de frenar la radiación solar para evitar su impacto directo sobre la superficie terrestre; tienen un papel clave en el equilibrio del ciclo del agua; su existencia influye en la generación de precipitaciones; permiten a los suelos captar y retener el agua; ayudan a evitar la erosión del suelo y, con ello, a disminuir los escurrimientos e inundaciones; además, son una fuente importante de alimento y una materia prima necesaria en el desarrollo de la economía. En pocas palabras, constituyen diferentes entornos naturales propicios para albergar a miles de especies de animales y otras plantas.

Entre las funciones ambientales vitales más importantes que realizan se encuentra la producción de oxígeno junto a la captación y almacenamiento del dióxido de carbono producido por diversas actividades humanas, una de la casusas principales del cambio climático. No hay mejor mecanismo de captura de carbono en el mundo que el de los árboles: para realizar la fotosíntesis extraen dióxido de carbono del aire, en seguida lo fijan en forma de azúcar y finalmente lo liberan como oxígeno. El azúcar es la materia prima para generar madera, ramas y raíces. En consecuencia, el tronco se convierte en un increíble depósito de carbono, porque está hecho completa y precisamente de este elemento, de ahí la longevidad de los árboles y el hecho de que, aún con la muerte y la descomposición encima, se mantengan en pie. Pero incluso los árboles liberan un poco de dióxido de carbono cuando la lenta caída les sobreviene o cuando, durante toda su vida, mueren por sus hojas y, también, porque sus raíces queman azúcar para capturar nutrientes y agua. Sin embargo, en el maravilloso ciclo que las superficies arboladas conforman, los árboles vivos son capaces de hacerse cargo del dióxido de carbono que los difuntos dispersan con su putrefacción, además del de las combustiones producidas por las actividades humanas. Por eso son tan importantes los árboles jóvenes, porque mediante su acelerado crecimiento son capaces de extraer carbono de forma rápida.

Afortunadamente, dentro de un ciclo de vida natural son pocos los árboles que mueren y muchos los que brotan. Si bien la captura y almacenamiento de carbono en los árboles es un proceso natural aunque diverso según su edad promedio, así como las diferentes cantidades y velocidades con que retienen y acumulan el carbono—, hay maneras de ayudarles a retener más carbono mediante una gestión forestal adecuada. Lo primordial es mantener a los ecosistemas forestales como tales (selva, bosque, manglar, etc.), pues el cambio de uso de tierra trae consigo la liberación de carbono, además de la pérdida del potencial que la tierra tiene para almacenar carbono, que es otra forma en la que los árboles acopian este elemento. Por otro lado, la tala es admisible siempre que su objetivo sea restablecer la edad de las zonas arbóreas, así como garantizar su buena salud y correcta conservación a lo largo del tiempo. En cambio, si no hay tala, lo mejor será asegurar el aumento de la cubierta forestal. Esto ha de hacerse bajo la premisa de que reforestar no es igual que restaurar, es decir, sustituir especies nativas por exóticas no es lo mismo que estudiar y conocer las especies nativas para integrarlas a su hábitat. El problema consiste en que la introducción de un árbol extraño al territorio provoca una mayor presión al ambiente para mantenerlo vivo, y con esto se corrompe el equilibrio ecológico.

Es necesario aclarar que la siembra de un árbol jamás será inútil, incluso la de los exóticos. Todos disfrutamos sentarnos a la sombra de un árbol, y no se trata de un simple gusto, sino de un llamado, de algo que nos corresponde no por ser humanos, sino en tanto organismos vivos: el agua, el aire, los rayos de sol y la sombra, una temperatura agradable, un entorno propicio para la existencia. Nos sobran razones para celebrar a los árboles y no hay mejor forma de hacerlo que sembrando y cuidando. Se trata de dar a estos maravillosos seres un poco de lo mucho que hacen por todo el planeta, pues el árbol que nosotros somos capaces de olvidar, siempre, desde la quietud de su sitio y desde sus diversas formas de procurar cuidados, nos ha de recordar.

1 El 1 de julio de 1959 un decreto presidencial permitió instaurar oficialmente en el país la celebración anual del Día del Árbol el segundo jueves del mes de julio, asimismo instituye la Fiesta del Bosque durante todo el mes.


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