Boletín FAHHO No. 10 (Ene-Feb 2016)

LA TALLA DE MÁSCARAS DE MADERA EN SAN PEDRO IXTLAHUACA

Alma Rosa Espíndola Galicia

La fiesta comunal es un elemento muy importante para los pueblos de Oaxaca. En ella los habitantes tienen oportunidad de refrendar su sentido de pertenencia al propio terruño y ser parte de un rito colectivo que alegra y cohesiona. A decir de Octavio Paz, somos un pueblo ritual, en donde además, las celebraciones, festejos y fiestas nos permitan dialogar con la divinidad, la familia y los amigos. En las fiestas de carnaval y las ofrendas a los santos patronos se conjunta un sinnúmero de elementos entre los que destacan las músicas y las danzas, en estas últimas las máscaras son componentes significativos.

Las máscaras han existido desde tiempos muy remotos, son un preciado objeto de estudio, principalmente, en el campo de la antropología. Para fines de este escrito conviene destacar que éstas pueden simbolizar tanto a personajes representativos del entorno social —chamanes, caporales, extranjeros— como a animales —jaguar, zorro, venado—; también pueden representar deidades malignas o benignas; y que en Oaxaca existe un amplio mercado regional de máscaras, las cuales se utilizan en cientos de localidades, por ejemplo, en festejos como el de huehentones en los pueblos mazatecos, en el carnaval mixteco de Yolotepec, para las festividades de Santiago Apóstol y el Carnaval de Juxtlahuaca.

Para acercarnos al vínculo entre festejo, danzas y máscaras, vale la pena conocer la celebración a San Lucas Evangelista en San Pedro Ixtlahuaca —municipio que se ubica aproximadamente a 20 minutos de la ciudad capital y que colinda con la poligonal de la zona arqueológica de Monte Albán—. Ahí, cada 18 de octubre, se puede apreciar la Danza de los Viejos y Caporales. En ella, los danzantes cubren sus rostros con máscaras de madera.

Las máscaras de San Pedro Ixtlahuaca por muchos años fueron elaboradas por don Emilio Cruz. Cuando falleció se dejaron de hacer por más de tres décadas. Por fortuna, hace diez años Pedro Roberto Reyes López decidió convertirse en mascarero; los festejos a San Lucas Evangelista fueron su aliciente. A tal iniciativa se sumó su padre, Roberto Armando Reyes Vásquez. En la actualidad, padre e hijo elaboran aproximadamente un centenar de máscaras para los lugareños que, cada año, hacen la promesa de participar en la danza de su pueblo. Cada participante suele solicitar, con varios meses de anticipación, su máscara. Ellos deciden características y especificaciones: “que cierren y abran los ojos”, “que muevan la quijada”. Las piden con bigotes, con pipa o con detalles que dicten la imaginación y algarabía de cada persona. También elaboran las de los danzantes centrales: El Licenciado, El Caporal, El Viejo Mayor y de Los Viejos.

Estar en el domicilio de Los Ixtlas (Libertad 114, San Pedro Ixtlahuaca), como recientemente han bautizado al taller familiar de elaboración de máscaras, es una grata experiencia: observar cómo don Roberto selecciona y corta un trozo de madera de zompantle para elaborar una pieza, cómo va encontrando formas utilizando machetes, cuchillos, cinceles, mazos, hasta que emergen rostros; el detallado proceso de su hijo Pedro para lijar las piezas, resanarlas y, finalmente, pintarlas con tintes naturales y artificiales.

Gracias al entusiasmo y dedicación de Los Ixtlas, donde participan todos los integrantes de la familia para aprender a tallar máscaras, hoy la fiesta de San Lucas se ha revitalizado y, como dicen ellos, “una cosa lleva a la otra”, así que también decidieron formar su dueto de chirimía y tambor para acompañar a las múltiples mayordomías que a lo largo del año se celebran en Ixtlahuaca. Actualmente, además de las máscaras, elaboran estos instrumentos musicales para los festejos locales y, por encargo, para sus paisanos que radican en Estados Unidos, así como para otras celebraciones y para el público en general que aprecia la estética de estos objetos.

Esta familia, como miles de familias oaxaqueñas, valora la participación en la vida de su comunidad, reconoce que este fuerte sentido de pertenencia es una fuente de bienestar que proporciona placer y sentido. La elaboración de las máscaras y sus nexos con la danza es un ejemplo de cohesión social basada en la cultura comunal y en valores y creencias compartidos, expresión de una forma de vivir en donde la capacidad de cooperación de los individuos les permite enriquecerse recíprocamente.

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