La recreación frente al absoluto
Con la exposición de Paloma Torres de fondo, Recreaciones urbanas, conversamos con ella en torno al mundo textil, área en la que incursionó gracias a la invitación que le extendió el maestro Toledo.
A lo largo de su carrera artística, Paloma se ha concentrado en la cerámica, pero fue el espacio urbano de la Ciudad de México lo que le despertó el interés por el textil. No obstante su estrecho vínculo con la ciudad, Oaxaca ha sido una de las fases más decisivas en establecer el rumbo de su carrera: “Me ha hecho entender y ver de otra manera, ¡qué importante es Oaxaca para el desarrollo cultural de este país! Y es gracias a los artistas que se han preocupado por educar visualmente a las nuevas generaciones, como lo hizo el maestro Toledo… Oaxaca teje cultura. Siempre me han gustado las técnicas artesanales, me gusta tener que prepararme para trabajar: tienes que entrar a un punto de meditación para crear… esa repetición con intención se transforma en un mantra, la acción manual se vuelve palabra”. Para Paloma, trabajar con la fibra es como realizar ejercicios de caligrafía; no solamente es un medio que invita a la reflexión, también habla mucho de quien realiza esta actividad: “la puntada es como la caligrafía… la puntada de cada uno es diferente, es su letra… bordar es una manera de escribir secretamente”.
En la muestra que presenta el MTO, viajamos por el antiguo DF a través de la mirada de Paloma. Ya sea en fotografía, escultura, grabado o fieltro, la artista plantea una nueva forma de ver espacios comunes y no precisamente hermosos, como el túnel de excavación para la línea 12 del Metro. Para ella, el arte es eso: aprender a ver distinto el medio en el que nos desarrollamos. Su obra nos invita a reconocer los espacios que habitamos y, con ello, reconstruir un entorno que ha sido edificado a partir de la destrucción. Así, una madera de cimbra recuperada de otros proyectos se erige a modo de estela, con hoja de oro remarcando las cicatrices que han quedado marcadas en la superficie de aquel árbol que fue derribado para construir nuestro mundo.
Como la cerámica, el textil no siempre ha sido bien recibido por la comunidad artística. Paloma cuenta cómo se desdeñaba la actividad manual y los textiles se relegaban a estereotipos de género; aún hoy se escuchan estos pensamientos de manera generalizada. Al preguntarle sobre la presencia de los tejidos de manera más recurrente en el circuito actual del arte, la artista vuelve al concepto de la destrucción y la recreación: “Hemos destruido tanto que volteamos a ver lo que tenemos más próximo… el textil está tan cerca de nosotros que se vuelve una forma directa de hacer y de dialogar. Se trata de retomar lo que está desapareciendo, como las fibras y los tintes naturales. El textil nos da calor, nos abriga, nos protege… y eso es lo que deseamos en este mundo que habitamos. Ya no se ve la poética del mundo y aunque el gusto por el textil se pueda malinterpretar como ‘cursilería’, en realidad se trata de buscar respuestas a partir de lo más imprescindible, de lo más elemental”.
Finalmente, nos cuenta: “La parte que me divierte es el proceso, y en el textil lo que cuenta es el proceso, pues nos exige estar en el aquí y ahora. En este mundo que se ha vuelto un lugar de absolutos, el proceso nos permite ir descubriendo las partes que componen un todo… es tarea nuestra armar cada una de esas partes para comprender la vida desde otra perspectiva”.