LA MESA DE TRABAJO DE UN CONSTRUCTOR DE RETABLOS EN LA MIXTECA OAXAQUEÑA
Entre julio de 2011 y enero de 2012 se llevó acabo la restauración del retablo de Santiago Apóstol, ubicado en la capilla mayor del templo de Santiago Yolomécatl. Este trabajo formó parte de la colaboración entre la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, el programa Fondo de Apoyo a Comunidades para la Restauración de Monumentos y Bienes Artísticos, la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH y la comunidad de Santiago Yolomécatl.
Durante los trabajos de restauración del retablo de Santiago Apóstol, se encontró —escondida detrás del retablo— una extraordinaria pieza histórica, única hasta la fecha: la mesa o el banco de trabajo de un constructor de retablos del siglo XVIII. Fue en el proceso del desmontaje del retablo que se localizó —entre el tercer cuerpo y el ático— un tablón o sección de madera que mide 5.28 m de largo por 32 cm de ancho y 8 cm de espesor.
La pieza hallada presenta una perforación de forma rectangular en cada extremo, que debió usarse para colocar los soportes del tablón. En una de las caras de la pieza se observan finos dibujos arquitectónicos, aparentemente a una escala 1:1, plasmados posiblemente con tinta o pintura. Estos dibujos permanecieron intactos gracias a que el tablón fue colocado boca abajo. Su conservación es tal que nos permite incluso observar las líneas guía para el dibujo, trazadas con la ayuda de una lezna o punta de metal. Sobre las guías se dibujaron los elementos arquitectónicos, que no están ordenados y se traslapan en parte, pero después de observarlos con cuidado se distinguen trazos que corresponden a cuatro partes principales de un retablo (véase el esquema).
Para facilitar su uso, cada dibujo viene con su respectiva letra que indica dónde inicia y dónde termina. Hay dibujos que corresponden al sotabanco (marcado por una S), el banco (b), la pilastra estípite (e) y la cornisa (c). La serie de dibujos inicia con el banco de forma bulbosa y una guardamalleta y continúa con las secciones de una pilastra estípite: la pirámide invertida está delimitada por molduras semicirculares que a su vez enmarcan otra guardamalleta. El área central del cubo ostenta un diseño trilobulado, la continuación del fuste se da con formas también bulbosas y es delimitado por un diseño que recuerda una hoja. La parte final se elabora a partir del fuste recto y remata con un capitel de rasgos corintios. En cuanto al diseño del entablamento —arquitrabe, friso y cornisa —, llama la atención que la segunda moldura del friso sea de forma redondeada. Entre el canto del banco y a un costado del estípite se perfila el sotabanco. El último diseño consiste en dos recuadrados en cuya área central se tiene un rectángulo y en la parte media un círculo. El primero se ubica a la altura del capitel y el segundo está de forma independiente al resto del dibujo; son la planta de una calle y los círculos representan los hoyos donde deben entrar las espigas de las columnas.
También hay una zona desgastada por las herramientas en donde se pueden distinguir las marcas dejadas por gubias, formones y compás. Finalmente, tenemos una guía en el costado de la mesa: una especie de regla, donde se pueden distinguir números y en la que se marcan las proporciones de algunos elementos como las molduras y sus partes.
La forma de presentar estos diseños en el blanco son semejantes a los que aparecen en los tratados y obras consultadas por artistas, arquitectos, entalladores y retablistas novohipnos. A partir de esta pieza se puede deducir cómo se trasmitía el diseño inicial a los miembros del taller. Esto debió requerir, al igual que en nuestros tiempos, de planos o dibujos, función que cumple este banco. Aunque la Nueva España contó con múltiples talleres de retableros durante la época colonial y la existencia de estos bancos debió ser común, ésta es la primera vez que se ha encontrado una evidencia directa de este tipo de mueble.
El estudio apenas comienza y hay muchas preguntas por responder. Seguramente este banco fue usado en otras comunidades debido al desgaste que presentan las orillas. Además, el diseño no corresponde totalmente con el retablo de Yolomécatl. Es posible que el dibujo sólo haya sido una guía que se adaptaba a las necesidades de cada obra. No obstante estas interrogantes, el descubrimiento de este banco demuestra una vez más que la Mixteca oaxaqueña está aún llena de sorpresas y enseñanzas.