Boletín FAHHO Digital No. 5 (May-Jun 2021)

La inmigración libanesa en México

Emilio Trabulse Kaim

Diversas razones llevan a una persona a abandonar su tierra natal y variados son los retos que enfrenta al llegar a su destino. En el trayecto se plantea innumerables cuestionamientos y sentimientos encontrados: nostalgia, amor por su familia y su patria, tristeza, ilusión, temor, esperanza, pero, sobre todo, posee la ilusión de un cambio positivo en su vida. Esa distancia que hay entre lo que deja atrás y lo que se encuentra al llegar está llena de misterio, porque desconoce lo que tendrá que hacer para salir adelante.

No hay certeza sobre el primer inmigrante libanés que llegó a México, sin embargo, la hipótesis más aceptada es que fue Boutros Raffoul, quien llegó en 1878, entrando al país por el Puerto de Veracruz. En 1888 su hermano Philippe llegó a nuestro país y se estableció en Monterrey, lugar en el que abrió una tienda que atendió hasta 1916, año en el que falleció. Sin embargo, los hermanos Raffoul nunca se encontraron.

Posteriormente, empezaron a llegar más inmigrantes libaneses, entrando casi todos por el Puerto de Veracruz, aunque otros lo hicieron por Progreso, en Yucatán. Entre ellos venían muchos intelectuales y comerciantes. Con el paso del tiempo, la colonia libanesa fue tomando forma y fuerza gracias al trabajo de los inmigrantes y de sus hijos, quienes se convirtieron en grandes empresarios, artistas, deportistas, así como importantes intelectuales que, hasta la fecha, han proliferado y elevado la importancia de los inmigrantes. Hoy en día, la colectividad libanesa asciende a más de 600 000 personas.

CENTRO LIBANÉS

Lo que originó la fundación del Centro Libanés fue la necesidad de contar, para los libaneses de origen, sus hijos y todos los mexicanos, con una casa en la que se pudieran reunir y acercar al arte y la cultura, fortaleciendo su amistad y matizando la dimensión de sus realizaciones.

Fueron los hermanos Antonio, Elías y José Fájer quienes dieron el paso definitivo para la realización de este sueño. El predio ideal se encontró al sur de lo que entonces era el Distrito Federal, en la Colonia Florida, abarcando las calles de Hermes, Barranca del Muerto y Minerva. La persona que realizaría tan importante tarea era un arquitecto mexicano de origen libanés, destacado por sus magníficos proyectos y su amor por el País de los Cedros: Antonio Abud Nacif, quien ya era reconocido por bellas construcciones como el Deportivo Nader, la Hacienda de la Purísima —que posteriormente fue la muy importante ganadería de Pastejé— y otras destacadas obras. La apertura fue el 21 de noviembre de 1962. Don Elías Fájer dio las palabras de bienvenida y la inauguración oficial estuvo a cargo de un mexicano muy querido por la colonia libanesa, el entonces presidente de la república mexicana, Adolfo López Mateos, que dijo: “Quien no tenga un amigo libanés, que lo busque”, frase que nos llenó de orgullo y que mereció una emotiva ovación.

INSTITUTO CULTURAL MEXICANO LIBANÉS

La estatua al emigrante libanés

Desde su fundación, el Instituto Cultural Mexicano Libanés ha jugado un papel importante en las actividades que realiza la colectividad libanesa. Por ejemplo, se invitó al Lic. Antonio Trabulse†, director del ICML —sabiendo que para cuestiones acerca del País de los Cedros sin duda era el más conocedor—, para que colaborara en la elaboración del proyecto del Monumento al emigrante libanés. Una vez que Tony le entregó al Sr. Assam todo lo que podría ser importante para la elaboración de la estatua, se pusieron en contacto con el Ing. Ramez Barquet para que elaborara dicho proyecto y lo presentara a los directivos del Club Libanés. Tras varias charlas se llegó a feliz acuerdo y el Ing. Barquet dio inicio al sueño que en breve sería una realidad. Años más tarde, a iniciativa del presidente del Consejo Directivo de CL, Gabriel Chimely Seade, se propuso hacer una réplica de la estatua para que fuera ubicada en Beirut, dirigiendo la mirada del inmigrante hacia el Occidente, como símbolo de la emigración hacia Europa y América.

La estatua fue donada en su totalidad por las diferentes organizaciones libanesas radicadas en México y por mexicanos de ascendencia libanesa. La idea se cristalizó en 1993, pero por la triste situación que prevalecía en Líbano era imposible enviarla; de nuevo el misterio que encierra la mirada hacia el porvenir jugaba su carta. Fue hasta 2003 cuando se dieron las condiciones y se le pidió al Ing. Barquet que hiciera dicha réplica para ser enviada a la capital libanesa. Un año más tarde, en septiembre de 2004, los directivos del ICML viajamos a Líbano para estar en el Mes de México en ese país. Una de las actividades más importantes fue llevar una ofrenda de flores para colocarla al pie de la estatua y rendir homenaje a los emigrantes libaneses en México.

La estatua simboliza la mirada hacia un nuevo horizonte en busca de una mejor vida para las familias libanesas y para ella se tomó en cuenta la vestimenta de una estatua que data de fines del siglo XIX, cuando dio inicio la inmigración. Los motivos que provocaron este éxodo se reflejan también en la estatua: sus ojos, que al mismo tiempo irradian tristeza, son símbolo de una afrenta para mejorar las condiciones de vida de los libaneses. Quizá esta efigie es la que entrelaza, finalmente, los destinos de aquel primer libanés en México y el de su hermano, y una figura que representa el agradable misterio de lo que nos aguarda.


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