Boletín FAHHO Digital No. 7 (Sep 2021)

La importancia del agua en los procesos de restauración

Roxana Govea Martínez
Al igual que nosotros, los libros y documentos tienen agua en su composición, pues son materiales orgánicos.

El agua es un elemento vital para los seres de este planeta, principalmente porque estamos constituidos por un gran porcentaje de ella. Al igual que nosotros, los libros y documentos tienen agua en su composición, pues son materiales orgánicos. El agua es parte de su estructura y mantiene la conexión de sus enlaces y de sus moléculas y, al mismo tiempo, crea una conexión con el medio ambiente: es como si respiraran. Si aumenta la humedad del ambiente, se hidratan; por el contrario, si la humedad baja, se resecan y se rompen estos enlaces, provocando pérdida de agua entre las moléculas; entre más agua pierdan, es más fácil que pueden llegar a carbonizarse.

En sus diferentes estados, ya sea en su nivel micro o macro, el agua es fundamental para la conservación y permanencia del patrimonio documental. Al mantenerse controlada, contribuye a que se conserven los acervos, pues las fibras de los documentos compuestas de celulosa se mantienen estables, cómodas, en plenitud.

Leonardo Da Vinci señalaba que “el agua es la fuerza motriz de la naturaleza”; así, me atrevería a decir que el agua también es la fuerza motriz de la conservación, porque constituye un factor indispensable para el desarrollo de sus procesos, además de ser el elemento esencial de cualquier procedimiento, por ser compatible, inocua, incolora, inolora, pura y estable.

En sus diferentes estados, ya sea en su nivel micro o macro, el agua es fundamental para la conservación y permanencia del patrimonio documental.

En estado líquido, el agua es elemental. Su movimiento continuo, como el fluir de los ríos, arrastra la suciedad de los documentos al ser sometidos a un lavado por un especialista. La tensión superficial permite que el papel flote. La gran capacidad de solubilidad de la molécula transporta los detergentes y, al mismo tiempo, rehidrata sus fibras y reconstruye los enlaces que estén rotos debido al paso del tiempo. Esa rehidratación también la podemos hacer cuando el agua se halla en su forma gaseosa, con vapor frío o caliente. También es un gran auxiliar para devolver el plano de los documentos, eliminando las arrugas y deformaciones. Como disolvente universal permite integrar un gran porcentaje de químicos que empleamos para preparar varias soluciones; por ejemplo, los adhesivos con los que podemos recobrar la estructura de los documentos (en conjunto con el papel japonés), así como reforzar puntas y faltantes en las encuadernaciones para recuperar su funcionalidad; los desinfectantes, con los que se controla el ataque biológico de origen fúngico; o como vehículo para disolver los colorantes para teñir papeles o acuarelas que dan sutiles pinceladas que completan la obra gráfica y los mapas.

De esta forma se podría continuar enlistando las contribuciones del agua en los procesos de restauración, algo que resultaría interminable. Esto, sin duda, es una muestra de que el agua es un elemento tan fundamental que está presente desde la formación del papel. Sin ella, no podríamos hacer resurgir la historia que vive en los documentos y libros que llegan a nuestras manos.


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