Boletín FAHHO Digital No. 11 (Ene 2022)

La cuna de los diablitos

Agustín Castillo

El maestro Francisco Toledo, tanto en su obra artística como en sus acciones, destacaba la importancia de crear espacios sin fronteras para jóvenes con grandes sueños: “Visitar un museo y leer un libro puede ser el comienzo para crear una gran obra”. Y es, precisamente, la obra del inolvidable artista oaxaqueño la que está presente en cada rincón del Estadio Alfredo Harp Helú; ahí se fusionan el arte y el beisbol para cobijar las ilusiones de niños que sueñan en grande, siendo el escenario perfecto “para crear una gran obra”.

En estos tiempos difíciles, el Diamante de Fuego se ha convertido en un auténtico oasis que brinda la oportunidad de sentir la esencia del beisbol, acompañando los sueños de niños que viven su transición a jóvenes alrededor de las 108 costuras. El torneo cuadrangular de la Copa Juntos por México, con el sello de la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú, encendió de nueva cuenta las luces y la ilusión. Después, el regreso de la Liga Invernal Mexicana vino a fortalecer el reencuentro, o el primer contacto, del aficionado con la sangre nueva, la sangre joven escarlata que, con esfuerzo, entrega y compromiso se ha ganado un lugar especial en el corazón del fanático rojo.

Tuve la oportunidad de conversar con algunos de los protagonistas que han brillado en el diamante sobre cómo fue su transición de niños con grandes sueños en el beisbol a jugadores escarlata. En primera instancia platiqué con Rosman Verdugo, Carlos Castellanos, Pedro Osuna e Ichiro Cano, quienes destacaron el gran valor que ha significado tener un maestro en casa, y ese lazo de amor hacia el beisbol que ha sido heredado.

El deporte empezó siendo un juego y conforme vas creciendo se convierte en más que eso, es tu sueño a alcanzar.

Todos coinciden en que el mayor sacrificio que han realizado ha sido el dejar a su familia y amistades. Estar fuera de casa por grandes lapsos de tiempo, y todo para buscar su sueño, siendo precisamente esos momentos intangibles los que representan los mejores recuerdos de su todavía muy cercana niñez, sumado a algunos objetos ligados al beisbol como su primer guante y, por supuesto, sus recuerdos, al haber asistido a la escuela de manera “normal”; todos reconociendo con orgullo que han sido buenos estudiantes.

A su corta edad ya sienten el nerviosismo cada vez que un pequeño se acerca a ellos a pedirles algún consejo, viéndolos como un ejemplo a seguir, y se les ilumina el rostro con sonrisas.

Yael Romero, el joven cañonero de la Ciudad de México, manifestó su amor por el beisbol desde muy pequeño, pero fue a los doce años cuando tuvo claro que quería vestir los colores escarlatas, siendo su abuelito, que lamentablemente falleció el año pasado, su principal motivador. A su corta edad se ha enfrentado a diversos fantasmas creados por factores o personas externas, y no permite que estos lo detengan, basando su fortaleza en el recuerdo siempre presente de su familia, viajando con dibujos de su hermano pequeño como auténticos amuletos. Al igual que a sus compañeros de equipo, todo esto lo ha hecho madurar de manera más rápida. “Yo juego por amor, es eso lo que me hace crecer, quiero salir adelante y ser una persona de bien”, declaró el capitalino.

Con porte y sangre de ídolo escarlata, Pedro Castellano Jr. creció entre diamantes profesionales. “El hecho de tener a mi papá e ir a los estadios todos los días con él por supuesto que influyó en mi amor a primera vista con el beisbol. Como a los 13 años supe que quería jugar de manera profesional y desde los 14, cuando llegué a la Academia en Oaxaca, lo he tomado con total seriedad”. Pedro destaca el gran impulso y consejos de sus padres: su papá trabajando más lo técnico y su mamá apoyándolo mental y sentimentalmente. Teniendo como principal modelo a seguir la carrera de su padre así como su disciplina y limpieza, sin embargo, es consciente de que él escribirá su propia historia.

Es así como un “juego de niños” se ha convertido en el sueño más grande de estos jóvenes talentos, que viven cambios y transiciones en academias, estadios, hoteles y carreteras. Todos teniendo como principal objetivo jugar beisbol de manera profesional, madurando a pasos agigantados, sí, pero sin dejar de lado el sueño de ese pequeño niño que los ha llevado hasta donde están hoy y que, seguramente, los seguirá llevando de la mano a alcanzar lo inimaginable.


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