Boletín FAHHO No. 6 (May-Jun 2015)

LA CIUDAD DE LAS CANTERAS Y EL ANTERIOR PAISAJE ACUÁTICO AL ORIENTE DE LA CIUDAD

Sebastián van Doesburg

El gran banco de cantera verde conocido hoy como la Ciudad de las Canteras constituye un paisaje cultural interesante. Durante varios siglos, se extrajo aquí la cantera para construir las iglesias y casas de la ciudad. Sin embargo, poco se sabe de su historia. Esto se debe, sobre todo, a la poca atención que los historiadores de la ciudad han prestado a sus alrededores, donde no predomina la arquitectura monumental histórica, sino los campos, ríos y otros recursos naturales de los que se aprovechaba la ciudad. Ahora, este paisaje cultural se ha perdido casi por completo con el crecimiento de la mancha urbana durante la segunda mitad del siglo XX, desvinculando el centro histórico de su contorno. Sin embargo, en la Ciudad de las Canteras existe la oportunidad de rescatar la noción de este paisaje cultural.

Parece que en un inicio se extrajo piedra de bancos más cercanos a la ciudad. En un informe de 1580 se escribió: “Esta ciudad abunda de materiales necesarios para edificar, porque hay a un tiro de piedra de ella, una cantera de donde se saca la piedra franca, que es una piedra blanca, blanda y fácil de labrar, en la cual se pueden sacar todas las molduras y figuras que en ella se quisieren hacer. […] Sirve esta piedra de hacer pilares, portadas y de adornar las esquinas de los edificios y casas”, aunque el autor anotó también que apenas “se han hecho algunas portadas y esquinas de piedra”. Lo demás era de adobe. Este banco, que surtió la piedra para Santo Domingo, quedó sepultado bajo la actual ciudad. La explotación de la cantera que conocemos hoy —la de Ixcotel— corresponde al auge económico del siglo XVIII. El floreciente comercio de la grana permitió que la ciudad reconstruyera muchos de sus edificios de adobe en piedra verde y era necesario abrir un nuevo banco.

En 1550, el área de la cantera de Ixcotel era aún parte de un sistema de ciénagas que se extendió a lo largo del río Salado, llamado Sayulatengo (“río de las moscas”) en náhuatl. Sin embargo, a partir del año mencionado, estas ciénagas fueron drenadas para crear tierras de cultivo. El carrizal más grande estaba cerca de la junta del río Salado con el Atoyac. En 1580 aún se acordó que “la ciénaga que por esta parte tiene solía ser antiguamente muy grande, de la cual se proveía la ciudad de hierba para las bestias […] de la cual hay ahora gran falta en tiempo de seca, porque siendo Luis de León Romano alcalde mayor desta ciudad, la agotó por muchas partes y no ha quedado de toda ella sino este pedazo. […] En esta ciénaga se crían aves diversas […] y de aquí se saca la juncia y muchas hierbas y flores con que se adornan los templos e iglesias en los días festivales”. De hecho, el mismo virrey Antonio de Mendoza escribió en las instrucciones a su sucesor que él había ordenado desaguar este carrizal: “Yo encomendé a Luis de León que viese dónde se podrían dar algunas tierras para que se siembren […]. Háse comenzado a hacer una sangradera para ello; allí podrá haber, no solo para los españoles, más para indios, muy buen pedazo de tierra para sembrar trigo”.

Otra ciénaga estaba en donde hoy está la cantera de Ixcotel. Veremos los indicios: en el año de 1686 se hizo un recorrido para reconocer los límites del Marquesado de Cortés, el cual rodeaba literalmente la ciudad. En cierto momento la comitiva llegó “a un cerrito alto de piedras blancas que se nombra las Peñuelas y encima de él está cortada y hecha una cruz en una de dichas peñas y dijeron dichos naturales de Santa Lucía [del Camino], mediante el dicho intérprete, ser división y mojón que divide los términos de su pueblo con la dicha ciudad y uno de los más principales y conocidos que dividen ambos territorios”. Estas “peñuelas” no son otras que las que hoy conocemos como Ciudad de las Canteras, pero nada dice el documento sobre la extracción de piedra, por lo que parece que aún no se trabajaba en este año. Apenas se había establecido “un pueblo pequeño que [tiene] hasta veinte casados que se llama Santa María Yxcotetl (‘encima de la piedra’). Y actualmente están fabricando y alevantando hermita de su advocación. […] y los naturales del dicho pueblo de Santa Lucía dijeron que habrá tiempo de veinte y seis años que se agregaron por terrazgueros del dicho de Santa Lucía y han querido fundar su pueblo y separarse [de la ciudad]; y que pedían a Su Merced que el presente escribano fuese a dar fe de un rótulo que está en la puerta de la dicha hermita que está acabada; que habiéndolo visto y registrado, dice así en números castellanos ‘1660 años’ lo cual certifico en debida forma”. En seguida, la comitiva siguió su camino, anotando: “Y desde este dicho paraje fuimos caminando hacia el sur hasta llegar a la junta de los dos arroyos: el uno que se hace de la derrama de la ciénaga que está junto a dichas peñuelas y el otro que llaman de la puente [esto es, el río Salado]”.

En este punto, el río Salado hace una curva pronunciada al sur. A partir de aquí, toda la tierra al oriente del río era parte de la Hacienda el Rosario de los dominicos –cuyo casco aún está en pie cerca de la URSE–, hasta toparse al sur con el cerrito Mexicatepec, pegado a San Antonio de la Cal. En 1580, se describió este paisaje en las siguientes palabras: “Por la parte del este [de la ciudad] hay otro río, que pasa junto a una ciénaga [se entiende la de Canteras] y caballerías de tierra de los religiosos de Santo Domingo [se entiende la Hacienda el Rosario]. Sirven y aprovechan las aguas deste río de regar trigos y maíces que se siembran a la redonda”.

Nada ha quedado de este rico paisaje acuático, lleno de carrizos, flores y pájaros. Ahora, la ciudad tiene sed. Sin embargo, quedan lugares de memoria, como son las paredes de cantera del viejo banco y los pozos inundados. Sería adecuado hacer aquí memoria del paisaje acuático que algún día acompañó y sirvió a la ciudad.

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