JUEGO DE LAS ESTRELLAS
A tres meses de su apertura, el Estadio Alfredo Harp Helú se preparaba para otro evento de gran magnitud: la edición 87 del Juego de Estrellas de la Liga Mexicana de Beisbol. El duelo entre los mejores y más carismáticos jugadores del verano marcaría apenas la cuarta ocasión que un escenario que, apenas al abrir sus puertas, recibe el duelo también conocido como “Clásico de Media Temporada”. La nueva casa del rey de los deportes en la Ciudad de México se unió al Parque Deportivo del Seguro Social, al Estadio Adolfo López Mateos de Reynosa y al Kukulcán de Mérida.
A diferencia de los escenarios anteriores, el Paraíso de los Diablos Rojos del México tuvo un propósito enorme: Mantener el creciente entusiasmo por el beisbol entre los habitantes de la capital del país, que, de acuerdo con los números, no se veía desde hace décadas, quitando los juegos inaugurales y de postemporada de la Pandilla Escarlata. Fue espectacular observar la entrega de los jugadores ante una afición que no se guardó ni un decibel de emoción durante los nueve o más episodios de la batalla, más allá del equipo que apoyaron.
El equipo de la Zona Sur pudo contar con la preferencia de los asistentes debido a la ubicación de Diablos Rojos y Guerreros de Oaxaca en esa división. El escuadrón sureño contó con la garra de Sergio Omar Gastélum en la estrategia, comandando a figuras como Erick Rodríguez, Ruddy Acosta y Erick Casillas de su tropa bélica, lo mismo que Jorge Cantú, David Vidal, Emmanuel Ávila, Juan Carlos Gamboa, Japhet Amador, Jesús Fabela, Arturo López y Nathanael Santiago de la novena escarlata, contra quienes habían luchado la temporada anterior por un lugar en la Serie del Rey, y ahora hicieron frente común.
La parte mágica del Juego de Estrellas radica en que, por una vez en la temporada, la afición por el beisbol se ve como una familia, aquí caben todos: los rojos, los verdes, los azules o del color que sea, el propósito es demostrar que la pelota vive y late con pasión desenfrenada.
En una época en donde no hay mucho que guardar, las comodidades que ofrece el Estadio Alfredo Harp se conocen de sobra. Cientos de aficionados disfrutaron del encuentro y de las actividades alternas recorriendo los pasillos del inmueble, que lo mismo consiente la vista con sus obras de arte, que invita a la tradicional selfie en sus enormes gorras o pelotas conmemorativas, sin pasar por alto la foto en el “Diablito” del maestro Sergio Hernández, que se ha convertido en el ícono del Diamante de Fuego.
Para los amantes de la potencia, el Derby de Home Runs resultó un manjar imperdible. La fuerza de los cañoneros seleccionados, más la combinación de una pelota muy viva y la altura de la Ciudad de México montaron un show espectacular, cuyo vencedor fue el portoriqueño Danny Ortiz, de los Pericos de Puebla. En la prueba de poder también participaron el estadounidense Alonzo Harris de Oaxaca y Japhet Amador del México.
Fue muy emotivo que durante el desarrollo del encuentro, Humberto Saiz y Francisco Campos recibieron reconocimientos por sus trayectorias. El “Lobito” Saiz debutó como umpire en 1982 y cuenta con un recorrido que incluye 25 series finales. En el caso de “Pancho Ponches”, se encuentra en su temporada de despedida, muy cerca de los 200 triunfos en una brillante carrera que le tiene reservado un pase automático al Salón de la Fama.
La Zona Norte se impuso a la Zona Sur por pizarra de 11 carreras a 6. El Estadio Alfredo Harp ya demostró que cada semana crecen sus atributos, los aficionados le pusieron música y color al gran evento y, por si fuera poco, el Juego de Estrellas fue el mejor de todos los tiempos.