Boletín FAHHO No. 9 (Nov-Dic 2015)

JÍCARAS LABRADAS: UN PRODUCTO CULTURAL DE PINOTEPA DE DON LUIS

Alma Rosa Espíndola Galicia

El vasto territorio ñuu savi en Oaxaca se divide en Mixteca Alta, Mixteca Baja y Mixteca de la Costa. El paisaje de esta última es un edén. Su flora,
particularmente las ceibas, amates, palmas, jícaros y guapinoles son, a la
vista, una diversa gama de verdes que producen una sensación de inmensidad reflejada en la creatividad de los pobladores de Pinotepa de Don Luis. Esta comunidad es reconocida por la valía y originalidad de su acervo cultural: música, danza, gastronomía, producción textil, talla en madera y labrado de jícaras se expresan con vitalidad y con una fuerte raigambre en su milenario proceso civilizatorio. Cientos de personas realizan objetos con el fruto de los árboles de jícara, que podemos encontrar en casi todos los patios de las casas, en las calles o en los plantíos de varias hectáreas en esta localidad. Sus frutos esféricos se han aprovechado para elaborar contenedores de líquidos, utensilios de cocina, sonajas, entre otros objetos apreciados por su utilidad. La facultad creadora de sus habitantes posibilitó formar relieves en las jícaras; la imaginación y la destreza característicos de cada labrador les ha permitido plasmar sobre sus superficies una estética y simbolismo particulares: elementos siderales, fauna diversa, grecas, múltiples y variados diseños abstractos que guardan en su memoria, toda vez que no se apoyan en bocetos. La principal herramienta para el labrado son las gubias elaboradas por los mismos artesanos, las cuales tienen una punta de metal que obtienen de cuchillos o machetes, con mangos hechos de madera, huesos o cornamentas de res.

Niños y niñas aprenden a labrar jugando y por medio del ejemplo —viendo al abuelo, al padre, al tío—. Por muchos años en esta comunidad el trabajo con las jícaras era a los hombres como el telar de cintura a las mujeres. En años recientes se han incorporado jóvenes mujeres a trabajar las jícaras con éxito y aceptación de sus familias.

Esta es una tradición viva, cuyos usos y funciones permanecen en su contexto local y están en contante transformación, adaptándose a nuevas formas, y produciendo nuevos objetos. La tradición persiste a pesar de la modernidad, ya que los procesos tan laboriosos y finos con que se elaboran han encontrado un mercado en donde lo manufacturado con productos naturales, por manos oaxaqueñas y que dan cuenta del patrimonio inmaterial, adquiere valor para los consumidores. Estos objetos han tenido una fuerte movilidad del mundo rural al urbano. Los objetos hechos con jícaras en sus distintas formas y tamaños —vasijas para beber, monederos, juguetes, portalápices, servilleteros, aretes, pulseras y collares, entre otros— transitan por distintas rutas, desde su producción hasta su consumo. Las vasijas en manos de un artista wixárika se convierten en magníficos recipientes con diseños en chaquira; en manos de diseñadores de interiores son objetos de decoración; en restaurantes, mercados, mezcalerías y en el hogar, encontramos jícaras (labradas o no) como continentes de tejate, agua fresca, chocolateatole, caldo de piedra, guacamole, sal de gusano y mezcal, entre otros diversos usos.

En Pinotepa de Don Luis, los jóvenes grabadores crearon una alianza con los maestros Noé Leyva y Juan Alcázar (Q.E.P.D.) para constituirse en Grabadores Mixtecos Unidos A.C., quienes han colaborado con Converse de México trasladando los diseños del labrado de jícaras a un nuevo soporte: la pintura en lona de tenis. Y qué decir de los artesanos que cuentan con un área de expoventa en la Casa de la Cultura del Bicentenario, ubicada en el centro de la población; allí podremos encontrar el trabajo en joyería y una extensa variedad de productos hechos con jícara.

También destaca el ímpetu de Olegario Hernández, que lo condujo a introducir en su comunidad, hace más de quince años, la joyería en jícara y que actualmente se crea y recrea en diversos talleres familiares. Es precisamente el maestro Olegario una muestra de la capacidad creativa de los artistas locales: él ha transitado de grabar en superficies redondeadas a soportes bidimensionales; su calidad artística se ha reflejado con particular éxito en la xilografía, la litografía y, actualmente, en el óleo.

Sin duda, en Pinotepa de Don Luis y en poblados circunvecinos hay talentosos artistas dedicados al labrado de la jícara. A todos ellos nuestra admiración y reconocimiento, porque contribuyen a revitalizar su sentido de pertenencia al pueblo ñuu savi. Estas líneas pretenden visibilizar y promover el trabajo creativo y constante de los portadores de la tradición, a los que provienen de esa raíz profunda y que son capaces de mantener y contribuir a un diálogo intercultural con otras maneras de mirar el mundo que, al cambiar, mantienen su iconografía y su manera de convivir con su entorno, a la vez que pueden generar fuentes de ingreso para el sostén de sus familias.

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