Boletín FAHHO No. 23 (Mar-Abr 2018)

IDENTIFICAN EL PATÓGENO DEL GRAN COCOLIZTLI DE 1545-1548

Sebastián van Doesburg

Entre 1545 y 1548, una horripilante epidemia llamada huey cocoliztli (‘el gran dolor’) por los nahuas, arrasó con la población indígena de Mesoamérica. La tragedia tuvo dimensiones apocalípticas: los historiadores estiman que en estos años murieron entre cinco y 15 millones de personas. Nada cambió jamás el curso de la civilización mesoamericana tanto como esta enfermedad y nada “ayudó” más a la colonización de su población. El Gran Cocoliztli no fue la única epidemia, aunque fue la peor: a un siglo de la presencia europea en Mesoamérica, entre 80 y 90% de su población había muerto a causa de las epidemias.

A pesar del impacto de esta tragedia, se desconocía cuál fue el patógeno que causó las elevadas fiebres, los dolores de cabeza, los sangrados de todos los orificios del cuerpo y la muerte súbita que describen los que atestiguaron la devastación del Gran Cocoliztli. Por décadas se había discutido el misterio: ¿Fue sarampión?, ¿peste bubónica? ¿Fue una infección bacteriana, quizás una fiebre entérica? ¿Fue viral, tal vez una fiebre hemorrágica?, ¿y cuál en particular? Ahora los científicos han encontrado una respuesta en un sitio arqueológico de la Mixteca oaxaqueña.

Regresemos al año de 2004, en que la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca (FAHHO) decidió apoyar un extenso estudio de la ciudad prehispánica de Teposcolula, impulsado por el arqueólogo Ronald Spores. El proyecto arqueológico de Teposcolula (2004-2009) fue novedoso en múltiples maneras. Dejando atrás el énfasis en la problemática teórica del surgimiento del Estado durante el Preclásico y Clásico (1500 a.C. hasta 750 d.C.), que en gran medida había impulsado la arqueología oaxaqueña desde la década de 1960, se enfocó en un sitio posclásico, esto es, un sitio de los últimos siglos de la época prehispánica, la época de los códices y de la Conquista. El objetivo era entender cómo eran las ciudades mixtecas del Posclásico y cómo se transformaron a raíz de la Conquista. La FAHHO convino en aportar los fondos para el proyecto, mientras que el INAH adoptó la dirección y la normatividad.

Cuando el equipo de arqueólogos dirigido por Ronald Spores y Nelly Robles García limpió con sumo cuidado el piso de la gran plaza central del emplazamiento prehispánico de Teposcolula durante las excavaciones de 2004-2006, notó numerosas fosas rotas en el estuco de la plaza de manera improvisada. En cada fosa, los arqueólogos encontraron restos humanos que habían sido depositados allí de manera apresurada, en total más de 800. Las fosas eran posteriores a la conquista de la Mixteca, pero anteriores al abandono de la ciudad en 1552, cuando se refundó en el fondo del cercano valle. Hubo poca duda: los muertos debieron ser las víctimas del terrible Cocoliztli de 1545-1548 que habían sucumbido desesperadamente en los palacios alrededor de la plaza. Fue algo terrible: de repente nos hallamos cara a cara con los muertos de la epidemia. Allí, el inconmensurable y abstracto dato demográfico de los textos académicos se tradujo en esqueleto tras esqueleto que fue extraído del subsuelo. Un primer estudio de estos muertos fue publicado en 2007 por Ronald Spores, Nelly Robles García, Laura Diego Luna, Laura Lizeth Roldán López e Ixtchel Guadalupe Ruiz Ríos. Ahora, a más de diez años de este primer artículo, estos muertos vuelven a hablarnos de sus últimos momentos.

El momento del macabro descubrimiento era oportuno. Desde la década de 1990 los avances en los estudios genéticos aplicados a la arqueología nos han ofrecido grandes revelaciones: desde la reestructuración del árbol de la evolución humana, la expansión por la tierra del Homo sapiens, hasta la domesticación de las plantas. A cada rato los científicos nos presentan nuevos y sorprendentes descubrimientos. Todos estos avances abrieron la posibilidad de buscar en los esqueletos de Teposcolula el patógeno que causó el cataclismo de 1545-1548. Un equipo internacional formado por Åshild Vågene, Michael Campana, Nelly Robles García, Christina Warinner, Maria Spyrou, Aida Andrades Valtueña, Daniel Huson, Noreen Tuross, Alexander Herbig, Kirsten Bos y Johannes Krause se propuso lo imposible. Los científicos primero determinaron que los 28 esqueletos seleccionados para el estudio eran de mixtecos locales a través del análisis de isótopos de oxígeno. Luego aplicaron un programa especializado para el análisis de grandes cantidades de datos genéticos, llamada MALT, al ADN extraído de la cámara pulpar de los dientes. Esta nueva técnica del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana en Alemania, que es muy útil para “escanear” un amplio panorama genético, contrastó aproximadamente un millón de fragmentos de DNA de los dientes con 2 783 genomas bacterianos conocidos. Para estar seguros, hicieron lo mismo con cinco esqueletos de Teposcolula que seguramente eran anteriores al contacto con los europeos. En tres de los 28 individuos de la plaza se encontraron restos inequívocos de Salmonella paratyphi C, un causante de fiebres entéricas. Sabiendo lo que buscaban, no tardaron en encontrar indicios en siete individuos más. La bacteria no apareció en los individuos de los entierros prehispánicos.

Este espectacular resultado, que dio la vuelta al mundo en enero de este año, seguramente abrirá el paso para más y mayores estudios del origen de las epidemias americanas. El crucial apoyo inicial de la FAHHO a este proyecto, cuyos frutos seguimos cosechando hoy, nace del interés por los fascinantes avances en la ciencia y el deseo por conocer la profunda y dramática historia del ser humano en tierras oaxaqueñas.

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