Boletín FAHHO Digital No. 8 (Oct 2021)

Fotografía de registro: aguadores

Juan Diego Juárez González

A finales del siglo XIX y principios del XX, durante el régimen de Porfirio Díaz, se implementaron en todo el país prácticas que buscaban legitimar un orden y una idea de modernidad, “lo cual se manifiesta en cosas tales como reglamentaciones cívicas, periódicos y rituales públicos”,1 en palabras del investigador Mark Overmyer-Velázquez. La jefatura de policía de Oaxaca de Juárez comenzó a utilizar la fotografía como medio de registro de los trabajadores de distintos rubros, así como de las personas encarceladas, con el fin de llevar un mejor control y de utilizar los avances tecnológicos, “inspirados en tradiciones coloniales y de principios del siglo XIX”.2 La utilidad de este soporte fue tal, que se extendió al registro de los oficios practicados en la ciudad como cargadores, cocheros, comerciantes, limpiabotas, mujeres públicas, policías y aguadores.

El papel que estos últimos desempeñaron fue de gran importancia para la sociedad de antaño. Se sabe que no solo en la ciudad de Oaxaca, sino en prácticamente todas las ciudades del país los aguadores fueron los encargados de acarrear el líquido desde las diferentes fuentes públicas hacia los domicilios que no contaban con un suministro particular. El número de personas que se desempeñaban como aguadores aumentó al mismo tiempo que lo hacía la población; por esa razón, en 1850 se legisló en la Ciudad de México una iniciativa para regular la actividad. Es posible que para el caso de la ciudad de Oaxaca ocurriera lo mismo, pero esta información, que se encuentra resguardada en el Archivo Histórico Municipal de la Ciudad de Oaxaca, no está disponible por el momento para consulta; sin embargo, el libro De oficios y otros Menesteres, editado por el Instituto de Investigaciones en Humanidades de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, nos ilustra sobre estos datos y, además, incluye un disco con 44 registros fotográficos de aguadores realizados entre 1903 y 1926, información que es obtenida de ese Archivo. En esos documentos encontramos datos de los aguadores, como su nombre, la dirección de su vivienda, nacionalidad, lugar de nacimiento, edad, estado civil, rasgos faciales, estatura y otras señas particulares. Las fotografías nos permiten apreciar la vestimenta de las personas dedicadas a este oficio, y hacernos una idea de su nivel socioeconómico; además de conocer las herramientas que utilizaban, la información escrita complementa la identidad del fotografiado. En contraste con las ilustraciones de los diferentes oficios de la Ciudad de México —como aguadores, pulqueros, chinas y parteras, entre otros—, que acompañan al emblemático libro Los mexicanos pintados por sí mismos,3 las fotografías de los aguadores muestran otro tipo de detalles: sus elementos enriquecen la imagen que tenemos de los personajes del pasado.

Al observar estas fotografías de registro notamos que la vestimenta de la mayoría de los aguadores consiste en camisa, calzón de manta y una hombrera como soporte para cargar el cántaro que, al parecer, era de barro negro, y que algunos sustituían por cubos de lo que parece ser lámina. Otros, como en el caso de Manuel García, Mucio López y Julián Soto, utilizaban burros para transportar el agua. A diferencia de los aguadores que son fotografiados con su bestia, resulta curioso el caso de Juan de la Cruz, quien aparece con un perro. En el libro Los mexicanos…, el cronista narra que, en Guanajuato, los aguadores utilizaban burros, mientras que los de Querétaro se valían de carretas de “una rueda y cuatro pies”; asimismo, cuenta que el cántaro que se usaba en la capital se nombraba “chochocol”.

Los datos que acompañan las fotografías nos indican que la mayoría de los aguadores eran solteros; que a Melchor Velázquez, por ejemplo, le faltaba el ojo izquierdo y que falleció en 1908; que Agustín Hernández tenía 78 años de edad, y era el aguador más longevo, y que Benito Chávez, el más joven, tenía tan solo 18 años y lucía manchas en la cara.

Aunque se desconoce el proceso que se siguió para realizar estas fotografías, se puede observar que en algunos casos fueron tomadas en exteriores. Además, cabe la posibilidad de que los fotógrafos hubiesen adecuado un tipo de estudio en la calle, a manera de escenario, ya que algunos aguadores se mostraban sucios y con todas sus herramientas a la mano. Otros, como en el caso de Julián Cuevas, se encontraban limpios y sin utensilios, “posando”, recargados sobre sillas u otros muebles en distintos casos, como Calixto Ruiz, que aparece con los pies descalzos sobre una alfombra.

Conforme avanzaron las obras de entubado que llevaron agua potable a todas las casas, el oficio de aguador fue desapareciendo poco a poco. Afortunadamente, en los archivos se registra la huella de este personaje. Hoy en día podemos encontrar, en diversas calles de la ciudad de Oaxaca, algunas de las fuentes públicas que en su tiempo sirvieron como un oasis para satisfacer la necesidad de agua de la sociedad. Pero, lo pensamos, aún existen aguadores que, en vez de vestir con calzón de manta y llevar un cántaro de barro en la espalda o en el lomo de un burro, visten el uniforme de una empresa y transportan en un camión varios garrafones de plástico con agua potable. El aguador, pues, se niega a la extinción.

1 Mark Overmyer-Velázquez, De oficios y otros menesteres: Imágenes de la vida cotidiana en la ciudad de Oaxaca,
Oaxaca: IIHUABJO, 2005.

2 Op. cit.

3 Hilarión Frías y Soto, José María Rivera, Juan de Dios Arias, Ignacio Ramírez, et al. Los mexicanos pintados por sí mismos. La Biblioteca Andrés Henestrosa resguarda una edición de 1854. La Universidad Autónoma de Nuevo León nos comparte una versión digitalizada, te invitamos a revisarla: http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1020001188/1020001188.html


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