Boletín FAHHO Digital No. 20 (Nov 2022)

Formar un acervo: las colecciones del Museo

Alejandro de Ávila
Detalle del tejido de una falda de boda; San Pablo Mitla, Oaxaca, comunidad zapoteca del Valle de Tlacolula, hecha a mediados del siglo XX. Lana hilada a mano teñida con grana y otros tintes naturales, tejida en telar de cintura. Ligamento labrado controlado por los lizos, procedimiento ingenioso que antecede a los telares Jacquard y éstos, a su vez, a las primeras computadoras. Diseño de “maicito”, “cacao” y “culebra”. Colección de Octavia Schöndube, donada por la fahho al MTO.

El Museo Textil de Oaxaca ha albergado más de cien exposiciones en los catorce años transcurridos desde su inauguración. Ninguna de ellas ha durado más de cuatro meses, para evitar que se deterioren las fibras y los tintes. Algunas han sondeado la creatividad de artistas individuales o en grupo, mientras que otras han buscado explorar una idea: la influencia de los pueblos islámicos en los tejidos latinoamericanos, por ejemplo, o las posibilidades técnicas que ofrece el ixtle, fibra extraída de un grupo de plantas que evolucionaron y se diferenciaron en México. El acervo del Museo, integrado en un principio por cuatro colecciones enfocadas en Oaxaca, ha crecido y se ha diversificado para que las exhibiciones hagan dialogar a los textiles locales con los materiales, las técnicas, los diseños y los símbolos de otras áreas de México y del mundo.

Acompañar, como hemos hecho, una falda de enredo zapoteca con un sari de la India puede parecer incoherente. A primera vista, no podrían ser más disímiles como prendas de uso. Una es densa y resistente, el otro es delicado y escurridizo. La primera se ciñe a la cintura, el segundo cubre casi todo el cuerpo. Sin embargo, al examinarlos con cuidado, se desdibujan las diferencias. En ambos tejidos encontramos fibras hiladas a mano, teñidas con un colorante obtenido de insectos. Uno y otro lienzo envuelven a la persona sin recortar la tela ni entallarla. Para mayor convergencia, tanto la falda de gala como el sari rojo tuvieron la misma función social en polos opuestos del globo: vestir a la novia durante los rituales que tejen lazos entre dos familias y renuevan la conciencia de pertenecer a una comunidad cultural.

Al hermanar enredos y saris, la aportación estética de los textiles mexicanos gana resonancia en el concierto de las artes. Por tres siglos, Oaxaca fue la fuente del tinte rojo más preciado para las alfombras y los satines, además de los dulces y los cosméticos. El nopal y su insecto parásito marcaron la paleta de artistas estelares de Occidente, desde El Greco y Rembrandt hasta Van Gogh. Pero la historia que aspiramos a narrar en el MTO es la crónica íntima de personas sin renombre, no por ello menos talentosas. Al buscar tejidos hermosos en distintos rincones del mundo y resaltar los vínculos que percibimos entre ellos, tratamos de hacer visible la universalidad de un gusto refinado y, al mismo tiempo, la pérdida dramática de ese sentido de belleza en la vida cotidiana de una sociedad global, enajenada de sus raíces.

Hemos logrado reunir en el mto siete grandes colecciones que suman más de cinco mil piezas, formadas mucho tiempo antes de la fundación del Museo, además de otras colecciones más pequeñas y varios centenares de textiles que hemos conseguido uno por uno. Cinco de las grandes colecciones fueron donadas al mto; las otras dos fueron compradas para el Museo por la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, que financió la adquisición y restauración del edificio que lo alberga, además de sufragar todos los gastos para que operara el mto desde su fundación.

Colección Familia Harp Grañén

La presidenta de la FAHHO comenzó a formar una colección de textiles en 1998. Esta se compone de más de 500 piezas; la mayor parte de ellas pasó por las manos de don Crispín Morales Osorio, fundador de la empresa Oaxaca y sus Regiones en el Mercado 20 de Noviembre de esta ciudad. Don Crispín inició su negocio vendiendo rebozos de Chilapa, Tenancingo y Moroleón para las mujeres oaxaqueñas que acostumbran todavía a usarlos. Tiempo después, comenzó a ofrecer también huipiles, blusas y otros textiles indígenas para el turismo creciente. A lo largo de cuatro décadas fue apartando piezas que le llamaron la atención por su calidad, integrando así una colección representativa de la indumentaria tradicional del estado durante el período de 1960 a 1990. Además de los trajes de don Crispín, la doctora Grañén adquirió numerosas piezas más recientes del destacado galerista y promotor del arte textil Remigio Mestas, y también obtuvo, de manera directa, ejemplos notables hechos por tejedoras en diversas localidades. Esta colección documenta los cambios en las tradiciones textiles de muchas comunidades de Oaxaca en la segunda mitad del siglo XX y los esfuerzos por recuperar una producción de calidad.

Colección de Madeline Humm

Madeline Humm nació en Zürich, Suiza, en 1928, y su madre fue una artista textil destacada. En 1956 Madeline se trasladó con su esposo, Hans Mollet, a Lima, donde vivieron por cuatro años y emprendieron varios viajes al interior de Perú, fascinados por el mundo indígena. En 1960 se mudaron a la Ciudad de México, donde crecieron sus cuatro hijos. En 1977 se establecieron en Puebla. La señora Humm viajó incesantemente por todo México y Guatemala, haciendo amistades y adquiriendo textiles en diversas comunidades. Se formó como fotógrafa y etnógrafa de manera autodidacta. Además de la indumentaria, documentó otras expresiones del arte popular, la arquitectura vernácula, los mercados y las fiestas de un México en vías de desaparecer. Doña Madeline falleció en Puebla en mayo de 2005, legándonos su acervo de más de mil textiles y once mil fotografías gracias a la generosidad del maestro Francisco Toledo, quien adquirió esta importante colección justo en abril de 2005 y la donó al MTO al momento de su fundación. La colección incluye un tejido virreinal que nombramos “tlàmachtēntli”, fragmento de un huipil maravilloso que nos ha permitido recrear el uso de la pluma en el telar, como describimos en números anteriores del Boletín.

Incluye también algunas piezas que datan de principios del siglo XX, si bien el grueso corresponde a las décadas de 1950 a 2000. La documentación de la colección es excelente, pues doña Madeline fue una investigadora metódica que registró de manera rigurosa un gran volumen de información.

Detalle de un patolu (sari de boda), tejido en Patan, estado de Gujarat, India, primera mitad del siglo XX. Seda devanada y torcida a mano, teñida al parecer con el insecto llamado lac y otros colorantes naturales. Los diseños indican que este sari estaba destinado a una novia musulmana; fueron logrados anudando la urdimbre y la trama antes de teñir, siguiendo tres baños consecutivos en tintes distintos, proceso sumamente laborioso. Galería de Yosi Barzilai, adquisición del MTO.

Colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown

Nacido en Oaxaca de Juárez en 1902, Ernesto Cervantes Morales migró en los años 1920 a la Ciudad de México, donde se relacionó con José Vasconcelos, Diego Rivera, Tina Modotti y otros artistas. Alentado por ellos, comenzó a vender sarapes de Teotitlán del Valle en los círculos intelectuales de la época. Estableció, poco tiempo después, una galería de talavera poblana y arte popular oaxaqueño. Más tarde creó un taller de mantelería de algodón, operando cientos de telares de pedales en Xochimilco, el barrio de los tejedores en su ciudad natal.

La Casa Cervantes se convirtió en una de las principales promotoras del textil tradicional mexicano. Don Ernesto reunió, a lo largo de cinco décadas, un extenso archivo fotográfico y una gran colección de arte prehispánico, virreinal y contemporáneo; forman parte de ella más de 500 textiles de todo el país, incluyendo numerosas piezas del siglo XIX y principios del XX, con un énfasis en Oaxaca. Buena parte de los ejemplos más recientes fueron adquiridos por su esposa Josephine Brown, quien era originaria de Springfield, Tennessee, y había estudiado arte. Al llegar a México, ella se interesó por los bordados, particularmente las blusas tradicionales.

Desafortunadamente, don Ernesto y doña Josephine nunca prepararon fichas o etiquetas de su colección, pero sí me narraron muchas anécdotas que me han permitido documentar varias piezas notables. Doné al mto esta colección y archivo que heredé de ellos por ser mis tíos abuelos.

Colección de Alejandro de Ávila

Junto con la colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown, al fundarse el mto doné cerca de 700 textiles que había reunido de 1970 a 1990 Adquirí y documenté la mayoría de estas piezas en sus comunidades de origen, que se ubican en dos grandes regiones: el noreste del país (San Luis Potosí, sur de Tamaulipas y sur de Nuevo León) y la Sierra Madre del Sur (en el occidente de Oaxaca y oriente de Guerrero).

Las tradiciones textiles del noreste de México, en particular, son prácticamente desconocidas y están muy pobremente representadas en los museos, dentro y fuera del país. Revisten interés especial por tratarse de comunidades mestizas donde una gran diversidad de técnicas y diseños se conservó vigente hasta mediados del siglo pasado. Esta colección incluye algunos formatos y estructuras de tejido de calidad excepcional que no habían sido documentados previamente en México. Buena parte de las piezas datan de fines del siglo xix o principios del xx. La colección cuenta con fichas detalladas de cada pieza, respaldadas con notas de campo, transcripciones de entrevistas, grabaciones y fotografías.

En el siguiente número del boletín describiré las otras grandes colecciones integradas al acervo del mto, así como las donaciones que hemos recibido en años recientes.


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