Boletín FAHHO Digital No. 3 (Ene-Feb 2021)

Testimonios

Seguimos Leyendo

CELEBREMOS 20 AÑOS DE LA FAHHO
Marimar Argüelles

Si bien siempre es motivo de celebración la existencia y permanencia de una institución dedicada a la cultura, cumplir 20 años justo ahora, en un contexto adverso e incierto, merece una doble felicitación. Y es quizás mediante la experiencia de quienes hemos participado de alguna forma en el proyecto de la FAHHO, que se pueden trazar mejor las razones por las que, lejos de disolverse, esta fundación cumple dos décadas de historia fortalecida y orientada, más que nunca, a construir mejores ciudadanos a través de sus programas; en particular me refiero al que he tenido el privilegio de acompañar: Seguimos Leyendo.

En el año 2009 tuve contacto por primera vez con el trabajo que realiza la FAHHO. Fui invitada a colaborar en un naciente proyecto de lectura en escuelas públicas de la ciudad de Oaxaca y en algunos municipios del estado. Fue una jornada agotadora en la que el calor y las curvas serranas me dejaron deshidratada y perdí mi vuelo de regreso a la Ciudad de México. Hubiera jurado que no volvería. Pero la vida es caprichosa y el embrujo oaxaqueño poderoso. Ese proyecto incipiente se convirtió, con el paso de los años, en uno de los programas de formación de lectores más ambiciosos y exitosos de nuestro país.

El resultado de las iniciativas que la FAHHO ha propuesto y apoyado a lo largo de los años para formar lectores, desde la primera infancia y hasta la educación superior, es una muestra de los efectos positivos de la participación de la sociedad civil en la transformación de las comunidades. Ha brindado a cientos de niños y jóvenes la posibilidad de construirse como ciudadanos en los que el acto de leer y la presencia de los libros forman parte de un modo de vida que los aleje de la exclusión y que los haga libres.

En los tiempos que corren, no es sencillo apostar por programas de transformación social que parecen silenciosos. La FAHHO, sin embargo, ha optado por ello. Por eso, creo que a pesar de las dificultades por las que estamos pasando hay muchos motivos para celebrar sus 20 años de labor y augurar que sean muchos más.

Estoy segura de que el trabajo de una institución es posible gracias al compromiso de quienes laboran en ellas. Que sea esta celebración un reconocimiento a cada uno de los miembros del equipo de la FAHH que hacen posible la transformación de una sociedad necesitada de ellos. En especial, mi afecto, felicitaciones y agradecimiento, a la Familia Harp Grañén.

ESPERANZA Y VITALIDAD QUE SE CONTAGIA
Sergio Raúl Herrera Meza Testigo, colaborador y beneficiario

Era cerca de la medianoche del 3 de noviembre de 2017 cuando Edgar y Jonathan, promotores de lectura de la Biblioteca Móvil del programa Seguimos Leyendo de la FAHHO, llegaron a Asunción Ixtaltepec. Al día siguiente, sábado, hacia las 9 de la mañana, una veintena de niñas y niños de la Cuarta Sección de esta población istmeña ya los esperaban en la Pista 20 de agosto, convertida en albergue para muchas familias que se alojaban en tiendas de campaña ante la imposibilidad de habitar sus casas destruidas, o severamente dañadas, por el sismo que había devastado la región un par de meses antes.

Aquello era un pequeño oasis colorido en medio del polvo y los escombros: un par de mesas, un tapete de fomi, un pequeño exhibidor portátil de libros, pero, sobre todo, el entusiasmo y la creatividad de Edgar y Jonathan transformaron la fisonomía de aquel espacio y el ánimo de aquellas familias.

Así dio inicio una etapa de luz en la región del Istmo de Tehuantepec como resultado de las visitas de la Biblioteca Móvil a más de cincuenta comunidades de veintiséis municipios; esa luz que se expande, aparentemente imperceptible pero contundentemente transformadora, cuando los niños recorren las páginas de un libro o escuchan una hermosa historia, cuando se divierten con un juego y crean con sus manos objetos fantásticos usando solamente tapas de botellas, cilindros de papel higiénico, crayolas y papel de colores.

Así, desde los primeros días posteriores al sismo del 7 de septiembre, la FAHHO se hizo presente en esta región a través la reconstrucción de las casas tradicionales y los edificios emblemáticos, la rehabilitación de espacios deportivos y la difusión de la cultura y el amor a la lectura a través de la Biblioteca Móvil, en una primera etapa, y, posteriormente, a inicios del 2019, con el programa de Lectores Voluntarios en los centros de educación preescolar y primaria de Ixtepec y Asunción Ixtaltepec.

No puedo dejar de mencionar que, personalmente, desde hace trece años, he tenido el privilegio de estar cerca de las acciones de la FAHHO y del trato siempre amable, cordial y solidario de don Alfredo, de la Dra. Isabel y de varios miembros del equipo de la Fundación. Tuve la oportunidad de colaborar en la Universidad La Salle Oaxaca en sus inicios y formar parte de ese magno proyecto que los Hermanos de las Escuelas Cristianas y don Alfredo emprendieron en favor de la educación media y superior de los jóvenes oaxaqueños. En el Istmo, de igual manera, tuve la oportunidad de apoyar a la Biblioteca Móvil en su primer acercamiento con las comunidades de la región y, posteriormente, me sumé al equipo de lectores voluntarios del programa Seguimos Leyendo.

A pesar de que las actividades del Programa han sufrido una interrupción impuesta por la pandemia, la acción transformadora de la FAHHO es patente en las comunidades istmeñas: se ven construcciones renovadas que conservan su aspecto original y, sobre todo, ahora hay varios cientos de niños que han tenido la oportunidad de encontrarse con la lectura y nutrir sus mentes y sus futuros con las historias, los sueños, los colores y los aprendizajes que promotores y lectores les han inspirado. De todo ello me considero testigo, colaborador y beneficiario.

Me permito nombrarme portavoz de las comunidades del Istmo para expresar una muy sincera felicitación y un profundo agradecimiento a la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca por estos 20 años de apoyar la educación, mejorar el entorno, promover el deporte e impulsar la cultura: formas sutiles, pero enormemente eficaces de sembrar la esperanza y la vitalidad que nuestra sociedad tanto necesita en estos momentos difíciles.

EL MOVIMIENTO QUE UNA PIEDRA CAUSA EN EL AGUA DEL ESTANQUE ES MAGIA
Mónica Ortiz Sampablo, madre de un adolescente, profesora de secundaria

Son esas provocaciones, esas ondas en el agua, con las que quiero comparar mi experiencia en Seguimos Leyendo. Podemos ser piedra o podemos ser agua, de una u otra manera se habrán generado cambios. Mi llegada al programa de la Fundación Harp Helú Oaxaca, Seguimos Leyendo, fue así, una reacción en cadena. Mi labor docente y mis inquietudes lectoras han estimulado el interés hacia lo que yo conocía como “Animación a la lectura”. Durante algunos años estuve desarrollando diversas actividades enfocadas en mi proyecto lector, pero debo admitir que a tientas. Hasta que, en 2016, conocí el programa Seguimos Leyendo y encontré un propósito concreto, un hilo de Ariadna. En estos años he realizado hallazgos importantes: como lectora voluntaria descubrí el acto de compartir, no solo las historias de los libros maravillosos de su colección, sino lo que conlleva: las charlas y los intercambios.

En la escucha encontré la esencia del servicio. La Casa Hogar para Ancianos, Los Tamayo, fue el espacio donde cada semana descubría este sentido: la lectura no solo se da en la primera infancia, en realidad cualquier edad es un lugar propicio para descubrir; los años intensifican la experiencia, la piel se arruga, los ojos se van empequeñeciendo, el oído se debilita, pero los abuelos esperaban con ansias esos lunes de lectura en los que sus recuerdos se avivaban, sus ojos, algunas veces húmedos, nos lo decían todo. En la Fundación descubrí un espacio para desarrollar mis habilidades, experimentar, crear, fluir, pues las personas que están al frente de este hermoso proyecto, liderado por la doctora Socorro, son asombrosas, empezando por ella, quien siempre ha estado presente, ofreciendo su amistad y cercanía a sus lectores voluntarios y a sus coordinadores, de quienes puedo decir que nos reciben ya sea en persona, o ahora de manera virtual, con una sonrisa, una calidez y un acervo de libros que nos ofrecían para llevarlos a casa en calidad de préstamo. He ahí mi asombro. De igual manera, cada año he aprendido mucho de sus diplomados, estos generosos espacios que nos ofrece la Fundación, y tengo la fortuna de haber sido alumna en dos de ellos (actualmente curso el tercero, de forma virtual), y debo decir que en cada uno de ellos he conocido a grandes maestros, personas que, además de tener un currículum importante, son cercanos, personajes con trayectoria, experiencia y amor hacia la lectura. Qué decir de mis compañeras y compañeros, generadores de amistad y de asombro. En Seguimos Leyendo he conocido amigas y amigos con los que puedo compartir e intercambiar ideas y planes, por ejemplo, el proyecto de escritura que emanó de una clase que la maestra Raquel Olvera impartió en uno de los diplomados a los que me he referido, y que recientemente hemos retomado, pues no queremos dejar morir esa semilla que también dio fruto.

Es eso precisamente lo que quiero dejar plasmado en estas líneas: el amor y el agradecimiento a la FAHHO por mirar en Oaxaca un lugar en donde, además de la necesidad, existimos personas con talentos y con ganas de compartir y que con esta oportunidad han hecho lo que la piedra hace en el agua del estanque: miran a todos. He tenido como compañeras y compañeros a profesionistas, jubilados, madres de familia, mujeres y hombres admirables a quienes les ha cambiado la vida este programa. En cierta ocasión una amiga me dijo que con gusto se vendría a vivir a Oaxaca únicamente para ingresar a Seguimos Leyendo, me expresó la falta que hacen estos proyectos en todos los estados, y yo le decía, muy orgullosa, que los oaxaqueños y oaxaqueñas somos chingones, y ciertamente usé esta palabra con orgullo, pues cada una de las personas que lo conforman, lo hacen desde el corazón. Seguimos Leyendo tiene en su nombre una consigna, un compromiso, el de transformar, el de avanzar incluso en estos tiempos llenos de dificultad en los que me siento orgullosa de continuar siendo parte de esta gran familia lectora.

FORMAR PARTE DE SEGUIMOS LEYENDO
Roberto Ortiz Ramos, lector voluntario

Soy un oaxaqueño de cincuenta y dos años, con sueños de uno de dieciocho y el agradecimiento concentrado de muchas almas de todas las edades. Mi nombre es Roberto Ortiz Ramos y soy lector voluntario del Programa Seguimos Leyendo. Siete años de experiencia me han dejado cientos de sonrisas, muchos amigos entrañables, un valioso cúmulo de aprendizajes sobre libros, escritores, mediadores, técnicas de lectura y mediación lectora para diversos grupos y, lo más importante, la orgullosa certeza de que la vida puede ser útil de muchas maneras y que los cambios personales y sociales se pueden lograr no solo con movimientos bélicos y armas asesinas, sino conquistando corazones, endulzando miradas, potenciando mentes y generando conciencia al rescatar de los textos pedazos extraviados o ignorados, y que son necesarios para vivir mejor. En estos años comprobé que los recursos solo tienen sentido cuando se traducen en obras concretas que benefician a los que nos rodean. He observado los proyectos que la Fundación Alfredo Harp Helú ha instrumentado en mi estado y he decidido caminar junto a ella, dentro de este programa que me llena de muchas y diversas satisfacciones, convencido de que mi granito de arena, y el de muchos otros lectores voluntarios, también redundará en beneficios para mis queridos paisanos.

Las ganas de hacer cosas buenas no siempre son suficientes. Durante muchos años he querido ser mediador de lectura, aun siendo consciente de los múltiples retos que exige esta labor dentro del esquema en el que la concibo: un servicio social, una acción pastoral, un acto ciudadano de regresar a la sociedad todo lo que he recibido de ella, sin esperar una retribución económica. Toqué varias puertas para poder realizar mis deseos como una labor altruista, no siempre tuve los resultados deseados, pero en la Fundación Alfredo Harp Helú recibí una cálida acogida y, por supuesto, los apoyos necesarios.

Gracias al Programa Seguimos Leyendo he mejorado mis habilidades lectoras a través de los talleres y diplomados cursados (Promoción y Estrategias Lectoras, Cultura Escrita y Adolescencia, Primera Infancia e Inclusión); he leído en diferentes lugares (Centro Cultural San Pablo, Escuela Primaria Rufino Tamayo, Escuela Secundaria Moisés Sáenz y Biblioteca Pública Central) y a diferentes poblaciones. Leer y escuchar a otros es leerte y escucharte a ti mismo; la lectura en voz alta es una actividad en la que recibes dando. También he recuperado mi sueño juvenil de ser escritor y, aunque estoy al inicio del camino, ya he sido incluido en las antologías: Élitros: Para hablar se hizo la voz y Élitros: El camino del silencio absoluto. He aprendido a grabar audiocuentos (Perro azul de Nadja, El ciego y el cazador de Hugh Lupton, El pájaro de oro de los hermanos Grimm, La mañana verde de Ray Bradbury) y radionovelas (Fahrenheit 451 de Ray Bradbury y La hija de Oaxaca de A. L. Nolf) con el profesionalismo que exigen estos proyectos y los responsables y técnicos de la Corporación Oaxaqueña de Radio y Televisión. Este material está disponible de manera gratuita dentro del acervo de la página del Programa Seguimos Leyendo.

Todo lo anterior se ha logrado gracias a la visión y labor de nuestra directora, María del Socorro Bennetts Fernández, y del compromiso empático y entusiasta de los coordinadores que hemos tenido en cada centro de lectura y que sin esta coordinación, orientación y guía no se lograría la sinergia que tiene el programa. De mi parte, estoy agradecido por la oportunidad de colaborar con todos los que integran la gran y generosa familia Harp Helú, siempre por la construcción de un mundo mejor.


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