Evocaciones istmeñas en la obra de Shinzaburo Takeda
Ay Sandunga, Sandunga / mamá por Dios /
Sandunga no seas ingrata / mamá de mi corazón.
Máximo Ramón Ortiz, La Sandunga, 1853

Shinzaburo Takeda nació el 13 de febrero de 1935 en Seto, Japón. En 1957 se graduó de la Universidad Nacional de Bellas Artes de Tokio. Llegó a México en 1963, motivado por la influencia de dos de sus grandes amigos y maestros: Sadajiro Kubo y Tamiji Kitagawa. Desde su llegada mostró un profundo interés por la cultura mexicana, especialmente por las tradiciones de los pueblos originarios. En 1978 se trasladó a Oaxaca, donde comenzó a impartir clases en la Facultad de Bellas Artes de la UABJO. Paralelamente, recorrió el estado y se enamoró cada vez más de sus paisajes y comunidades. La huella de su labor docente es evidente en la trayectoria de varios de sus alumnos, quienes hoy integran, junto con él, la exposición “De Japón a Antequera. Gráfica de maestros japoneses en Oaxaca”, que se presenta en la galería del Centro Cultural San Pablo.
Adoptar una ciudad es reinventarse en un nuevo escenario que, por distinto que pueda ser, se vuelve por muchas razones entrañable. El maestro Shinzaburo Takeda ha hecho de Oaxaca no solamente su hogar, sino un bastión de creatividad inagotable. Más allá de su estela, distintos artistas retratan desde Japón hasta Antequera— el carácter esencial del estado y de sus tradiciones.
Esta exposición es protagonizada por paisajes, retratos, animalia real y fantástica, usos y costumbres, textiles y vida cotidiana como espejo y reflejo de esa Oaxaca mágica por derecho propio.
Numerosas técnicas —litografía, serigrafía, xilografía, grabado en metal, mezzotinta, entre otras— dan cuenta de un camino, potente y vital, que desde hace mucho tiempo ocupa un lugar primordial en el escenario artístico del estado: la gráfica.

El eje rector de la narrativa curatorial de esta muestra se centra en las evocaciones istmeñas del maestro Takeda y de otros grandes creadores, como Takayoshi Ito y Mikie Ando. El Istmo de Tehuantepec es más que un espacio geográfico de las ocho regiones de Oaxaca. En esta prodigiosa latitud del sur se fraguan algunas de las costumbres y tradiciones más importantes del imaginario colectivo. El resplandor de la tehuana cobija los hilos multicolores de los textiles de Tehuantepec, Juchitán y San Blas Atempa. Al tiempo, las resonancias de la sandunga nos llevan por ese binomio perdurable de vida y muerte. En sus fiestas y devociones los Cristos, vírgenes y santos son ataviados con trajes y bordados locales, a la vez que se hacen acompañar por la flor de coyol y el séquito de sabias mujeres que los velan y custodian. Aquí, la sensibilidad nipona acude a esa magia istmeña para acercarnos a lo cotidiano, a ese devenir sin tiempo que, justo por ello, imprime imágenes perdurables.
Veámonos, entonces, en esta suerte de “doble mirada” que trasciende latitudes y espacios físicos. “De Japón a Antequera” es una cálida invitación para ello.