ENTREVISTA A MIGUEL ÁNGEL ORTEGA MATA
PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN AMIGOS DEL FERROCARRIL Y COLABORADOR DEL MIO
Rogelio González: ¿Cómo inicia el proyecto del ferrocarril en Oaxaca?
Miguel Ángel Ortega: La idea de traer el ferrocarril inicia en 1870. Desde la época de Benito Juárez, se vio la necesidad de comunicar a Oaxaca con el centro de la república. Fueron 30 años de intentos que no prosperaron por falta de capital: los inversionistas locales recibieron las concesiones en varias ocasiones, pero no fue suficiente para iniciar el proyecto, sino hasta la llegada de dos actores principales para el país: Porfirio Díaz Morí, presidente de México en aquel entonces, y Matías Romero, embajador de México en Estados Unidos.
RG: Dos oaxaqueños…
MAO: Sí, fue gracias a los dos, pero especialmente a Matías Romero; él fue el artífice de interesar a los inversionistas extranjeros para que hicieran la obra. En 1889 empieza la localización. Existían proyectos para que el tren pasara por la costa del pacífico, pero al final se concretó el tramo de Puebla a Oaxaca.
RG: ¿Cuándo inició por fin este sueño para los oaxaqueños?
MAO: En octubre de 1892 se termina la construcción y es cuando se realiza una ceremonia para poner el clavo de plata. Muchas autoridades estuvieron reunidas, entre ellas, por supuesto, el gobernador del estado de aquel entonces, el general Gregorio Chávez, quien durante la ceremonia no contuvo la emoción y expresó lo que le salió de su corazón: Gloria, in excelsis Dio, y cae de rodillas porque sabe que este medio de comunicación integraría a Oaxaca con el mundo. Días después, el 13 de noviembre de 1892, entra Porfirio Díaz a esta estación con el tren presidencial y con él venían don Matías Romero, los embajadores de Estados Unidos e Inglaterra y funcionarios de su propio gobierno para declarar formalmente inaugurado el servicio férreo. Don Porfirio declaró la inauguración con un discurso donde vislumbraba un futuro para Oaxaca; donde habla de la importancia del ferrocarril para transportar todos los productos artesanales, agrícolas, ya que así tendrían salida a nuevos mercados, en fin, fue un día de fiesta para Oaxaca. Esa visita fue la última vez que Porfirio Díaz pisó su tierra, y hasta hoy el paisano sigue sin regresar.
Para los ferrocarrileros que tuvimos el privilegio de dejar nuestras vidas en este medio de comunicación es un orgullo. Cuando se planeó la construcción de la estación, su primera opción fue hacerla de adobe, pero el presidente intervino para que la estación se levantara con el mejor material posible: cantera verde. Aquí sigue de pie la estación, imaginemos lo que nos diría si cada piedra pudiera hablar.
En esta estación aún existe una emblemática campana que era tocada por un portero cuando el tren estaba a punto de salir de la estación. Ese sonido hizo vibrar los corazones de muchas personas porque para algunos significaba alegría por ser bienvenido, pero para otros significaba dolor por la despedida. Es hermoso ver que se restauró y se regresó a su lugar original. Debemos hacerla sonar de vez en cuando para traer todos esos recuerdos de los grandes sucesos ocurridos en esta estación.
RG: ¿Cómo recibió Oaxaca al ferrocarril?
MAO: Existe una fotografía en este museo donde se puede apreciar la unión de las tres clases sociales festejando la llegada del tren a Oaxaca y eso es una representación de la paz social lograda. También representó la modernidad, ya que en ese tiempo viajar a la Ciudad de México tomaba dos semanas y con la llegada del tren el trayecto se redujo a 14 horas.
RG: Parte de la restauración de la estación incluyó el rescate de tres furgones ¿Qué se sabe de ellos?
MAO: Los vagones que fueron restaurados eran parte de las líneas americanas; las líneas mexicanas no se daban abasto con la cantidad de carga que se demandaba, es por eso que estos furgones pasaban la frontera alquilados para dar abasto. El segundo furgón fue carro campamento para el personal del ferrocarril; el jefe de la cuadrilla de mantenimiento tenía su propio vagón, era una pequeña oficina y habitación. El tercer vagón era usado por el personal del ferrocarril: los empleados compartían la mitad de un vagón, y en ese lugar se amaba, se vivía, los hijos crecían, muchas cosas pasaban en ese espacio tan reducido.
RG: ¿Cómo concluye la historia del ferrocarril en Oaxaca?
MAO: No existe una fecha concreta de cuando dejó de funcionar el tren en Oaxaca, aunque estamos a 14 años aproximadamente de ese suceso. Lo último del servicio ferroviario fue un pequeño tren de ida y vuelta a Cuicatlán, por presiones que hicimos al gobierno del estado para no dejar incomunicados a los pueblos. Desde casi al final del servicio ya existía la asociación de Amigos del Ferrocarril. Muchos pueblos donde el tren era el único medio de transporte terminaron por desaparecer, deshabitarse o su población migró. Un ejemplo de un pueblo que tuvo un esplendor por el ferrocarril fue Parián, que de ser una población de más de 200 casas, actualmente es habitada por una decena de personas. Parián era un lugar privilegiado, un lugar de transporte y carga hacia la Costa y la Mixteca; allí había dos bancos, baños de vapor, casas de citas, de todo. Actualmente, cuando paso de visita, recorro sus calles donde se ve el tiempo encima; casi todas las puertas están cerradas y me vienen los recuerdos de los negocios florecientes, del bullicio de los días de plaza, la concentración de los productos de palma: sombreros, tenates, escobas. Al pararte en la calle donde la plaza se ubicaba y ver que no hay ni una sola alma, terminas por entender la situación actual de nuestro país. En ese pueblo monté, sin saber, un pequeño museo para conservar y detener el tiempo, mantener la memoria de lo que fue el ferrocarril.
Por eso doy gracias a la vida, por ver que actualmente existe un interés en la conservación de la historia de este importante medio de transporte. Hubiera sido muy fácil que yo me conformara con los años de servicio. Por eso decidí promover la historia y la conservación de estos recuerdos y por supuesto celebro la restauración de este espacio y les motivo a no permitir que quede una vez más en el olvido.