Boletín FAHHO No. 13 (Jul-Ago 2016)

ENTRE PALMERAS, CANOAS Y TORTUGAS…

Hector Meneses

Noé Pinzón Palafox, de 22 años de edad, es el hijo mayor de Francisca Palafox Herrán, gran artista del telar procedente de la comunidad ikoots de San Mateo del Mar. Desde niño sintió una fuerte atracción por el tejido: le fascinaba observar cómo lograba su mamá una serie de dibujos en el telar y, a los ocho años de edad, le pidió que le enseñara a tejer. Noé, siempre interesado por los retos, quiso comenzar su proceso de aprendizaje con la elaboración de las figuras que su madre tejía; entre risas cuenta la distorsión que mostraban esos primeros dibujos y lo irregular de las orillas de su tejido. “No me salían los diseños que yo deseaba”, cuenta, por lo que dejó el telar por un tiempo y volvió a él hasta que cumplió 12 años. En ese momento comenzó por el principio, pues, como bien lo explica: “No puedes ir directo al reto sin saber primero lo básico”.

A los 15 años comenzó a tejer con hilos de calibre muy fino, pero sólo en ligamento sencillo: la base de todo tejido. Posteriormente, aprendió a tejer la ranura que se construye a la altura del cuello para que pueda pasar la cabeza por la tela y, finalmente, comenzó a crear diseños. Se hizo una camisa y la aprovechó para aprender lo que debía y lo que no debía hacer, aprendió a observar con detalle cada aspecto del tejido.

Un par de años más tarde se inició en la construcción de paisajes. Siempre guiado por su mamá, aprendió sobre movimiento y composición: “que no se vea solita la tortuguita” o “marca una diagonal en el cuerpo de los pescadores para que se vea como si estuvieran haciendo el esfuerzo de cargar la pesca” se volvieron lecciones de su gran maestra. Sin embargo, como todo buen estudiante, también se preguntaba qué otras enseñanzas podía recibir y qué otros modelos podía seguir. Ejemplo de ello es su forma de concebir el diseño, pues mientras Francisca lo concibe por medio de líneas que simulan el orden en el que hay que insertar los hilos para crear los dibujos, Noé utiliza un sistema numérico para llevar un orden sumamente preciso, controlado y replicable. Su rigurosidad le permitió dar el salto para aprender otra lección más de su madre: la creación de telas de dos vistas. En esta técnica, un mismo telar funciona para crear imágenes completamente distintas entre sí en cada cara del tejido. Este proceso es muy complejo, pues ambas imágenes deben preconcebirse de forma simultánea, y las manos, los ojos y la mente llevan dos cuentas de hilos a la vez.

Noé se cuestiona constantemente: “¿qué pasaría si muevo este hilo en vez de aquél?” y esta hambre de conocimiento, aunada al deseo por aprender nuevas técnicas, le ha brindado la oportunidad de ampliar su inventario de técnicas de tejido. En 2014, durante el I Encuentro de Textiles Mesoamericanos organizado por el Museo Textil de Oaxaca, tuvo la posibilidad de experimentar técnicas muy diversas en el telar de cintura, a partir del acervo del Museo y la guía de Alejandro de Ávila.

“Recuerdo a mi madre tejiendo y yo, niño, a gatas, jugando y perdido entre los animalitos… es un recuerdo muy bonito, ¿por qué no plasmarlo en el telar?”. Noé no solamente usa un lienzo para plasmar sus ideas, lo crea. Ha volcado sus vivencias en los hilos tras recibir numerosas lecciones invaluables de su madre en torno a composición, forma e intención. A su vez, ha ampliado su repertorio hasta dominar distintas técnicas, proceso que aún está en curso. Si esto no se valora como una educación artística, encaminada a desarrollar su talento y creatividad, bien valdría cuestionarnos qué entendemos por arte.

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