Boletín FAHHO Digital No. 5 (May-Jun 2021)

Entes

Penélope Orozco

Es muy tribial manifestar que los duendes, ó fantasmas,
que se sienten en las casas, no hazen mas daño, que un poco de ruido…

Andrés Dávila Heredia

Duendes, fantasmas, monstruos y trasgos originan múltiples especulaciones acerca de su existencia. En el siglo XVII, el fraile capuchino Antonio Fuentelapeña escribió la obra titulada El ente dilucidado. Al año de su publicación, en 1678, el polémico escritor español Andrés Dávila Heredia respondió a dicha obra argumentando que la escribía “para desterrar de el comun concepto los orrores, que naturalmente causan las cosas de la otra vida, siendo publico que son juguetes de los muchachos los duendes, no siendo animales irracionales, ni dañosos…”. En la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa conservamos la respuesta de Andrés Dávila Heredia, mas no la obra de Antonio Fuentelapeña. Este escrito oscila entre la ciencia y la fantasía: el autor criticó la obra de Fuentelapeña porque consideraba que “escrivir sobre lo que no se vé, es achaque, porque la materia de duendes, ni es material, ni corpulenta”.

Dávila Heredia acepta la existencia de estos entes, pero debate acerca de que no se les debe atribuir facultades humanas. Uno de los argumentos que refutó es que los duendes hablan, a lo que responde que es imposible “porque la cosa mas misteriosa en el hombre es hablar” y “esta disposicion material del hombre fabricada con tanto misterio haze inimitable que los duendes puedan hablar”.

Otra de las cuestiones sobre las que discurre es que los duendes surgen en las casas deshabitadas y lóbregas, o en los desvanes, por la falta de aire puro. Es curioso que la inquisición española no reprobara la creencia popular en estos seres, que han inspirado a autores a lo largo de los siglos, desde Calderón de la Barca con La Dama Duende (1629), Juan Varela con El Duende-Beso (1897), hasta Federico García Lorca en aquel discurso en el que menciona que “Todo hombre, […] cada escala que sube en la torre de su perfección es a costa de la lucha que sostiene con un duende, no con un ángel, como se ha dicho, ni con su musa…”.


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