El Vita Christi de Ambrosio Montesino: una joya posincunable
Dentro del patrimonio bibliográfico que custodia la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa figuran cuatro importantes tomos del periodo posincunable titulado Vita Christi o ‘Vida de Cristo’. De los cuatro libros en que está dividida la obra, los primeros tres fueron publicados en Alcalá de Henares durante 1502 y 1503. Estos ejemplares fueron impresos por industria y arte de Estanislao Polono, como se cita en el colofón de cada impresión. El cuarto tomo pertenece a una edición distinta, impresa en Sevilla en 1543 por la imprenta de Juan Cromberger durante el reinado de Carlos v. Polono fue un impresor llevado hasta Sevilla junto con otros más, entre ellos su socio Meinardo Ungut, por orden de los reyes católicos, Isabel i de Castilla y Fernando ii de Aragón. Al viajar Polono a Lisboa y morir Meinardo Ungut, Jacobo Cromberger, padre de Juan Cromberger, se casa con la viuda de Ungut, de ahí que la obra mencionada pase a manos de esta familia de impresores. Cabe señalar que la de los Cromberger fue la imprenta que envió a Juan Pablos para que fuera la primera en América, específicamente en Tenochtitlan.
Pero ¿dónde reside la gran importancia de este texto para aquella época? Concretamente, la Vita Christi es una magnífica obra escrita en latín realizada por Landulfo de Sajonia, un fraile que, en primera instancia, perteneció a la Orden de los Predicadores —o dominicos— donde muy probablemente se forjó en materia intelectual debido a las características de la misma orden; alrededor de 1330 ingresó a una orden distinta, la de los cartujos, cartujanos o cartujas. Esta orden se caracteriza por un delineado ascetismo con vistas a tener un carisma contemplativo, es decir, una actitud en la que la humildad, la moderación y la pobreza eran los ejes fundamentales dentro de la formación en estas abadías. Por tal motivo, la Vita Christi pasó a ser visto como un gran compendio evangélico que exponía las prácticas más piadosas del momento, por lo que fue traducida a varias lenguas romances durante los siglos xiv y XV. Entre las traducciones conocidas existen algunas en lengua portuguesa y francesa, además de una versión en catalán de Joan Roís de Corell impresa en Sevilla en 1496.
Los cuatro tomos resguardados en la Biblioteca Burgoa pertenecen a una de estas traducciones hechas en lengua castellana. De ahí que esta obra sea considerada como una exhaustiva labor de traducción e interpretación, en este caso, realizada por el clérigo español y franciscano, fray Ambrosio Montesino. En ella se muestra una labor de armonización y fusión de las narrativas que ofrecen los cuatro Evangelios de Jesucristo —Marcos, Mateo, Lucas y Juan— unidos en igual proporción y rica en contenido por la adición de citas y menciones bíblicas, de los santos padres de la Iglesia o de autoridades intelectuales como Aristóteles, Platón, Séneca, Santo Tomás de Aquino, Boecio, entre otros.
Asimismo, resulta importante mencionar que la labor de paráfrasis que hace Montesino a la obra agrega algo más a este gran compendio, por lo cual también se dirá que, entre las traducciones en castellano, esta será una de las mejores de la época y su posteridad. Ahondando en la obra debemos decir que la traducción recopila dentro de sus delicadas páginas los relatos de la vida de Jesucristo de una modo bastante clara e interesante, con explicaciones a manera de oraciones y meditación sobre los principales pasajes del Evangelio. Puede considerarse una obra bastante íntegra, ya que el tipo de narración y división interna que ocupa, las alusiones históricas, morales, teológicas, filosóficas y espirituales a las que recurre fray Ambrosio, así como las meditaciones y oraciones que ofrece, hacen que este escrito pueda considerarse un gran edificio cristológico, siendo nombrado con todo derecho la Summa Evangélica.
Entre los capítulos de esta traducción resalta el que apertura la obra, donde se intenta explicar y demostrar, filosófica y teológicamente, la doble naturaleza humana y divina de Cristo, un tema bastante controversial durante toda la Edad Media. El capítulo dieciséis, también del “Primer libro”, expone algunos elementos con los cuales se presupone la vida que pudo tener Cristo durante los años antes de su predicación y vida pública, tema igual de controversial en discusiones conciliares. Por supuesto, las explicaciones sobre las parábolas —como la del hijo pródigo— y los relatos de la Pasión, Muerte y Resurrección contienen una gran riqueza espiritual y teológica, estos últimos hallados en el “Cuarto libro” de la obra.
Además de eso, el primer tomo cuenta con un inventario de los evangelios dominicales y festividades de todo un año litúrgico de aquel entonces. En este inventario se señala qué pasaje del evangelio corresponde a cada domingo y festividad en el transcurso de un año, así como el nombre del santo o santa a la que corresponde dicha conmemoración. Este gran trabajo se emprendió — también— por petición de los reyes católicos, por ello, cada uno de los cuatro tomos está precedido por una portada.
En los primeros tres aparece el mismo Ambrosio Montesino ofreciéndoles su traducción del Vita Christi, observándose por debajo el escudo real y el nombre del traductor. En el cuarto libro se encuentra una ilustración de la Última Cena con el escudo real por encima de dicho dibujo. En suma, este texto ha de resultar atractivo no solo para los especialistas en teología sino también para las personas interesadas en conocer la narración que el autor expone sobre los evangelios.