Boletín FAHHO No. 13 (Jul-Ago 2016)

EL VALOR DE LA VIDA EN HONOR A DON ALFREDO HARP HELÚ Y SU FAMILIA

María del Rocío Ocádiz Luna

La vida de las personas está dibujada con decisiones. La voluntad de la que hace gala nuestra humanidad nos inclina hacia un trazo o hacia otro; hacia uno u otro color. Pudiéramos decir que nuestras vidas son un largo o corto camino que debiera estar, o mejor dicho, está llamado a estar, a cada paso marcado por un dominio mayor de las decisiones que vamos tomando: cada vez con mayor experiencia, visión y seguridad; cada vez en pinceladas más trascendentes.

En este caminar, en ocasiones queremos engañarnos y pensar que las decisiones magnas, las decisiones de los días clave en nuestras vidas, son las que marcan de modo indeleble nuestro destino. Sin embargo, si hiciéramos un recuento, las decisiones que en verdad cuentan, las que en verdad han dejado su huella en nosotros, son aquellas pequeñas decisiones del día a día: las cotidianas; son las decisiones que parecieran minúsculas o intrascendentes, pero que, miradas ya en el contexto de sus consecuencias y efectos en la suma de los días, son las que nos hacen ser quienes somos.

La decisión de a quién amar y cómo demostrarle mi cariño. La decisión de a qué o a quién (o quiénes) entregaré mi tiempo, capital precioso en mi vida. La decisión de qué alimento llevo a mi boca y con qué clase de alimento nutro y construyo cada día mi mente y mi corazón. La decisión del proyecto laboral y profesional en el que mis horas contribuirán a forjar una realidad que necesariamente tendrá consecuencias a nivel comunitario. La decisión de emplear esos preciosos minutos de ocio precisamente con esas personas, en ese lugar, de esa manera. La decisión de invertir mi capital financiero, grande o pequeño, en un proyecto o en otro: en la salud, en la recreación, en proyectos altruistas, o en la formación mía o de los míos. La decisión de mirar por el cuidado de mi cuerpo o de optar por la oportunidad de derrochar su salud y energía en momentos de placer fugaz. La decisión de sonreír, de reír a carcajadas, y gastar mi rostro en ello, o de no hacerlo para conservarlo sin arrugas por más tiempo. La decisión de cómo enfrentar y capitalizar lo adverso, la oscuridad inesperada, y todo aquello que no era previsible en mi vida. Todas esas pequeñas decisiones, y muchas más de esta naturaleza, son las que sostienen, proyectan y promueven las “grandes decisiones” que en principio parecieran ser las que realmente hacen nuestras vidas distintas de las de los otros.

Hoy queremos hablar de las pequeñas decisiones de cada día. Porque en este pequeño páramo del mundo en el que nos toca incidir y coincidir, decidimos hacer de éste un día excepcional para nuestra comunidad en La Salle Oaxaca.

En este día queremos hacer conciencia de que hemos hecho una opción por sostener en nuestro ser y hacer cotidiano, la actitud de quien sabe que ha recibido a manos llenas. Porque también nuestra comunidad está conformada de las decisiones que cada uno hemos ido tomando, al nivel de responsabilidad y en el área que nos ha sido conferida; y como comunidad, hoy asumimos la realidad que vivimos como consecuencia de esas decisiones. Y una de ellas, la más esencial, es que hemos querido forjar, desde cada pequeña tarea, desde nuestros aciertos y nuestras fallas, desde nuestra historia y nuestra esperanza, una actitud agradecida por lo que hemos recibido y recibimos cada día.

Hoy es un día excepcional porque honramos públicamente el valor de la vida en este acto de gratitud.

Honramos el valor de aquel niño que asumió que la vida no era una historia idéntica para todos. El niño que hizo conciencia, con muy pocos años, de que sus padres no iban a estar a su lado por siempre. El pequeño que vivió el dolor quizá sin entenderlo del todo, y que vio cómo su madre se resolvió a salir adelante: por ella misma, por él y por sus hermanos. Honramos al niño que desde entonces supo que para salir adelante había que apoyarse unos con los otros; que no sólo recibió apoyo y supo cómo responder a él, sino que aprendió a vivirlo como realidad cercana desde entonces. Hoy honramos al niño que se resolvió, con ayuda de su familia, sus amigos y sus maestros, a tomar decisiones que pudieran haber parecido mayúsculas e inaccesibles para su edad.

Y con ello, honramos cada hora de esta vida y cada pequeña decisión tomada que le fue llevando a las grandes decisiones que marcarían un rumbo definido. Honramos el esfuerzo, la tenacidad y las decisiones cotidianas que fueron forjando al joven, al profesional y al hombre. Honramos cada preocupación, cada lágrima, cada dolor, y queremos agradecer a Dios el que haya superado los momentos de oscuridad, de incertidumbre, de decepción, para volver de nuevo hacia la luz y brindarla una vez más, de variadísimas maneras, a muchos otros.

Por ello es un día excepcional. La comunidad de La Salle Oaxaca en pleno anhela dar un testimonio de gratitud por la vida que ha recibido. Vida que proviene también de un corazón que al entregarse a otro, igualmente generoso, se ha potenciado y proyectado su dinamismo vital no sólo a quienes han sido fruto de su encuentro y entrega mutua, sino también de muchos otros que a pesar de no llevar su misma sangre, hemos sido bendecidos por la generosidad de su existencia en común.

Nuestra vida en comunidad ha sido posible gracias a su vida. Al valor de su vida. Al valor de haber tomado en sus manos las decisiones que les tocaba tomar; al valor de no haber renunciado a emprender acciones que, con todos los riesgos que implicaban, fueron iniciadas y llevadas adelante. Al valor de entregarse con amor a un sueño, a una tierra, a su gente y su dolor. Nuestra comunidad honra con gozo profundo ese valor: el de la vida de quienes han decidido mirar su existencia de frente, sin sucumbir ante lo difícil, lo oscuro, lo desafiante que pueden traer las páginas de cada día.

Queda hoy nuestra gratitud ofrendada al valor de esa vida que ha hecho florecer las vidas de otros en estas aulas, en estos edificios, en estos jardines.

Queda hoy manifiesto nuestro honor de haber recibido de sus manos no sólo este espacio educativo, sino su testimonio vivo de generosidad, de entrega, de valor.

Queda hoy, nuestra comunidad, en deuda eterna por haber recibido, sencillamente, el valor de su vida.

Junio 2016, Santa Cruz Xoxocotlán, Oaxaca.

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