El relicario de la Santa Cruz de Huatulco
Una de las mayores riquezas de México son las leyendas que se crean en torno a los objetos considerados como “sagrados”. Para empezar, los sitios, estas edificaciones que reciben, año con año, a cientos de peregrinos que los visitan cargados de fervor; pensemos en las pirámides de Teotihuacan, o en la Basílica de Guadalupe, en la capital del país, por ejemplo. Otros elementos, como las “reliquias”, han sido objetos de veneración por cientos de años, y las leyendas en torno a ellas las dotan de sacralidad; desde campanas, cruces, mantos o penachos, hasta restos humanos.
Hoy en día, afortunadamente, profesionales de diversas instituciones se encargan del estudio de estos elementos, ya que al indagar en su composición física comprendemos las formas de pensar, la organización, el trabajo y, quizás, las razones que motivaron la elaboración de estos objetos, tanto de origen precolombino como aquellos que fueron traídos de España en su momento. En este sentido, nos congratulamos de que el pasado mes de enero, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca haya recibido, de manos de la investigadora Martha Egan, la donación de un relicario que contiene fragmentos de la San Cruz de Huatulco, así como vestimentas y piel de diversos santos.
Egan ha sido estudiosa de los relicarios —el recipiente de las reliquias—, por más de cuarenta años, y el fruto de sus investigaciones se encuentra en el libro Relicarios. The forgotten jewels of Latin America, que la propia autora donó a la FAHHO junto con el relicario. Gracias a su formación como especialista en Historia Latinoamericana ha realizado numerosos viajes a lo largo del continente, descubriendo y estudiando estos pequeños objetos que guardan, al interior de su mínima estructura, años de devoción e historias. Martha Egan, investigadora asociada al Museo de Arte Popular Internacional, en Santa Fe, California, también ofreció una charla en la Capilla del Rosario del Centro Cultural San Pablo, en la que habló ampliamente sobre la historia de los relicarios en Latinoamérica, en general, y de este relicario de la Santa Cruz, en particular. La acompañó Juan Manuel Yáñez, encargado del área de Investigación Histórica del Centro Cultural San Pablo, quien ha indagado al respecto en sus trabajos académicos.
Sin duda, el tema de la reliquia de la Santa Cruz de Huatulco ofrece, desde su origen, leyenda y devoción, ya que, según la tradición, en 1612, el obispo de Antequera de Oaxaca, Juan de Cervantes, trasladó la enorme cruz de madera del puerto de Huatulco a la catedral de Oaxaca para dedicarle una capilla, con el argumento de que era una reliquia milagrosa, atribuida a Santo Tomás Apóstol en su paso por las Indias Occidentales en el siglo I, y que en 1587 había resistido los ataques de corsario inglés Thomas Cavendish.
También en Puebla, en 1630, un sobrino del mismo obispo, Antonio de Cervantes Carvajal dedicó una capilla a la reliquia en el Convento del Carmen de aquella ciudad:
Asignan al dicho doctor don Antonio de Cervantes Carbajal la dicha capilla y relicario de que le nombran titular patrón y dueño y le ceden renuncian y transfieren el dominio útil y de posesión que en ella tiene el dicho convento de que le desisten apartan y con efecto desde luego se la entregan con las reliquias que la ilustran y están dedicadas para poner en el dicho relicario y permiten sea suyo y de sus herederos deudos y parientes por línea paterna o materna.
Acaso el origen del relicario que recibimos de la señora Martha Egan esté vinculado a los carmelitas de Puebla, ya que tiene el escudo de la Orden, y posiblemente con la familia Cervantes, sus principales promotores en la Nueva España. Debido a la cantidad de milagros que se le atribuyeron, y a la devoción que se le profesó, muchas astillas de la cruz circularon ampliamente como “remedio efectivo” para recuperar el habla, sanar de los accidentes y aliviar los partos difíciles, además de que poseía otras propiedades “contra el fuego y las tormentas”.
La presidenta de la FAHHO, María Isabel Grañén Porrúa, al recibir la reliquia y el libro de Egan, aseguró que esta es la razón de ser de la Fundación: compartir saberes, no solo resguardar y dar el cuidado pertinente, sino ofrecer las herramientas para que los estudiosos indaguen en estas manifestaciones de la cultura. Y vienen a nuestra mente las palabras del obispo Cervantes al tener en sus manos la Cruz de Huatulco en 1612: “Oh buena cruz, tanto tiempo por mí deseada, seguro y contento vengo a ti, así te pido humildemente me recibas a mí”, iniciando de esta manera su
difusión por el mundo.
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