El Pabellón de Osaka de 1970

La exposición “Imágenes y materia fotográfica. Impresiones japonesas de la década de 1970”, que se exhibe en el Centro Cultural San Pablo, da cuenta de los artistas que participaron en la exposición de Osaka de 1970.
El modelo de las grandes exposiciones universales encuentra su origen en 1851, cuando el príncipe Alberto de Sajonia y la reina Victoria de Reino Unido construyeron el célebre Palacio de Cristal —hoy Victoria and Albert Museum, en la capital londinense—, con el objetivo de presentar los grandes adelantos tecnológicos, científicos, artísticos y culturales de la Europa colonial.
Sería París, la Ciudad de la luz, quien abanderaría los grandes principios de la Modernidad en las exposiciones de 1855, 1889 y 1900. La Torre Eiffel, máximo bastión de la nueva era de hierro, vino acompañada de la reconfiguración urbana parisina en la que bulevares, jardines, salones de baile, arquitectura señorial y vida nocturna “iluminaron” a todo Occidente.
Esta tradición había llegado para quedarse. En el siglo XX, cada continente participante hizo lo propio para mostrar sus tradiciones, logros y propuestas en un escenario cada vez más global.
Osaka, gran ciudad portuaria y centro comercial de la isla japonesa de Honshu, fue la sede del Pabellón de 1970, que presentaba al Japón como un ave fénix emergiendo de entre las cenizas de la Segunda Guerra Mundial y sus devastadoras consecuencias. Entre el 15 de marzo y el 13 de septiembre de aquel año, “el progreso y la armonía de la humanidad” sesgaron la misión y objetivos de la muestra. Setenta y siete países fueron convocados a la tierra nipona que —poco más de 20 años después del epílogo fatal que dejaron los bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki— había logrado convertirse en una primera potencia mundial en las ramas de la electrónica, la tecnología y las comunicaciones.
El investigador Marco Polo Juárez Cruz señala que esto fue gracias al diseño integral de Kenzo Tange, referente de los postulados arquitectónicos modernos y neofuturistas:
[…] La Exposición General de primera categoría de Osaka, celebrada de marzo a septiembre de 1970, significó la oportunidad de Japón para reposicionarse como una nación de vanguardia. Superar la derrota en la Segunda Guerra Mundial implicó un cambio en su economía con un fuerte empuje industrial, que le permitió alcanzar un alto nivel de bienestar. Como parte importante del resurgimiento, las empresas japonesas desarrollaron pabellones en los que se mostraron todos los avances en tecnología y la innovación en el uso de materiales.
México también fue invitado y su pabellón quedó a cargo del maestro Agustín Hernández —quien tomó como modelo los antiguos teocallis mesoamericanos—, acompañado de la propuesta museológica de Fernando Gamboa.
Importantes maestros del arte nacional —más adelante conocidos como integrantes de la generación de Ruptura— participaron con lienzos monumentales que apostarían, desde la trinchera del abstraccionismo, por una visión de paz y armonía entre las naciones. La postura crítica y sugerente de los artistas, entre quienes destacaron Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce y Gilberto Aceves Navarro, se tradujo en obras de color, geometría, yuxtaposiciones de formas y texturas en cálido encuentro con la producción gráfica japonesa de la época.
La exposición que se presenta en el Centro Cultural San Pablo muestra 50 piezas de serigrafía, litografía y huecograbado de distintos artífices de la estampa japonesa, como Tetsuya Noda, Kosuke Kimura, Akira Matsumoto, Satoshi Saito, Hideki Kimura o Jiro Takamatsu, quienes abrevaron en el binomio de la fotografía y la gráfica como nueva propuesta de distribución masiva. Asimismo, el papel del collage, en la superposición de elementos tradicionales y contemporáneos, es una constante en la muestra. La materia gráfica, como el papel, la piedra o la madera fueron objeto de nuevos significados para los maestros Koji Enokura o Shoichi Ida (por mencionar algunos), quienes presentan muy afortunadas series texturizadas en papel hecho a mano. El surcoreano Lee Ufan, por su parte, está presente en la exposición con planos resolutivos en blanco y negro que evocan las pautas del Informalismo matérico catalán, abanderado por Antoni Tàpies.
El visitante que recorra los espacios de la galería del Centro Cultural San Pablo, hasta el próximo 12 de octubre, encontrará en estas obras un sugerente diálogo entre espejos y reflejos de Oriente y Occidente por medio de la gráfica moderna.