EL LIBRO, IMPULSOR DEL RENACIMIENTO
La Biblioteca Francisco de Burgoa conserva el Fondo Bibliográfico de la UABJO y, entre sus obras más importantes, destacan cientos de libros que dieron luz al Renacimiento. El legado de los autores, impresores, grabadores y mecenas de aquella época está plasmado en las páginas de esta biblioteca.
El Renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV y se propagó por el resto de Europa durante los siglos XV y XVI. Se originó en la era de los descubrimientos geográficos. Sin duda, el desarrollo de la imprenta favoreció su expansión, ya que antes del descubrimiento de Gutenberg los escribanos tardaban meses y años en terminar una obra, mientras que con la imprenta los libros se hacían con mayor rapidez. La mayoría de los libros de esa época están escritos en latín, porque era la lengua utilizada en los ámbitos científico, académico y religioso.
Los impresores de la época estuvieron interesados en recuperar las obras de la antigüedad clásica. Uno de ellos, el veneciano Aldo Manucio, innovó en el diseño del libro, realizó versiones de los autores clásicos y utilizó una nueva fuente tipográfica redonda a la que llamó Itálica. La Biblioteca Burgoa conserva ejemplares salidos de este memorable taller tipográfico.
En la colección oaxaqueña abundan libros de autores como Virgilio, Ovidio y Horacio que son piezas fundamentales en la literatura. Dante, Boccacio y Petrarca, escritores del Renacimiento, también adoptaron los modelos literarios de la Antigüedad. Cicerón fue también un pilar en las obras de derecho y política. También están presentes los humanistas, especialistas en la cultura grecolatina, como Erasmo de Rotterdam, Antonio de Nebrija y Juan Luis Vives.
En el ámbito científico, la Biblioteca Burgoa conserva una hermosa edición incunable que data de 1491 de Plinio: su Historia Natural, dividida en 36 libros, fue una de las primeras obras en difundirse a través de los caracteres impresos.
Durante esta era de exploraciones, la geografía tuvo avances considerables, como el primer atlas moderno de Abraham Ortelio, que publicó en la prestigiada imprenta de Cristóbal Plantin 1570, el Theatrum Orbis Terrarum.
En este periodo surgen los libros de emblemas, compuestos por tres partes —imagen, lema y explicación de la relación entre frase e imagen— inspirados en fuentes grecolatinas. Andrea Alciato fue el primero en publicar un libro de este género, con más de cien versos en latín. La influencia de la emblemática llegó a otras artes, como la pintura, la escultura y la arquitectura y, por supuesto, a la Nueva España.
El humanismo también pobló las tierras del Nuevo Mundo. Uno de sus grandes exponentes fue el primer arzobispo novohispano: fray Juan de Zumárraga, de quien se conserva un ejemplar de su biblioteca. Él fue el gran impulsor del establecimiento de la primera imprenta en América: la de Juan Pablos. También el Renacimiento reflejó el esfuerzo por comprender las lenguas originarias que dio como resultado libros que son joyas lingüísticas como los vocabularios, doctrinas cristianas y catecismos.
Pocos libros han causado tantas muertes como el Malleus maleficorum escrito en el siglo XV por Sprenger e Institoris, dos monjes dominicos designados para investigar los delitos de la brujería. Su libro se convirtió en el manual utilizado por sacerdotes e inquisidores y a él se debe la intensa cacería de brujas de mediados del siglo XVI. Este y otros libros relacionados con el Renacimiento se pueden apreciar en la exposición de la Biblioteca Francisco de Burgoa en el Centro Cultural Santo Domingo que se inauguró dentro del marco de actividades del Coloquio Internacional “El Renacimiento Italiano desde América Latina”, organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, que se llevó a cabo del 22 al 24 de abril en la ciudad de Oaxaca. La exposición estará hasta el mes de julio.