El juego de los tres días
Es muy común leer o escuchar que la lluvia es el principal enemigo del Rey de los Deportes. En esta ocasión, nos referiremos al agua como un factor que intervino para que se efectuara uno de los juegos más memorables en la historia de la pelota mexicana hace 40 años.
Piratas de Campeche y Diablos Rojos del México se enfrentaron en la final de la Zona Sur, última fase para definir el campeonato de 1981, en una serie donde avanzaría el primero en ganar cuatro encuentros. Con el compromiso empatado a una victoria por club, los equipos llegaron a la ciudad de las murallas para encontrar un clima muy adverso para el desarrollo de los tres encuentros pactados, provocando que los juegos 3 y 4 se tuvieran que efectuar con un día de retraso cada uno, y donde el equipo local supo ajustarse mejor a las condiciones para tomar ventaja de 3-1 y poner a los Rojos contra la pared.
El 25 de agosto de 1981, la afición bucanera acudió al Parque Venustiano Carranza con la fe de que su equipo lograría el triunfo más grande en su segundo año de vida. Con la pizarra 0-0 en la tercera entrada, los Piratas no pudieron completar su turno ofensivo debido a un aguacero que obligó a posponer el juego para el siguiente mediodía.
La medida de iniciar a las 12 pm resultó tan atinada, que los dos clubes se enfrascaron en una peleadísima batalla que no pudo definirse en nueve entradas, llenas de emoción y dramatismo, y que con el correr de las horas corría el peligro de interrumpir las acciones por la tormenta que se aproximaba. Al terminar la décima entrada, Diablos y Piratas estaban empatados a 3 carreras cuando los umpires se vieron obligados a detener las acciones y anunciar que se requeriría un día adicional para encontrar al vencedor.
Con mejores condiciones climáticas, pero con un terreno de juego sumamente deteriorado, al mediodía del 27 de agosto se pudo continuar con el famoso “Juego de los tres días”, que sigue siendo uno de los más célebres de todos los tiempos. En 14 innings, los Diablos Rojos fueron capaces de escapar de la eliminación, imponiéndose con un marcador de 6-3, logrando el despegue con un toque de pelota sorpresa de Marco Antonio Buzo Guzmán, combinado con las pésimas condiciones del diamante.
El desenlace significó un rayo de inspiración para el equipo escarlata, que, ya en casa, fue capaz de imponerse en los juegos 6 y 7 para adquirir el pase a la Serie Final, donde liquidaron a Reynosa en 7 juegos, en otro de los memorables sucesos del beisbol nacional, donde ninguno de los dos equipos logró ganar como local.
Lejos de ser un rival para la pelota, gracias a la lluvia se pudo escribir una de las páginas más célebres de todos los tiempos en la Liga Mexicana.