El hombre misterioso del diamante de fuego
A unos metros de la bodega 13 del Estadio Alfredo Harp Helú se encuentra una puerta metálica; es difícil imaginar que ahí trabaje alguien cuya labor es esencial para que los Diablos Rojos puedan saltar al campo sin complicaciones o sobresaltos de última hora. Don Raúl Torres Moctezuma lleva doce años laborando para el equipo y jamás se ha llevado un aplauso o una porra, aunque indirectamente, todos hemos reconocido su desempeño más de una vez. Para presentarlo es justo acotar que, desde hace algunos años, la Liga Mexicana exige que todos los jugadores porten en sus uniformes número y apellido paterno para una pronta identificación, sobre todo de los umpires. Nadie puede tomar parte, en ningún momento, ni siquiera para calentar, si no se cumple con ese requisito, de ahí la importancia de lo que don Raúl hace en su pequeño taller, al que llama su “segunda casa”.
Entre sus máquinas, maniquíes, una mesa para cortar y canciones de Javier Solís de fondo, el sastre del equipo escarlata explica su satisfacción porque ningún jugador se ha quedado en la banca por no contar con un traje debidamente autorizado, aunque alguna vez le tocó entregar un uniforme a diez minutos de que iniciara el juego, luego de un trayecto de hora y media desde su casa al estadio para resolver la emergencia. “Son cosas que ni se sienten cuando haces tu trabajo con mucho gusto”, comenta quien se graduó en Diseño de Modas.
Con gran agilidad para manejar las tijeras al cortar los resortes que ajustan el pantalón con la pierna, don Raúl Torres Moctezuma cuenta con buen humor que su trabajo es de esos donde se sabe la hora de llegada, pero no la de salida. “Mi responsabilidad, porque no me gusta decirle obligación, es llegar temprano para resolver los pendientes del día anterior, y no me puedo ir hasta que todos los jugadores estén perfectamente vestidos, ahí sí es el momento de apagar la luz y tomar el camino a casa”.
Así que cuando vuelvan a celebrar un cañonazo de Japhet Amador, el jugador preferido de los últimos años, recuerden que mucho tuvo que ver el arreglo especial que le hace don Raúl al pantalón de “el Gigante de Mulegé”, dos tallas más flojo de lo normal en sus poderosas piernas.
Se acabó el misterio, el sastre de los Diablos Rojos del México ya es uno más de los muchos héroes que no juegan, pero que son indispensables para que el espectáculo pueda continuar.