El guardián de la catedral
Todo templo cuenta con elementos arquitectónicos propios que hacen de estas edificaciones espacios fácilmente reconocibles. La presencia del mundo místico-animal resulta una práctica común en la historia de las ornamentaciones arquitectónicas registradas desde el desarrollo de las primeras civilizaciones, hasta en la concepción de espacios públicos contemporáneos; contar con una figura mágica que simbolice y proyecte propiedades alusivas a la criatura representada en las fachadas, dota de simbolismo e identidad tanto a la construcción, como a quienes comparten y circulan por sus espacios
Al interior del perímetro que circunscribe a las seis pirámides prehispánicas que forman el cuerpo de la edificación, y poco antes del diamante de pasto y arcilla donde los gladiadores dejan la vida, se encuentra una figura de tez metálica y silueta estilizada que se encarga de dar la bienvenida a todo aquel que se adentre al templo. El Cácher, como lo tituló su creador, Sergio Hernández, se alza como el custodio de estos muros que albergan no solo la pasión y los sueños de los aficionados, sino también las piezas de arte que ilustran y enaltecen la historia de un equipo predestinado a la gloria. Si bien la concepción de esta figura está orientada a la representación de un diablo beisbolista, los aficionados se han encargado de darle significados diferentes al considerarlo, entre otras muchas similitudes, como un venado que funge a manera de amuleto, o “muñeco” en jerga beisbolera, para que los asistentes lo toquen como cábala previa, al inicio de cada juego.
Sin duda, la silueta de bronce con máscara y guante en mano, hipnotiza y provoca a que cualquier invitado interprete su figura y le otorgue un significado casi personal. El hecho de haberlo consensuado como un animal cornado, casi de manera inconsciente, responde a una necesidad de ver una forma familiar, una figura misteriosa. Curioso que la acción haya visto primero en él la imagen del venado antes que la de un diablo.
Ya sea a manera de diablo, quimera o venado, y a la usanza de las ornamentaciones en las fachadas de construcciones místicas, esta escultura alusiva a un ser o animal imaginario, no solo adorna la entrada de la nueva catedral del beisbol mexicano, sino que tiene como atributo simbólico, proteger al estadio, y a quienes siguen su credo de los peligros que atenten contra él. El Cácher es el encargado de salvaguardar la mística del nuevo infierno capitalino, y el elegido de velar por todos los aficionados, dispuestos a encender su pasión por el beisbol.