Boletín FAHHO No. 21 (Nov-Dic 2017)

EL GÉNERO EPISTOLAR EN EL CINE

Froy Padilla

El cine es esa pantalla a través de la cual el ser humano ha reflejado sus sueños más profundos, sus anhelos más grandes, sus miedos más oscuros y su tan basto amor inagotable. Es también esa experiencia que nos hace sentir parte de una historia, nos sitúa dentro de la mente de los personajes y desarrollamos, junto con ellos, la película en turno. Para mí esto es lo que significa el cine. Soy un gran admirador de las películas —sin importar su género—, las historias, independientemente de las actuaciones, hablan en muchos sentidos.

Toda gran historia fue, antes que nada, escrita en papel y la escritura en el cine tiene un doble sentido, no sólo porque los guiones se escriben antes de la filmación, sino porque hay innumerables escenas en la historia del cine que reflejan el acto de escribir. Escribir para comunicar, escribir para no olvidar, escribir para transmitir un sentimiento. Todo ello proviene de un pensamiento plasmado en la escritura. Las cartas son una gran muestra de ello.

Desde que comencé a formar parte del equipo MUFI aprecio con mayor ímpetu las escenas epistolares que aparecen en la pantalla grande. Esos gratos momentos de correspondencia que narran experiencias que resultan ser tan apasionadas, pues es en el intercambio de la escritura donde reflejamos nuestros sentimientos más vívidos, más personales al plasmarlos y compartirlos con el destinatario final.

Ejemplos de grandes historias cinematográficas que nos muestran los efectos en las personas a partir de la correspondencia epistolar han sido: Il postino (El cartero de Neruda), del director Michael Radford, quien nos relata la vida de un joven cartero que descubre el valor que tienen las palabras para expresar sus sentimientos a través de la ayuda de nada más y nada menos que Pablo Neruda. En un encuentro poco casual se teje un enredo entretenidísimo entre sus cuatro protagonistas: Neruda, el cartero, su novia y su suegra.

Ahora imaginen que una declaratoria de amor en la cual describan sus más sinceros sentimientos hacia la persona amada termina en las manos equivocadas. A partir de esta premisa es como se desarrolla la película De vrais mensonges (Una dulce mentira), del director Pierre Salvadori y estelarizada por la actriz francesa Audrey Tautou, en la que una falla en la entrega de una carta de amor anónima desenvuelve una historia de enredos, confusión y confesiones que terminan por demostrar que cuando algo se escribe y es realmente sincero puede influir sobre los sentimientos de cualquiera.

Una película que describe el verdadero poder de las palabras en las personas sería The letter writer (El escritor de cartas), del director Christian Vuissa. Nos muestra cómo la vida problemática y rebelde de una adolescente llamada Maggy cambia drásticamente al recibir una carta anónima que describe cosas maravillosas sobre ella, de parte de alguien a quien nunca ha conocido pero que pareciera saber de ella mejor que nadie en su vida.

Son éstas y muchas más las películas que nos muestran ese lado tan humano que significa el intercambio de sentimientos, de sueños, de anhelos, de propósitos y de confesiones que uno comparte a través de un pedazo de papel. Muchos aún no lo saben, pero cuando ese intercambio se transmite desde el corazón tiene un gran impacto sobre la vida de las personas.

Compartiré la frase de un personaje de una película de mi infancia que no tiene que ver con el género epistolar pero sí con la magia y con frases con mucho valor y significado: “Las palabras son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia, capaces de infringir daño y de remediarlo” (Albus Dumbledore, en Harry Potter).

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