Boletín FAHHO Digital No. 9 (Nov 2021)

El Centro Cultural San Pablo: un cerebro que es corazón

Jessica Santiago

Quizás por toda la historia que hay —literalmente— debajo de sus muros, el Centro Cultural San Pablo posee una fuerza de atracción natural y brutal hacia todos aquellos quienes pasamos, por curiosidad o por deber, diariamente por las calles del centro de Oaxaca. Mientras permanece cerrado, cuando las personas caminan sobre las aceras de Independencia o de Hidalgo, a la altura de las pesadas rejadas, hay quienes dicen con gran seguridad: “Mira: el Centro Cultural San Pablo”, aunque no sepan a ciencia cierta qué sucede en el recinto. Pero dudo que algún oaxaqueño desconozca qué sucede en este espacio. En un día “normal”, dentro de los muros de esta enorme casa han sucedido las más cotidianas maravillas: niños descubriendo libros en la Biblioteca Infantil —qué simple y enorme la tarea de dar a un niño este pequeño objeto—; la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova atestada de investigadores, consultando, escribiendo; el café en el que se daban clases, se cerraban tratos y se declaraba el amor… ¡hasta ir de pasadita y utilizar el servicio sanitario era inevitable! Los murciélagos te guiaban hacia esos oscuros aposentos…

Quienes hemos formado parte de su historia, de alguna actividad realizada durante los últimos diez años, hoy lo decimos con añoranza, “Mira, el Centro Cultural San Pablo”, porque recordamos todo lo que se detuvo. Aunque también me gustaría ser de aquellos que no tienen idea de lo que sucede ahí adentro, y descubrir el tesoro por primera vez. Sin embargo, lo sé, lo he visto. El teponaztle y la chirimía. El cine. El atrio lleno de artesanías. Los niños. Las posadas del cacao. El concierto. El espejo de agua. Las blancas paredes. Los custodios. Los amables señores de la limpieza. El investigador. La muchacha que toma fotos. Los chicos que acomodan las sillas. La niña de Monte Albán. El señor Habibi. La alfombra de pasto… Desde hace más de diez años el Centro Cultural San Pablo ha sido el corazón de la Fundación Alfredo Harp Helú: desde sus oficinas bombea sangre, ánimo y esperanza a cada una de sus instancias, y también ha funcionado como el cerebro de este ser vivo —cómo separar el uno del otro— que es la FAHHO, ya que desde aquí han surgido programas, vínculos, festivales, congresos y tantos proyectos más que suman al crecimiento cultural de Oaxaca. Eso, sumar. Oaxaca está lleno de espacios cotidianos e increíbles, de callejones que son pasajes al pasado o al futuro, de personas que hacen palpables los sueños, y el Centro Cultural San Pablo, en tan solo diez años se ha confirmado como uno de esos lugares de los que las personas se apropian para decir con tan grande seguridad: “Mira, el Centro Cultural San Pablo”.

Dice José Emilio Pacheco que, aunque suene mal, daría la vida por diez lugares de su patria, cierta gente, puertos, bosques de pinos, fortalezas, una ciudad deshecha… varias figuras de su historia, montañas y tres o cuatro ríos. Yo creo que el Centro Cultural San Pablo es una de esas fortalezas, una casa de puertas abiertas, un cerebro que es un corazón. Que vengan más historias.


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