Boletín FAHHO Digital No. 7 (Sep 2021)

El agua y la música*

Verónica Loera y Chávez

Pocas cosas son tan inquietantes y motivadoras como estar frente al mar. Dependiendo de las circunstancias, esto puede generar diversas sensaciones: una paz infinita o un pánico terrible, pasando por el asombro, la estupefacción o la añoranza. Quizá por ello es que ha inspirado tanto a poetas y narradores como a pintores y músicos. La naturaleza, y en particular el agua, proporciona los elementos para la creación artística: las texturas, los sonidos, los colores, la profundidad, las sensaciones, las formas y por qué no, las ideas y las imágenes.

Desde niña me llamaron la atención los sonidos producidos por el agua en sus diferentes manifestaciones. Las fuentes me daban cierta tranquilidad, y las tormentas del verano me causaban temor: me inquietaban las cascadas por la fuerza que sentía al caer el agua y me gustaba saltar los charcos y empaparme las calcetas, aunque mi madre se pusiera furiosa por temor a que me enfermara. Los momentos que recuerdo con más intensidad de mi niñez tienen que ver con el agua, además de los sonidos naturales que ella produce, mi gusto por la música comenzó con Debussy, cuando mi abuela tocaba la Catedral sumergida. Me refugiaba debajo del piano y veía con especial deleite el cuadro de Joaquín Clausell, que colgaba en la pared: una marina inmensa con una furia intempestiva que dejaba vislumbrar una roca que recibía el golpeteo de las olas sobre sí. Dependiendo del ánimo de la abuela, pasaba a Los jardines bajo la lluvia o cambiaba de autor y se iba al Preludio de las gotas de lluvia de Chopin. Eran tardes serenas en las que pasábamos horas en una compañía un tanto extraña, porque lo único que veía de mi abuela eran sus pies; en realidad, solo la escuchaba y la sentía. Eran tardes acuáticas, ella era como el agua con sus diferentes temperamentos y se expresaba a partir de las composiciones de los grandes músicos que le llegaban al corazón. Dejaba que la música tomara la batuta y la fuera guían do hacia lugares insospechados, hacia una aventura estética que compartía conmigo. Me presentó La Pastoral, y por supuesto me pedía especial atención en el segundo movimiento, la Escena junto al río, y me contó que Beethoven pedía, en la propia partitura, que para su interpretación se expresaran los sentimientos: “No pintura, sino impresiones”. Más grande, me llevó al lago de Chapultepec a ver en vivo El lago de los cisnes, no cabía de la emoción de ver tal espectáculo.

Con el transcurrir de los años puse especial atención en las composiciones relacionadas con el agua, se convirtieron en una manera de revivir esas tardes. Fue así que descubrí la Tempestad, de Franz Liszt, Los juegos de agua, de Maurice Ravel, la última obra del compositor alemán Richard Strauss, Sinfonía alpina, al pie de la cascada, y, sin temor a la crítica, el Danubio azul de Johann Strauss. Y ya que estamos con los valses, Sobre las olas, de Juventino Rosas.

Hablando de olas, descubrí a un músico italiano que experimenta y mezcla diversos géneros, aunque él prefiere considerarse minimalista. Hablo de Ludovico Einaudi, quien afirma que le gusta tanto el rock como Mozart. Entre sus composiciones de piano está Waves/Olas,una delicia. Me gusta escucharla cuando trabajo porque me ayuda a concentrarme y a estar tranquila. Ludovico Einaudi compuso Elegy for the Artic, una obra que unió las firmas de 8 millones de personas para salvar el Ártico. Como parte de esta pieza se escuchan los glaciares cayendo y el sonido del agua. Y cómo no recomendar el fantástico video con música de Arvo Pärt, Da Pacem, que presenta la vida marina: meduzas, calamares, seres exóticos danzan con suavidad acompañados por las voces corales y el órgano.

Disfruto otros géneros musicales más populares, si se quiere, pero igualmente emotivos, como aquél que nació en El Mediterráneo con alma de marinero o El hombre y el agua de Juan Manuel Serrat:

Cuídala, como cuida ella de ti.
Brinca, moja, vuela, lava,
agua que vienes y vas.
Río, espuma, lluvia, niebla,
nube, fuente, hielo, mar.
Agua, barro en el camino, agua que
esculpes paisajes,
agua que mueves molinos.

Joaquín Sabina nos recuerda que “el agua apaga el fuego y al ardor los años”, y Jarabe de Palo afirma que el agua y la sed son un serio problema:

Pasión y ley
Difícil mezcla
Agua y sed
Serio problema
Cuando uno tiene sed
Pero el agua no está cerca
Cuando uno quiere beber
Pero el agua no está cerca
Qué hacer…

Para cerrar con broche de oro, los Latin Brothers en Cartagena nos cuentan en una salsa riquísima que Sobre las olas un barco va.

* Este artículo se lee con la siguiente lista de reproducción: https://www.youtube.com/playlist?list=PL352jsxBH_nSbAFJ9mOASscBcO2xAuwi3

1 ¡Mas, oh corazón mío, escucha la canción de los marinos!, Brisa Marina. http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/64-027-stephane-mallarme?start=5


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