Doce años del Museo Textil de Oaxaca
Estos son días algo extraños para celebrar. Hay muchos sentimientos en el aire, y nos causa extrañeza esta realidad. Algunas de las emociones que ahora siento me hacen recordar a las tejedoras cuando, ante el telar, se topan con un hilo que no se comporta como debería. Pienso también en los tintoreros, cuando el color se corta y no pinta. O las bordadoras, cuando el hilo no está parejo y batallan con cada puntada.
Pienso en estos términos a partir de la relación tan estrecha que hemos establecido entre el Museo Textil de Oaxaca y las personas que elaboran maravillas con los hilos. A lo largo de estos 12 años de vida, el MTO nos ha permitido adentrarnos en el quehacer textil del siglo XXI. Por supuesto que estudiamos la historia, y nos fascinamos ante la maestría y la belleza que reflejan los textiles de numerosos pueblos del mundo, pero más nos cautivan el ingenio, la creatividad, la resistencia, los anhelos y las memorias vertidas en las telas. Y, como en todo arte y en toda ciencia, las personas son la única vía para acceder al conocimiento: todo se enriquece a través del diálogo, de la confianza y de la empatía. Cada día hay una lección por aprender, no solamente sobre la materia de los hilos, sino sobre la resiliencia humana.
Hoy que nos enfrentamos a un panorama desconocido, recurro nuevamente a las enseñanzas de grandes artistas. Esa mujer que, con el telar a la cintura, observa detenidamente todo el sistema de hilos para detectar dónde está la falla. Ese maestro del color que repasa mentalmente los pasos que dio para entender qué cambió en la receta. La talentosa con la aguja disminuye la velocidad de sus puntadas para adaptarse al medio con el que trabaja. Muy probablemente, al final, la labor de cada una de ellas resulte distinta a lo esperado, pero es importante recordar –y quizá enfatizar– que “distinto” no es sinónimo de “malo”. Es más, ese momento de inflexión que nos orilla a cambiar de rumbo, nos brinda la posibilidad de llegar a un nuevo método, nos permite crear una nueva realidad que se adapte y responda mejor a nuestras necesidades.
¿Y qué pasa si todo falla? Y si por más que ajustemos el telar, ¿el tejido es insalvable? Si aunque tratemos de revivir el tinte, ¿el baño ya no da para más? Si por más paciencia que mostremos con el hilo, ¿cada puntada deforma más la tela base? La respuesta a estas interrogantes es muy concreta y tanto la tejedora, como el tintorero y la bordadora, nos contestarían con la sabiduría que otorga la experiencia (y no sin soltar una risa sutil): “Pues volvemos a empezar”. La tela estará mejor tejida, el color será más vibrante, el bordado se apreciará con mayor definición. Y claro, aunque así lo parezca, no empezaremos desde cero, pues llevamos lecciones importantes bajo la manga. Eso sí: habremos de aplicar las lecciones aprendidas con determinación. Habiendo escrutado el sistema que mueve el telar, tras repasar los pasos que nos han traído a este punto y después de aprovechar la pausa para reflexionar, adaptarnos y recrearnos, podremos imaginar un nuevo proceder, una nueva manera de conducirnos en la vida.
Hoy vemos claramente la repercusión que tienen nuestras acciones en nuestro entorno. La conocida expresión sobre el aleteo de una mariposa convirtiéndose en huracán al otro lado del mundo adquiere mayor peso entre quienes habitamos este mundo. Nuestra responsabilidad por crear una sociedad respetuosa, solidaria y empática es eso: nuestra. Significativa lección impartida por nuestros fundadores, quienes nos han enseñado con el ejemplo y nos empujan a pensar y a actuar constantemente en pos del beneficio colectivo. Estamos en este barco juntas, juntos, y sólo con plena consciencia del nosotros es que lograremos avanzar, tirando por la borda el ego, la codicia y los prejuicios. Sirva este paréntesis en el que nos encontramos justo al conmemorar nuestro 12.o aniversario para reforzar las redes que hemos tendido y tejido, pues cada lazada habrá de resistir el nuevo mundo que crearemos.
19 de abril de 2020.