Boletín FAHHO Digital No. 42 (Sep 2024)

Dibujar es pensar

Jorge Contreras
Fotografía: Maestro Toledo realizando un grabado en una placa que contiene su retrato.

De hecho, dibujar es observar el momento en que un pensamiento se traduce a sí mismo como imagen. En las dos exposiciones sobre gráfica que ha presentado este verano el Centro Cultural San Pablo, el punto de partida es el dibujo. Delimitar con una línea o una marca tiene un significado muy antiguo: hace decenas de miles de años, cuando los seres humanos empezaban a construir la mente de la que depende su experiencia, cuando todavía eran ciervos, lobos, osos, aves…; representar apareció como una forma de comprender, de aceptar ser afectado por lo que se observa.

Mirar, entonces, constituye un proceso biológico, pero también un artefacto histórico y contingente. Por ello, la acción de dibujar conserva un aspecto ritual de conjunción entre los seres humanos y el mundo. Quizá por eso la vieja fascinación por el dibujo y la pintura que representan con mayor verosimilitud lo que se observa.1

Fotografía: Maestro Toledo realizando un grabado en el taller de Fernando Sandoval.

Una línea, una mancha sobre la hoja en blanco, un rayón, una marca, como una palabra, o un pensamiento, son también metáforas de delimitar lo continuo, lo que no tiene principio ni fin. Y, en ese sentido, dibujar alude al único evento sagrado; quizá por ello la fascinación por la distorsión que ocurre en la manera natural de dibujar; como quien produce una variación en una sinfonía o en un rezo antiguo, como el brote de una pequeña rama en un árbol joven, o los cientos de veces en que es necesario volver a empezar un ritual para hacerlo bien.

Por otra parte, dibujar es también construir algo que sea visible y, por ello, es una actividad que corresponde al ámbito del simulacro, de la puesta en escena, de la enacción; pues la mirada es el más engañoso de los sentidos.2

Rodolfo Nieto. Cabra azul. Serigrafía. 105 x 75 cm. 1973

Es por ello que las dos exposiciones de gráfica en San Pablo son tan importantes: en ambas es posible apreciar obras de autores conscientes del aspecto ritual y metafísico de dibujar. Sergio Hernández realizó una imagen de Cristo resistiendo la tenebrosa y densa presencia de monstruos, extraños demonios y otros seres de pesadilla que habitan el espacio, aunque no puedan verse normalmente. Mundos abigarrados de íncubos, endriagos, vestiglos y demás seres invisibles remiten a los grabados de Julio Ruelas; pero en esta obra de Sergio Hernández los seres que acompañan a Cristo, de alguna manera, parecen estar relacionados con el sueño y la memoria.

La placa metálica, la piedra para litografía, el papel en blanco o el lienzo, aparentemente, están vacíos al iniciar una obra; sin embargo, ese vacío, como el mundo en general, tiene como esencia la superabundancia; está poblado de seres incorpóreos. De hecho, la imagen de esos seres no pertenece desde el principio a la vida de los humanos, esa imagen debe ser lograda por alguien para que pueda encontrarse en condiciones de representar, de constituir, mediante el ritual del dibujo, un simulacro observable.

Sergio Hernández. Cristo. Aguatinta y aguafuerte. 105 x 75 cm. 2015

Según Walter Benjamin,3 el dibujo puede funcionar como boceto de un estado previo o puede ser una obra completa, pero siempre implica movimiento y espontaneidad. En las exposiciones en San Pablo esa condición se encuentra también en la obra gráfica gracias al talento de los impresores y a su relación con los artistas, pues ambos talleres supieron propiciar un ambiente adecuado para que los artistas sintieran la confianza de explorar nuevas formas en su propio trabajo.

De esta manera, las exposiciones del Taller de Fernando Sandoval y del Archivo Kyron son una revisión sobre la mejor tradición gráfica en México; incluyen obras de Raúl Anguiano, Rufino Tamayo, Leonora Carrington, Francisco Corzas, José Luis Cuevas, Rodolfo Nieto, Francisco Toledo, Rodolfo Morales, Sergio Hernández, Dr. Lakra, y otros importantes artistas. Ambas exposiciones contribuyen a pensar sobre el futuro de la gráfica en nuestro país, así como a renovar la representación en tanto búsqueda de sentido al mismo tiempo ritual y colectivo.

1.Ernst H. Gombrich. La preferencia por lo primitivo. Episodios de la historia del gusto y el arte de Occidente. Phaidon. Barcelona. 2011
2.“No se salva quien se arrepiente, se salva quien conoce, quien sabe ver”. Roberto Calasso. El cazador celeste. Anagrama. Barcelona. 2020
3.Walter Benjamin. La pintura y el arte del grabado. Harvard University Press, Cambridge. 1996


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