¿De qué hablamos cuando nos referimos al registro fotográfico de las colecciones?
El registro fotográfico es uno de los pasos indispensables dentro de los procesos de documentación de bienes patrimoniales. Una fotografía permite la observación de un objeto con todos sus detalles sin necesidad de manipularlo, con lo que se reducen los factores de riesgo. De una fotografía puedes obtener un montón de información: no solo saber qué objeto es, sino qué formas tiene y de qué colores se compone, entre un sin número más de detalles.
Esta actividad involucra a muchas personas, entre ellas: responsables de acervos, de manejo de obra, fotografía y diseño. Se requiere una gran coordinación y comunicación entre todas las partes para abarcar todos los usos que se darán a esas imágenes: ya sea para el área de conservación y catalogación hasta el área encargada de la comunicación visual del museo (folletería o publicaciones), así como para investigaciones y consultas.
El material utilizado para la toma de fotografías es, en términos generales: cámara, trípode o tripié, objetivos (lentes), equipo de luces, cicloramas y escalas de color. Es muy importante adecuar un espacio en el cual se puedan controlar las condiciones, que sea amplio y de fácil acceso. Deben evitarse a toda costa obstáculos o hacinamientos que pudieran poner en riesgo tanto a los objetos como a las personas involucradas, por ejemplo: sillas a mitad del camino o botes de basura que pudieran hacer tropezar a las personas involucradas. Prevenir siempre es mejor que lamentar.
Las luces empleadas tienen como finalidad capturar colores y texturas fidedignas del objeto. Debemos recordar que la luz daña los materiales de forma irreversible y acumulativa. Por lo tanto, mantenemos al mínimo el uso del flash. Esta es la razón por la que se solicita a los visitantes evitarlo durante sus recorridos en museos, pues el uso continuo de estas luces sobre los textiles puede repercutir en su deterioro.
Es importante tomar en cuenta el tipo de pieza que se va a fotografiar para sistematizar el proceso. Así pues, es recomendable tomar un mismo formato de textil para fotografiar durante una sesión: no es lo mismo fotografiar una alfombra de grandes dimensiones que una bolsa. Tampoco es igual fotografiar objetos tridimensionales, como zapatos o sombreros.
Las piezas a fotografiar se trasladan desde los depósitos (zonas de almacenamiento) hasta el área de fotografía. Los textiles habrán de estar siempre resguardados dentro de cajas o contenedores para ser trasladados por dos personas, esto es de vital importancia para evitar accidentes, tanto a las piezas como a las personas involucradas. Será importante que las personas asignadas a colocar las piezas frente al ciclorama tengan las manos perfectamente limpias tras lavarse con agua y jabón y, de preferencia, con guantes blancos de algodón. Los guantes de este tipo permiten observar si algún tinte o fibra del textil se encuentra en disgregación o pérdida. Deben coordinarse los movimientos durante la manipulación de la obra para evitar giros bruscos que puedan rasgar o romper algún objeto.
Durante la sesión se lleva un listado donde se anotan los números de inventarios asignados a cada pieza de manera individual e irrepetible. Este listado permite la identificación de los objetos al momento de la edición y posterior ubicación del archivo digital.
Cada objeto se fotografía individualmente y debe contar, al menos, con cuatro tomas: anverso, reverso y detalles de ambos. Las fotografías en los acervos son de gran utilidad, no solo a manera de memoria visual de las colecciones, sino que también sirven durante procesos de restauración para tener claridad del antes y después de alguna intervención, así como para admirar los detalles con fines de investigación, consulta o análisis sin necesidad de manipular en demasía el objeto que pudiera encontrarse en estado de vulnerabilidad. En algunos casos, el registro fotográfico puede ayudar para un rastreo con la Interpol en caso de robo de bienes culturales.
La edición de las imágenes debe describir fielmente el objeto. No se trata de embellecerlo artificialmente mediante la alteración de sus colores, formas o dimensiones. La edición de imagen se restringe a la calibración de colores apoyándose de guías de color empleadas en la toma fotográfica; también se eliminará cualquier ruido visual que distraiga la atención del objeto. Las imágenes obtenidas se reparten en al menos tres ubicaciones diferentes:
1. Un servidor que resguarda la memoria institucional. Aquí se deposita el archivo de las imágenes sin trabajar, a las que llamamos “imágenes madre”; de estas se desprenden todas las copias subsecuentes.
2. Otro archivo estará a cargo del personal que necesite trabajar con dichas imágenes ya sea para descripciones, proceso de catalogación y en general, imágenes de difusión.
3. La última ubicación deberá situarse inclusive fuera del edificio del museo a modo de respaldo en caso de algún desastre.
El registro fotográfico del acervo textil del MTO se ha llevado a cabo en distintas fases desde su apertura en 2008. Sin embargo, desde julio 2020 nos hemos concentrado en este proceso de manera más intensa y sistemática. Aunque en este periodo hemos fotografiado 1300 objetos, es decir: 5200 imágenes, queda un largo camino por recorrer y lograr registrar las casi 10 000 piezas que constituyen el acervo.
La fotografía es solo un paso en el largo proceso que conlleva la catalogación y documentación de bienes patrimoniales. Es un trabajo anónimo, que casi nunca se ve, pero es el trabajo de muchas personas que, tras bambalinas, se encargan de que todo funcione bien en relación con los objetos expuestos y resguardados. Por lo tanto, existen muchas más tareas de las que puedes ver a simple vista en un museo. La próxima vez que te sea posible entrar a un museo pregúntate “¿Quién ha puesto esto aquí y por qué?”.